La participación de la mujer es creciente es el escenario político nacional. Es un hecho que varias de ellas integrarán binomios presidenciales. Esa es una señal de avance, aunque hay mucho trecho pendiente por andar. Su desempeño en el Congreso es creciente, serio, comprometido, a pesar que su peso cuantitativo es reducido.
Preocupa que estas participaciones no evoquen señales de cambio político relevante. Aún priva la tendencia de utilizar ese tipo de candidaturas para responder a ob...
La participación de la mujer es creciente es el escenario político nacional. Es un hecho que varias de ellas integrarán binomios presidenciales. Esa es una señal de avance, aunque hay mucho trecho pendiente por andar. Su desempeño en el Congreso es creciente, serio, comprometido, a pesar que su peso cuantitativo es reducido.
Preocupa que estas participaciones no evoquen señales de cambio político relevante. Aún priva la tendencia de utilizar ese tipo de candidaturas para responder a objetivos circunstanciales, de corto plazo, para responder a los intereses de los sectores y grupos que están por delante y detrás de los partidos. A pesar de esas dudas, el mayor protagonismo electoral de las mujeres advierte pasos positivos.
La candidatura de Sandra de Colom arroja un cambio interesante en la movilización y participación de las mujeres, especialmente en el ámbito local. La estructura del programa de transferencias condicionadas, basada en las denominadas vocalías, permite la irrupción de grandes cantidades de mujeres, muchas de ellas sin experiencia previa pero con nuevas calidades de liderazgo, formadas meticulosamente y con un sentido de cuerpo que ya quisieran otras organizaciones. Sus niveles de motivación superan el interés temporal. Se trata de una estructura para nada despreciable. A ello se suma la aplicación del principio de corresponsabilidad: canal que propicia un importante vínculo comunitario, crea filiaciones y refuerza las identidades familiares y locales. Saltar a capitalizar este conjunto de activos en la estructura partidaria de la UNE se convierte en un proceso relativamente fácil.
Atender con fuerza a los tres sectores tradicionalmente subrepresentados en términos electorales (pueblos indígenas, mujeres y jóvenes), es una apuesta significativa. El partido que se logre colocar en esas tres dimensiones tendrá buenas posibilidades. Si a ellos se suma la capitalización del apoyo de un número considerable de alcaldes y miembros de concejos municipales, la cosa se pone más interesante. Esta parte del capital electoral no es suficiente para una victoria electoral, pero sí abona, sí suma. Despreciar el poder y efectividad de los otros, es un error común de los procesos electorales en entornos de debilidad del sistema de partidos políticos.
Enfrentar una organización partidaria con este conjunto de activos no es cosa fácil. Se requiere más que confrontaciones inútiles, señalamientos que no llevan a nada y sólo alejan a los posibles votantes. Exige una dosis alta de inteligencia, elemento difícil de encontrar en los partidos.
Renzo Lautaro Rosal
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