Se tapa un agujero y se abre otro

El asunto del usufructo se ha manejado con serias deficiencias en materia de transparencia; pero el cuestionamiento de fondo que une las posiciones de empresarios y sindicalistas radica en que ambos no fueron tomados en cuenta en la negociación. En esencia, el problema radica en que ese negocio es un reacomodo de poder de los sectores que obtendrán las ganancias. Estar o no en la foto, ese es el asunto. Los negocios portuarios se han prestado a turbulencias, para  muestra, recordemos lo sucedido en el gobierno de Portillo donde Julio Girón y compañía se enriquecieron de la noche a la mañana, y pasaron a engrosar las filas de los nuevos ricos.

Como suele suceder en esta sociedad de dobles mensajes, se enarbola la bandera de la transparencia como imán para atraer a diversos sectores, se argumenta el incumplimiento y la opacidad en el proceso seguido, pero en lo profundo la molestia tiene razones tangibles. De allí que sean precisamente los sectores económicos que apelan a la competitividad, la creación de megaproyectos, el mejoramiento de la infraestructura portuaria los primeros en cuestionar lo hecho. La arremetida tiene un claro mensaje: los negocios grandes solo se pueden hacer en un sentido, con los de siempre. En la medida que esta lógica se intente alterar, habrá oposición sin tregua. Muchas concesiones de poder se han hecho en los gobiernos anteriores, para que nuevamente el pastel se reparta entre más, y especialmente si esos nuevos actores no pertenezcan a los clanes tradicionales y puedan propiciar el arribo de “desconocidos” que harían alianza con representantes del sector económico emergente.

Los sindicatos operan en la misma ruta. Se han beneficiado, a manera de zonas liberadas, con negocios turbios, relaciones público-privadas a las que solo han tenido acceso los de siempre. Esa dinámica se pretende romper, pero a través de acciones que solo persiguen desplazar unos por otros.  El asunto se torna insondable, en la medida que los episodios se han agravado buscando la inviabilidad de la decisión gubernamental. Todo quedará como un atentado que afecta temporalmente relaciones, pero que más temprano que tarde tomarán su nivel.