Los conferencistas son gente que conoce de los temas, desde posiciones muy próximas al pensamiento empresarial, es cierto, pero pueden abrir mentes conservadoras. Los tres elementos que integran el título del evento son de suyo importantes, por lo que no queda sino felicitar a la cúpula empresarial por plantearse el problema, lo que ya es, a estas alturas, un significativo avance.
Otro avance importante también lo constituye que hayan sido invitados los distintos partidos políticos para firmar un documento de acuerdos mínimos que, por lo que he sabido, contó con la participación de líderes de distintas fuerzas para su redacción, por lo que esto ya es un buen comienzo, que tendría que concluir, claro está, en un acuerdo nacional con los distintos actores sociales para construir ese piso mínimo de acuerdos que necesitamos todos para avanzar. Los partidos políticos tienen harta responsabilidad, pero la élite económica tiene la suya y es de aplaudir que ahora comience a asumirla.
Sn embargo, se nota que no fueron invitados, mucho menos convocados a opinar, los sectores que se han resistido a las mineras, a la venta de los puertos, o los que han demandado con insistencia políticas serias para el desarrollo rural y para la conservación del medio ambiente. ¿que ésos son terroristas?, bueno, si el evento se ha armado desde el supuesto de la descalificación de los otros, ¿cuáles son los divisionismos que se pretenden evitar como precondición para impulsar el desarrollo?. Porque como bien anotaba Álvaro Velázquez (S21 10/10) si el título lo que refleja es “la frustración de las élites de que el consenso a su alrededor no sea pleno”, no vamos por ningún camino. Si ellos, y solo ellos —los ideólogos del pensamiento empresarial— son los dueños de la verdad, esa unidad que buscan será la de unos cuantos y será más de lo mismo.
Porque esto de sumar y no dividir implica también la operación de restar pues, repitiendo a Velázquez, la cuestión no es de negocios, sino de negociaciones, que son dos cosas muy diferentes. En el negocio se vende y se compra, en la negociación hay “regateo”, todos tenemos algo que aceptar y algo a qué renunciar. Porque la multiplicación no viene de unir a los que están sólo de un lado, eso es simple suma aritmética.
Bien sabemos, y esperamos haya sido reconocido por los altos dirigentes del empresariado en sus discursos, que el modelo que desde 1956 se ha venido aplicando en el país ha sido un total y rotundo fracaso si de desarrollo humano y social hablamos. Es urgente, por lo tanto, cambiar de modelo, lo que no necesariamente implica darle vuelta a la tortilla, y es allí donde posiblemente puedan quedar resonando una que otra palabra de los expositores contratados. Las privatizaciones de bienes públicos, las bajas tasas impositivas, el clientelismo y la manipulación de los bienes públicos para enriquecer a los de la rosca del momento, así como la expoliación de la fuerza de trabajo con salarios por debajo de lo miserable, lo que han hecho es poner al país en la situación en la que esta, por lo que modificar prácticas es urgente y, por lo que parece, la cúpula empresarial comienza a entenderlo.
Sí, el empresariado guatemalteco debe asumir su propia revolución, que más que clara y concreta es también inminente y urgente: deben dejar de funcionar como oligarquía para actuar política y económicamente como burguesía. Deben dejar de pensarse ricos, para poder actuar como capitalistas. Correr riesgos sin que el Estado venga a salvarles a cada vuelta de la esquina con los impuestos pagados por la clase media. Fideicomisos como el del café deben ser clara y abiertamente cuestionados por los propios empresarios. Abaratar el crédito privado para que la pequeña y mediana empresa se desarrolle. Porque la revolución no es estancar, sino lanzarse creativa y activamente a construir nuevos caminos que, como también ya ha quedado demostrado, no lo pueden hacer excluyendo sino incluyendo.
Los retos están hechos, la coyuntura es apropiada, dependerá de que esta generación de empresarios se piense en y con el país y no como simples dueños y capataces de los demás, como lamentablemente lo han hecho sus ancestros y antecesores.
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