El sector forestal, entendido como un sistema donde confluyen intereses en torno de los bienes forestales naturales y plantados, mantiene un nivel de relevancia inferior al potencial real que permite el país, expresado en algunos factores patrimoniales tales como la riqueza y diversidad forestal que al mismo tiempo es reflejo de la amplitud climática y de la variedad de los suelos, hechos que facilitan crecimientos y rendimiento superiores a los de otras latitudes.
Al analizar el sector forestal desde el enfoque de sistemas y a partir de la premisa que el desempeño de un sistema es concordante con el estado de sus atributos básicos, es posible arribar a algunas conclusiones que pueden ser útiles para su reencauce y fortalecimiento. Los atributos fundamentales de los sistemas son la disponibilidad de recursos, la capacidad de respuesta incluyendo la flexibilidad, la homeostasis incluyendo la robustez, el empoderamiento y la resiliencia.
En relación al atributo de la disponibilidad del recursos, el sector ha navegado en abundancia, riqueza y diversidad genética, de especies, de ecosistemas y de relaciones entre éstos; más de la mitad del territorio nacional tiene una aptitud física preferentemente forestal y no obstante, el sector ha participado en y ha permitido la degradación y el agotamiento sostenido de los bienes forestales desde los años cincuenta hasta la fecha y no ha sido capaz de establecer una masa de plantaciones que atienda todas las demandas nacionales disminuyendo progresivamente la presión sobre los bosques naturales. Esto sigue vigente, aun cuando el sector a gozado en los últimos 17 años de más de mil millones de quetzales para pagos directos y en efectivo a reforestadores y manejadores de bosques naturales. También el sector tiene recursos humanos suficientes pero subutilizados o bien confundidos con respecto al rol que el profesional forestal debe atender.
Con respecto a la capacidad de respuesta; qué puede decirse de un sector cuyo bien del cual depende y debe administrar incluso para aumentarlo, se pierde sistemáticamente. Los estudios de dinámica de cobertura forestal muestran que en el quinquenio 2006-2010 los bosques naturales se han perdido a un ritmo bruto de 130,000 hectáreas anuales. Por otro lado, al menos un 30% de las plantaciones establecidas con el apoyo de fondos públicos son de mala calidad debido a que han carecido de manejo técnico apropiado y oportuno. El sector no ha podido o no ha querido atraer inversionistas nuevos y modernos para dinamizarlo a partir de una masa de plantaciones de, al menos, medio millón de hectáreas para sostener una industria de transformación pujante y vigorosa que contribuya definitivamente a reducir la presión sobre los bosques naturales dentro y fuera de áreas protegidas. Tampoco el sector ha querido liderar una estrategia nacional de combate a la ilegalidad cuya infraestructura de depósitos y aserraderos clandestinos operan libremente y abastecen a la industria al menos con dos terceras partes de la totalidad del volumen que procesan. Así mismo, el sector no ha podido establecer alianzas intersectoriales para abastecer con energía moderna a una alta proporción de hogares rurales y periurbanos que consumen leña para satisfacer sus necesidades energéticas cotidianas.
Con respecto a la homeostasis se puede afirmar que no estamos frente a un sector forestal robusto, es más bien un sector débil que no puede autorregularse. En el primer caso, su debilidad, unida a su baja capacidad de respuesta, no le permite arribar a una posición de relevancia en todos los ámbitos de la vida nacional: económicamente es un sector pequeño con una muy baja contribución al PIB y consecuentemente aporta poco en la generación de empleo e ingresos sociales; ambientalmente, en vez de mejorar su contribución al capital natural heredado, el sector sólo ve contemplativamente cómo se erosionan sistemáticamente los activos forestales nacionales. Institucionalmente el sector se ha quedado corto en la búsqueda de alianzas y el fomento equitativo de la participación de los actores interesados en los bosques nacionales. En el segundo caso, el sector está sujeto a una serie de presiones externas pero no ha querido ni podido entender para enfrentarlas y generar más estabilidad dentro de sí –Por ejemplo, presiones crecientes de tipo energético, espacios habitacionales, por carencias socioeconómicas en general, etc. La estabilidad que se le puede atribuir corresponde estrictamente a la autoridad pública nacional. Pero esa estabilidad se ha desperdiciado en torno a agendas reducidas cargadas de intereses gremiales que frecuentemente se debaten en medio de tensas relaciones en el seno del órgano de dirección de la entidad, clima que no permite el abordaje de los desafíos verdaderamente estratégicos del sector.
Respecto al empoderamiento, en el sector forestal no existe un sentido desarrollado de pertenencia y por lo tanto se carece de suficiente unidad. En parte, debido a que los espacios de participación multiactor son reducidos y excluyentes y aquéllos que tienen más posibilidades de cabildeo e incidencia política no han promovido la inclusión de aquellos que no gozan de estas ventajas. Estos aspectos también se reflejan en la organización productiva, pues son escasos los ejemplos de integración entre escalas de operación y entre niveles socioeconómicos. Hacia afuera del sector, sus miembros no han sido capaces de fomentar una cultura nacional a favor de la actividad forestal sostenida, a tal grado que se les percibe, en muchos casos, como verdaderos depredadores del bosque.
Finalmente, la resiliencia del sector, es decir, esa capacidad de sobreponerse a situaciones extremas para restablecer su funcionamiento normal. Al depender de los atributos anteriores, la resiliencia del sector forestal sólo puede ser valorada como limitada. Muy pocas variables están bajo su control de modo que tiende al agotamiento. La única posibilidad de revitalizarse y tomar un rumbo socialmente deseable depende del empoderamiento y éste sólo podrá tener sustento en una base social amplia y consciente de la necesidad de contar con más bosques para el desarrollo integral y equitativo de Guatemala.
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