Los domingos por la tarde deberían ser tranquilos, un último suspiro antes del trajín laboral de la semana hecho realidad los lunes por la mañana. Una novela, una película, una plática con la pareja o la familia son algunos alicientes para prepararnos emocionalmente para la semana. La noticia de 27 personas masacradas y decapitadas da un giro de 180 grados a ese ideal vespertino de los domingos.
Todas las hipótesis apuntan a que la matanza en Petén está ligada al narcotráfico y a venga...
Los domingos por la tarde deberían ser tranquilos, un último suspiro antes del trajín laboral de la semana hecho realidad los lunes por la mañana. Una novela, una película, una plática con la pareja o la familia son algunos alicientes para prepararnos emocionalmente para la semana. La noticia de 27 personas masacradas y decapitadas da un giro de 180 grados a ese ideal vespertino de los domingos.
Todas las hipótesis apuntan a que la matanza en Petén está ligada al narcotráfico y a venganzas entre aquellos que lucran de dicho negocio. Aparte del horror que produce el hecho, la pregunta que me daba vueltas en la cabeza es: ¿qué vendrá después? Algunas cosas escribí sobre la llegada de la violencia por el narco en mi columna del 01/03/2011. Esto parte de ese “efecto globo” en el que la violencia ha pasado de Colombia a México y en la medida en que tengan éxito en el norte esa violencia vendrá a nuestras tierras. ¿Debería esto alarmarnos? Definitivamente sí, pero más debería alarmarnos que esta discusión se ha desarrollado en los círculos de seguridad internacionales desde hace varios años y en Guatemala nada hemos hecho al respecto.
Cuando digo “hemos”, me refiero en específico al Estado y a las élites económicas y políticas del país. El tema de seguridad en Guatemala se ha reducido, como tantos otros, a una serie de diagnósticos, investigaciones y debates cuyos principales resultados son excusas. El Estado que no tiene recursos y el sector privado que no quiere pagarlos por la poca transparencia y los altos índices de corrupción. Un debate tan trillado que se confunde con aquel sobre qué vino primero: ¿el huevo o la gallina? Un debate en el que solemos “hacernos un queso” discutiendo sin llegar a cuestiones concretas.
Primero, tenemos al señor Estado. Reconozco la falta de recursos que tiene el Estado, pero también lo altamente ineficiente que es para manejar lo que tiene. Las diferentes transferencias ministeriales, que no son exclusivas del actual Gobierno, demuestran que quienes nos han gobernado y nos gobiernan o no tienen idea de cómo ejecutar el presupuesto o tienen una idea muy clara de cómo malversarlo. Luego tenemos al sector privado que no quiere pagar impuestos, pero que si está más que dispuesto en derrochar en una seguridad privada ineficiente. Cantidades millonarias con las que bien se podría financiar una fuerza de orden público altamente capacitada y eficiente. Entonces, ¿estamos seguros dándole una pistola y uniforme a cualquier ishto o que siga la inseguridad para mantener el negocio? Por último, tenemos a los partidos políticos que ofrecen seguridad como si fuese números de lotería. Hay que darles el beneficio de la duda a las candidatas y candidatos para que expliquen no tanto el qué, sino el cómo de sus propuestas políticas de seguridad. De momento, todas parten bajo la etiqueta del populismo.
La discusión sigue, pero las víctimas también y lo más triste es que aumentarán. En materia de seguridad, la gran pregunta sobre ¿qué tipo de Estado queremos? ha sido reemplazada por una discusión sobre si queremos Estado o no. Si queremos aquel Leviatán de Hobbes que representa el monopolio del poder y la violencia legítima o si queremos desmonopolizar la misma y regresar a un Estado naturaleza, en donde cada quien vele por su seguridad. O tal vez podamos no discutir como lo hemos hecho, sino de una vez por todas trabajar juntos y crear un puente entre ambas posturas para recuperar así esas placenteras tardes dominicales.
Para comentarios: roberto.antonio.wagner@gmail.com
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