El del año pasado fue la primera experiencia de este gobierno en esos asuntos de eventos científicos y lo comenté en esta columna, era imposible resistirse. Esta vez no pude asistir, así que lo que les cuento es información “de oídas”, chismes digamos, pero mis fuentes fueron protagonistas, así que yo les creo lo que me digan y Prensa Libre me confirma una buena parte.
Parece que le bajaron el volumen al rollo militaresco del año pasado, pero le siguieron subiendo a los lujos, con más stands unos menos científicos que otros y, por supuesto, como a mí lo que me interesa son las ciencias básicas, les cuento que les dieron un poco más de espacio, es decir, hubo algunas conferencias más que el año anterior, y se mantuvo el panel-foro de todos los años.
Esta vez se llamó: “Características y desafíos de las ciencias básicas para contribuir al desarrollo de Guatemala” y tuvo entre sus participantes a Fernando Quevedo, Eduardo Rubio, Óscar Cóbar y Galileo Violini. Menos mal seguimos en la discusión. Los científicos guatemaltecos –y los extranjeros– continúan tratando de vender la ciencia a los políticos, pero no nos la compran. No porque el producto no sea bueno, sino por puro desconocimiento (por no decir ignorancia intencional). ¡Qué bueno que seguimos insistiendo! Eventualmente alguien escuchará y hará caso, pero es triste que todavía nos estemos justificando.
Que la SENACYT considere que el foro debía tratar sobre cómo pueden las Ciencias Básicas contribuir al desarrollo de Guatemala es prueba de ello. Discutir sobre los desafíos que enfrentan las Ciencias Básicas puede servir para trazar caminos que permitan operativizar la cosa, hacer que camine, que funcione; discutir cómo puede aportar sigue siendo responder a la eterna pregunta “¿y eso para qué sirve, pues?” No importa, de todos modos se hace, es un espacio. Ojalá los tomadores de decisiones llegaran a escuchar estos foros y no sólo la misma gente de siempre.
Casualmente, esa semana también me tocó a mí venderle la ciencia a un grupo de adolescentes y a sus padres. Tuve la oportunidad de dirigirme a los ganadores durante la premiación de la XXVII Olimpiada Nacional de Ciencias. Estos chiquillos están saboreando un triunfo que premia su esfuerzo y su interés por alguna de las ciencias básicas en particular. Había niñas pero no eran mayoría. Había personas del interior y tampoco eran mayoría. Pensé: poco a poco, ahí vamos. Los felicité, les hablé de los estereotipos, de lo que significa estudiar ciencias, de los sacrificios y las satisfacciones, de perseguir los sueños. Les dije que la tarea de desarrollar la ciencia en Guatemala no era fácil, pero era necesaria; que aunque es triste el poco apoyo que la ciencia recibe en el país, ellos estaban allí gracias al apoyo de alguien que cree que sí vale la pena; les hablé de las personas presentes y ausentes que habían dedicado años a eso, y les recordé que pronto estaría en sus manos; les dije que eran tan buenos como cualquier otro en cualquier lugar del mundo; les dije que la ciencia puede utilizarse, puede disfrutarse, puede estudiarse y puede hacerse, y que ellos tenían la capacidad de llevar todo esto a los más altos niveles posibles; les recordé que eran privilegiados por haber tenido la oportunidad, en primer lugar, de tener contacto con la ciencia y, en segundo lugar, porque su encuentro no fue traumático para mal sino, por el contrario, los cautivó al punto de aprenderla para competir a nivel nacional. Vi caritas emocionadas y seguramente hubo aburridas pero me gustaron más las otras y por ellas valió totalmente la pena asistir, con todo y el chanchuyo laboral que tuve que hacer para estar allí.
Esa noche me leí y comenté los chismes del congreso. Me doy cuenta de que lo que yo traté de vender a los ganadores está en consonancia con lo que se hablaba en el foro que me perdí. Trabajamos en sintonía, a pesar de las ausencias. Los ganadores, las niñas, la presencia del interior, la competencia, que Prensa Libre cubriera el foro, la insistencia de los de siempre, el entusiasmo de los que recién empiezan, todos son signos. Signos de que las cosas están pasando, de que aunque sea un proceso muy lento, esto no se ha detenido.
Una de esas caritas ilusionadas me detuvo antes de irme. Dije felicitaciones, dijo felicitaciones a usted. Me despedí y él se me lanzó encima con un fuerte abrazo. Son signos, sí. Signos de que esto definitivamente vale la pena.
* Canción de Soda Stéreo del álbum Signos (1986)
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