Bien sabe usted que desde hace más de 500 años, nuestro territorio ha sido presa de la búsqueda enfermiza de la riqueza, y las oportunidades que ha habido de salir de tal vorágine, han sido malogradas por personajes nefastos cuyo corazón cicatero y mentiroso no correspondía ni corresponde al de un líder, un patriota, un prócer o un guía.
De esa cuenta, protagonistas como Gavino Gaínza, Rufino Barrios, Rafael Carrera y otros cuyos bustos debieran estar en una cárcel y no en un proscenio, nos legaron una caterva de sinvergüenzas, ora de cuello blanco, ora disimulados en la oscuridad, pero todos, en este segundo decenio del tercer milenio, embutidos en el crimen organizado. Y desde esos sitiales cooptaron sectores del Gobierno, Cortes y Congreso.
Y, cuando todo se creía perdido, apareció usted en el Ministerio Público dándonos esperanza. Con su actuar y con su día a día apegado a derecho, esa primera gota de confianza se volvió un mar posibilidades particularmente para los pobres, los desposeídos, los explotados y los hostigados por razones de exigir justicia.
Quiero darle las gracias porque, el modelo de persecución penal estratégica instaurado durante su gestión, ha posibilitado perseguir estructuras que han estado enquistadas en nuestra sociedad desde el siglo pasado. Ya no es la persecución al azar, o a dedo de conveniencia. Y ello señora Fiscal, se debe al fortalecimiento de la Unidad de Análisis del Ministerio Público. Por supuesto, muchos histriones aparentemente honorabilísimos, se han visto afrentados y, como los malvados reseñados en el Libro de la Sabiduría, han dicho: «Tendamos una trampa al justo, porque nos molesta y se opone a lo que hacemos…» (Sab. 2:12). De allí los amparos y las difamaciones contra usted.
Hoy me doy cuenta que, las horas en que redacto este artículo, corresponden al Día Internacional de la Mujer, y más allá de insubstanciales felicitaciones y palabras que suenan huecas en boca de hipócritas y maltratadores —por muy dignatarios que sean—, rememoro que el fortalecimiento de la Fiscalía de la Mujer se debe a su persona. A diferencia de otros funcionarios, usted ha hecho vida sus propósitos. Y también por ello, los malvados continúan diciendo: «Nos echa en cara nuestras violaciones a la ley, nos reprende las faltas contra los principios en que fuimos educados…» (Sab. 2:12). De allí, las amenazas y las calumnias contra su persona.
Estaremos siempre agradecidos porque, usted coordinó su actividad en consonancia con la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala —CICIG—, y ello es de resaltarse. Esa coordinación ha permitido una correcta persecución de crímenes de lesa humanidad que sucedieron durante el conflicto armado interno. Particularmente, el proceso de genocidio contra Efraín Ríos Montt y el proceso penal en contra de Fermín Felipe Solano Barillas, supuesto responsable de la masacre de El Aguacate. Esto señora Fiscal, es ser voz de los sin voz. Es hacer justicia. Concretamente, en un país como el nuestro donde la justicia está solamente al alcance de quienes pueden pagar por ella.
Mas, los malvados han dicho: «Sometámoslo a la humillación y a la tortura, para conocer su temple y su valor…» «Condenémosle a una muerte ignominiosa, porque dice que hay quien mire por él…» (Sab. 2:20). De allí ciertos fallos de Cortes que otrora fueron creíbles y respetadas. Hoy, las decisiones de esos tribunales, nos dejan boquiabiertos y pasmados. Y, aunque en el contexto de la jurisprudencia es de reconocer que existen honrosas excepciones, ¡cuánto diéramos porque reviviera don Edmundo Vásquez Martínez! Él sí merecía el título de Magistrado.
Finalmente —porque ya no tengo mucho espacio—, quiero agradecerle haber sido una Fiscal que no se plegó a los intereses del Gobierno ni de la oligarquía. Hizo así renacer la confianza en nosotros: Los ciudadanos de a pie.
Creo señora Fiscal que, respecto a esos malvados que conjuran contra usted, se puede responder con el Salmo 53: «Sálvame Dios mío, por tu nombre; con tu poder defiéndeme. Gente arrogante y violenta contra mí se ha levantado. Andan queriendo matarme. ¡Dios los tiene sin cuidado!» (Sal. 53:3).
No obstante, usted señora Fiscal, indudablemente está y estará protegida por Dios porque tiene, como decía San Juan de la Cruz: «Esa espesura de sabiduría que viene de Dios. Profunda e inmensa» [(Cántico espiritual, 36,10). En: Evangelii Gaudium. Franciscus PP. 2013]. Y esa sabiduría la hace —parangonando a Stg. 3:17—: Amante de la paz, imparcial, justa y sincera. Por lo tanto, cosechará los frutos de la justicia.
El Altísimo la guarde y la guíe. Nosotros la necesitamos.
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