En el mundo académico también se hacían esas separaciones. En las facultades de derecho es común escuchar sobre el área pública y el área privada. El área pública comprende aquellas materias relacionadas directamente con el Estado como Derecho Constitucional, Administrativo, Penal y Laboral, y el área privada materias como Derecho Civil o Derecho Corporativo.
Los Derechos Humanos estaban dentro del cajón de lo público. Esta etiqueta responde a que son los Estados los que se comprometen...
En el mundo académico también se hacían esas separaciones. En las facultades de derecho es común escuchar sobre el área pública y el área privada. El área pública comprende aquellas materias relacionadas directamente con el Estado como Derecho Constitucional, Administrativo, Penal y Laboral, y el área privada materias como Derecho Civil o Derecho Corporativo.
Los Derechos Humanos estaban dentro del cajón de lo público. Esta etiqueta responde a que son los Estados los que se comprometen a cumplir con acuerdos en esta materia y en caso de violación únicamente ellos podían ser responsables. Aun cuando son individuos particulares o empresas quienes violan directamente derechos humanos, el Estado es quien debe responder. Sin embargo, la tendencia mundial es empezar a hacer a las grandes multinacionales responsables por los daños ocasionados en violación de derechos fundamentales.
Ante esta situación han surgido distintas estrategias mediante las cuales las empresas empiezan a jugar un rol relevante en un campo que era exclusivamente público. Una de estas estrategias consiste en auto regulación de las empresas para el cumplimiento de derechos humanos. Se construyen códigos y se establecen certificaciones que permiten a los accionistas y a los inversionistas verificar que la empresa no es violadora de derechos humanos. Un ejemplo de empresas que funcionan así es la cafetería Starbucks, quien ha elevado los estándares laborales de las fincas a quienes les compran el café en distintas partes del mundo.
Muchos consideran que este tipo de estrategia es hipócrita y de forma. Quienes la critican consideran que es una fachada que se le ofrece al consumidor y al inversionista, pero que no genera un cambio radical en los procesos internos de la empresa. Yo considero que puede ser hipócrita, pero que es un buen comienzo. La hipocresía nos lleva muchas veces a obligarnos a largo plazo a cuestiones que quizás en el momento no queríamos, y que si no fuera por ella no nos hubiéramos comprometido.
Otra de las críticas que se le hacen a este tipo de mecanismo es que la propuesta parte de la premisa de que cumplir con derechos humanos es una ganancia a largo plazo. Es por eso que muchos programas de seguridad industrial o de responsabilidad empresarial de las empresas tienen como objetivo final aumentar la productividad. El cumplimiento de estos programas no siempre es una ganancia, y muchas veces se pierde el impulso de apoyar estos programas porque los números no responden.
Por eso muchos sugieren que la promoción vaya dirigida a que las cabezas de las multinacionales se atrevan a hacer las cosas bien porque es lo correcto; si esto les trae beneficios, mejor, pero si no lo hace tampoco debe de ser un desincentivo. La idea parece utópica y quizás lo sea, pero también lo es pensar que un mejor mundo es posible.
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