¿Qué entraña este pedido? Puede ir desde algo muy sencillo hasta intenciones de explotación laboral. Lo que no cambia es el perfil deseado: debe ser menor de edad, inteligente, con iniciativa, honrado, confiable, que no necesite que se le expliquen las cosas dos veces, que no reniegue de las tareas que se le asignen.
Nunca he visto anuncios para patojas chispudas, pero lo menciono para no invisibilizarlas.
Concentrémonos hoy en la parte chispuda. Ya estamos en vacaciones escolares, y esta es la época en que adolescentes de todos los estratos sociales buscan experimentar el mundo laboral y, por supuesto, la dulce sensación de tener unos quetzalitos ganados con esfuerzo propio. Claro que para otras familias solo es época de compensaciones con diversión, viajes o regalos.
La descendencia de dueños de negocio tiene la oportunidad de prepararse para cuando le toque heredar bienes o asumir responsabilidades. La parte de ingresos no es lo más relevante. Es bueno que conozcan el negocio de abajo hacia arriba, no solo desde la caja registradora.
Hay otros casos. Las vacaciones escolares pueden ser una oportunidad para que la juventud aprenda a fortalecer la economía familiar en la medida que sea posible.
Recordando mi barrio, creo que a todos nos buscaban oficio vacacional. Pasé por varias actividades. Aquí unas pocas: reparador de bicicletas y repartidor de gas a domicilio (de los que verifican las fugas mediante el método científico del fosforazo a boca de tambo). Quizá mi pago fue la enseñanza gratuita, pues no recuerdo haber recibido dinero, aunque no estoy seguro. Recuerdo algunos billetes en mi bolsillo cuando a los 15 años trabajé de cobrador a domicilio.
De aquello aprendí que hasta la bicicleta más vieja puede cobrar nueva vida (valor de rescatar y reusar). Lo del gas habría de servirme, años después, para evitar una gran explosión doméstica. Es que había perdido el miedo a las llamas de una fuga. De los cobros aprendí que a veces la gente no puede pagar aunque quiera y que las apariencias engañan.
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Perdón por hablar de mi experiencia personal. Es para llegar rápidamente a la parte reflexiva de este artículo.
Es bueno que, con supervisión, chicos y chicas aprendan lo que es trabajar y ganarse su propio dinero. Eso enseña a respetar el trabajo de cada persona en una empresa, refuerza la autoestima y da sentido de independencia. La experiencia también permite ver cosas malas del mundo al que entraremos en pocos años.
Fue de esa manera como nuestros ancestros aprendieron a ganarse la vida. Así pasaban los oficios a las nuevas generaciones, aunque muchos mayores languidecen actualmente porque se perdió la tradición.
Actualizándonos, vemos que estos primeros pasitos también sirven para reducir el peligro de que nuestra juventud piense que la vida está para gozarla y que podemos obviar el paso de ganárnosla.
Hay un tiempo para cada cosa. No necesitamos de religión o de otros credos para saberlo. Es bueno que promovamos este tipo de experiencias entre estudiantes vacacionistas. Estoy seguro de que personas adultas que esto leen también tienen recuerdos, lecciones y aventuras para compartir (en lo bueno, para promoverlas, y en lo malo, para mejorarlas).
A los chicos y a las chicas: es una gran experiencia poder decir que uno compró con su propio dinero el primer teléfono, los libros que quería leer; que invitó otros a comer; que fue al cine y se pagó la entrada a todas las películas que quiso; que ayudó a sus padres, abuelos o encargados; que compró regalos para los pequeños, y mucho más. ¡Chispa, patojos y patojas!
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