Aunque la obra de Bourdieu es inmensa, quiero resaltar el punto en relación a la categoría de relaciones de fuerza, las cuales de acuerdo a Bourdieu estarían ocultas por otras relaciones de fuerza, donde lo que entra en combate es, necesariamente, una guerra simbólica. Esta idea de “simbólico” unámosla a la idea del habitus propuesta igualmente por Bordieu, y encontramos “sistemas de disposiciones durables (…) dispuestos a funcionar como principio de generación y de estructuración de prácticas y de representaciones que pueden ser objetivamente ‘regladas’ y regulares’ (…)” (Bourdieu, 1972: 175).
La violencia simbólica, entonces, no solo se estructura y normativiza, sino además se reproduce. Y el mejor terreno donde esto sucede resulta ser, la política de Estado.
Una de las formas de reproducción de violencia simbólica más interesantes de estudio, resulta ser la práctica romana de la crucifixión, en tanto y cuanto se concebía como un castigo público. Aquí, el plano de discusión es fundamentalmente el de una práctica histórica de Estado abordada desde la βίοςπολις; en cuanto a que dicho comportamiento de violencia estatal buscaría aplicar disciplina a un cuerpo y obtener control poblacional.[1] No sería descabellado (aunque si muy posmoderno) comparar el ritual político de la cruxifición romana con el acto contemporáneo de la ejecución extra-judicial, particularmente de aquellos sujetos que se perciben como miembros de la delincuencia organizada o antisociales.
La dinámica social en el contexto de los Estados corporativos,[2] obliga necesariamente a disputar el acceso a la riqueza por medio de la violencia. Por eso es que en México resulta tan claro por qué razón los enfrentamientos entre militares, fuerzas de seguridad federales y “antisociales” son tan grotescos: se necesita que el gran público tome nota del precio que se paga por ejercer la violencia en contra de un Estado violento por definición. Al igual que el crucificado, aquí se trata de desgarrar el cuerpo, de humillarlo, desnudarlo, colocarlo en posición de dominación. No importa si quien comete la ejecución es un miembro de las fuerzas del orden o un miembro del Cartel, al final el mensaje se envía en los cuerpos destrozados de quienes, en muchos casos son víctimas inocentes: jóvenes y mujeres de escasos recursos que sirven de lienzo.
Pero también es importante reconocer lo siguiente: la violencia simbólica es aquella forma de violencia que se ejerce sobre un agente social con la anuencia de este mismo. El reconocimiento es doloroso y frustrante, pero debiera hacernos entender la importancia de deslegitimizar a los entes creadores de la violencia simbólica. Un primer paso sería romper las argollas de corrupción entre quienes dicen protegernos pero al mismo tiempo nos crucifican.[3]
Por eso, al igual que Ernesto Cardenal, recitemos el siguiente Salmo: “Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del Partido, ni asiste a sus mítines, ni se sienta en la mesa con los gánsteres ni con los generales en el Consejo de Guerra”.[4]
[1] El cristianismo tiene cosas simpáticas. Su símbolo ícono no es otro más que un burdo instrumento de tortura, o en su defecto, una tumba vacía, y entonces volvemos, en un análisis muy derridiano al punto de si es posible conocer aquello sobre lo que no tiene contenido. Pero incluso la misma figura de la natividad, muestra un elemento de control y represión del cuerpo que es interesante: el nacimiento es virginal, por lo tanto la mujer especial (y lo que produce) es aquella que vale por su estatus de virgen, alejada del acto sexual. Pero al mismo tiempo, y seguramente, reprimida.
[2] Eduardo Velazco Gamboa construye la categoría de Estado pos-feudal, patrimonial-corporativo para referirse al tipo de Estado característico en América Latina a partir de las revoluciones políticas entre 1930-1940. Patrimonial en cuanto al peso que la adquisición de la propiedad tiene para dicho Estado y, corporativo en cuanto a limitar el acceso a la riqueza para “unos cuantos”.
[3] Digo esto en contexto de la trágica realidad mexicana, donde la llamada cruzada contra la delincuencia se verá ridiculizada cuando se hagan públicos los informes de la DEA que investigan al exhombre duro de México y confidente de Felipe Calderón (Genaro García Luna) por su vínculos directos, afectivos y amistosos con el narcotráfico. A este respecto, las columnas de Prensa de José R. Zamora en Guatemala parecen mostrar una horrible complicidad entre miembros del gobierno de Pérez Molina y operadores del narcotráfico de Guatemala.
[4] Así reescribe Ernesto Cardenal el Salmo #1 en su obra titulada ´Salmos para este momento del Mundo´.
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