De hecho, a la fecha creo que no he tenido necesidad de escribir y sacar a colación a la Iglesia Católica o a la Universidad Rafael Landívar, aunque ello no implica que esté de acuerdo con sus posturas.
Es más, no sólo no veía un problema con dicha línea editorial, sino que también consideraba que los financistas estaban (y están) en su derecho de limitar lo que desean que sea publicado. En ello no miro un límite a la libertad de expresión. Al fin y al cabo, la libertad de expresión se...
De hecho, a la fecha creo que no he tenido necesidad de escribir y sacar a colación a la Iglesia Católica o a la Universidad Rafael Landívar, aunque ello no implica que esté de acuerdo con sus posturas.
Es más, no sólo no veía un problema con dicha línea editorial, sino que también consideraba que los financistas estaban (y están) en su derecho de limitar lo que desean que sea publicado. En ello no miro un límite a la libertad de expresión. Al fin y al cabo, la libertad de expresión se define respecto al poder coercitivo del poder público, y no respecto a las decisiones de un medio de comunicación social. Pedir que el tema sea extendido a cada medio de comunicación puede ser un ideal, pero por lo mismo, no tiene que ser compartido por todos.
Por eso, es que, a mi criterio, ésta no es una discusión sobre ¨libertad de expresión”, pues no hay ninguna agencia de gobierno censurando (por esa gran diferencia interpretativa es que no firmé el comunicado que varios columnistas sí firmaron). Lo que sí hay es una serie de errores sobre la transparencia de la línea editorial, la cual, por lo visto, no era evidente para todos (escritores, y sobre todo, lectores).
Lo que considero un error garrafal es el valor implícito que se le da a la crítica seria y profunda. Si bien yo considero que los financistas están en su derecho de evitar ser criticados en Plaza Pública, eso no significa que yo esté de acuerdo con que esa es la mejor postura. Sólo porque las críticas no son expresadas en dicho medio de comunicación, no significa que dichas críticas no existan o que no se difundan. La diferencia es que si ciertas críticas se generaran a través de PzP, el medio tendría la oportunidad de ofrecer un debate interesante y ¨nutritivo¨ sobre las críticas. Tanto en la fe como en el mercado educativo, más información de calidad permite tomar mejores decisiones.
Por ello, en lugar de evitar la crítica, los financistas y el consejo editorial debieron identificar los mecanismos adecuados para procesar dichas críticas: a) generar criterios sobre el profesionalismo, la seriedad, la evidencia y el respeto en los artículos donde se genere la crítica, claro reconociendo que dichos criterios debieran aplicar para todos los temas, y no sólo los que hoy limita la línea editorial; y, b) invitar expertos que tengan la capacidad, los conocimientos y la pluma para ofrecer su versión de los hechos.
Albert Hirschman hablaba que siempre existen dos opciones: la voz y la salida. Algunos han hablado. Algunos han hablado y se han salido. A otros los han sacado. Aún si nada cambia en PzP, estoy seguro que la libertad de expresión nos permitirá continuar leyendo a nuestros autores favoritos en otros medios de comunicación, aunque tenga que ser en panfletos, en pasquines o en blogs hechizos. Por suerte, el mercado nos ofrece variadas opciones.
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