Sin importar el grado de desarrollo de fuerzas productivas ni la forma en que la superestructura refleje a la base económica (¡que van a hablar de materialismo histórico!), los políticos, los partidos, los regímenes y otros entes variados se bautizan a sí mismos como socialistas, porque su lectura del entorno es que las masas votantes quieren escuchar un discurso reivindicativo o percibir un mayor tamaño de Estado.
Quienes se erigen como defensores del sistema también encuentran una ex...
Sin importar el grado de desarrollo de fuerzas productivas ni la forma en que la superestructura refleje a la base económica (¡que van a hablar de materialismo histórico!), los políticos, los partidos, los regímenes y otros entes variados se bautizan a sí mismos como socialistas, porque su lectura del entorno es que las masas votantes quieren escuchar un discurso reivindicativo o percibir un mayor tamaño de Estado.
Quienes se erigen como defensores del sistema también encuentran una excelente oportunidad para etiquetar a los auto denominados como los mensajeros promedios entre Satanás y el Coco, y utilizan los términos con absoluto desparpajo sin atinar la mayoría de veces a qué se refieren (anécdota que no resisto contar: cuando una amiga dijo refiriéndose a un colega que era “economista cepalino”; y cuando se le preguntó por qué lo había identificado dijo sin inmutarse que “porque había trabajado en la Cepal”).
Pero quizás el premio en atención se lo llevan ahora los “socialistas del siglo veintiuno”, tanto auto proclamados como vilipendiados ahora se dice que el manual del perfecto socialista de esta generación empezó a escribirse en el antiguo PRI mexicano. Ahora bien, hay un PRI de ayer y un PRI de hoy; como lo menciona Luis Prados en un artículo del diario El País, reproducido en Guatemala por elPeriódico.
La llegada de Enrique Peña Nieto a la presidencia de México ha contado de entrada con sorpresas que muestran venir escritas en un guión distinto al tradicional, bajo el manto de un “Pacto por México” ha echado a andar reformas que se anuncian como consensuadas, por ejemplo la promulgación de la reforma educativa que pretende recuperar para el Estado la dirección de la enseñanza que ejercía en su momento el sindicato de maestros, con la escenografía y fondo de la captura por corrupción de la legendaria líder sindical Elba Esther Gordillo.
Entre otras acciones el “nuevo PRI” también anuncia modificaciones mediante reformas constitucionales en el tema de las telecomunicaciones para terminar con los monopolios de la telefonía, el internet y la televisión. El discurso estratégico que soporta estas acciones consiste en recuperar la rectoría del Estado y eliminar los obstáculos al desarrollo que representan los poderes fácticos, a los cuales -parece ser lo más interesante- identifica con los sindicatos herederos del viejo Estado corporativo mexicano, y los empresarios jugadores con ventaja.
Al parecer el Pacto por México es visto por algunos críticos como un instrumento más político que técnico, y esto hace recelar de su efectividad antes de que pase sus pruebas de fuego en los temas como el energético y el fiscal. Si a mediados del siglo pasado se empezó a escribir el manual del perfecto socialista latinoamericano en el seno del antiguo PRI, quizá ahora los auto denominados socialistas de la región necesiten reconstruir el manual amplio e incluirle la solfa para interpretar los cantos de pequeñas aves que traen el mensaje vigente desde el más allá a los países del sur, no cae mal una ayuda auditiva cuando las vibraciones cósmicas no funcionan.
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