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Sandra busca empleo: el reto de vivir en zona roja y querer trabajar

Ninoshka Linde, gerente del sector de Contact Center y BPO de Agexport, asegura este sector hizo planes para emplear a 100 mil personas. Sin embargo, el plan se frustró porque «Guatemala no generó esa cantidad de personas bilingües».
Las empresas tienen mapas de las zonas rojas, para evitar contratar personal de esas áreas.
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Sandra busca empleo: el reto de vivir en zona roja y querer trabajar

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Cada año se gradúan de diversificado hasta 175 mil jóvenes en Guatemala. Entre ellos hay bachilleres en diferentes especialidades, peritos contadores, maestros y secretarias. Con su juventud, inexperiencia laboral, y, muchas veces, carencias educativas, esos miles de hombres y mujeres salen a competir por un trabajo remunerado. Sandra, de 19 años, es una de ellos. Apenas salió de estudiar se encontró con un escenario para el que no le prepararon: el desempleo. Un paro obligado que la ha estancado al inicio de su vida adulta.

Sandra tiene 19 años y se ha convertido en una experta en ferias del empleo. Se graduó en 2017 como secretaria bilingüe, pero ese título que tanto le costó, no ha sido de mucha utilidad en su vida.

—¿A cuántas ferias de empleo has ido?

—Ya perdí la cuenta, son varias. Pero siempre tratamos la manera de llegar temprano, de ser de los primeros.

Sandra habla en plural, porque ha ido a esos eventos junto a su novio, de 20 años, que también busca trabajo. Ambos viven en la zona 6 de Mixco, en dos colonias que desde antes que ellos nacieran estaban tachadas por ser zonas rojas: La Carolingia y El Milagro. Los dos, además, estudiaron en colegio en plan fin de semana, así que tuvieron una educación limitada y no dominan un segundo idioma. Los dos son inexpertos, pero buscan una oportunidad en una empresa formal que les ofrezca un salario mínimo, prestaciones laborales y tiempo para estudiar en la universidad.

Sandra sabe que la educación es importante para su progreso; de hecho, haberse graduado es una de las primeras batallas que ha ganado en ese terreno. Su padre dejó de ayudarla cuando cursaba segundo básico, pero ella se rehusó a quedarse varada y formar parte de las estadísticas. De acuerdo con la última Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos (ENEI 2018), el 73 % de la población de 15 a 29 años no terminaron sus estudios de primaria, básico o diversificado.

Simone Dalmasso

Así que lo suyo es un hito en su familia. Es la mayor de tres hermanos y su madre la ha apoyado para que tenga una vida más promisoria que la que ella tuvo. Las ferias de empleo de las que habla Sandra, son como una lotería. Las empresas reciben miles de aplicaciones, pero eligen a muy pocos.

Sandra se ganó la lotería el año pasado. En la feria a la que asistió en octubre en el parque de la Industria, logró una plaza como vacacionista en una tienda de zapatos. Le pagaron 1,800 quetzales cada mes, en noviembre y diciembre, y al final también recibió un bono por ventas de 346 quetzales. Su salario nunca llegó al mínimo, que actualmente es de Q2,992.37 para el sector no agrícola. Pero se sintió afortunada.

«Eran como 20 empresas ahí (en la feria del empleo de octubre de 2018) y solo calzado Roy me llamó», cuenta.

Recién graduada, estaba determinada a conseguir un buen empleo, como secretaria o asistente, de lo que estudió. Pero el paso de los meses se ha doblegado un poco y está dispuesta a tomar cualquier oportunidad.

Rechazados por ser pobres y vivir en zonas peligrosas

A finales de enero la acompañé a su primera feria laboral del año. Salió de madrugada de su casa y luego de un recorrido de casi 14 kilómetros, llegó a las 5:20 horas a las puertas del hotel Camino Real, en donde la Cámara Guatemalteco Americana (Amcham) realizó el evento.

Esta entidad ha realizado ferias de trabajo durante 23 años: rentan un salón, convocan a empresas que buscan trabajadores y reciben a los miles que buscan una plaza. A esta feria, además de Sandra, asistieron 5,627 personas. Este tipo de actividades les permite a los reclutadores recaudar una gran cantidad de hojas de vida en poco tiempo y en un mismo lugar. Y a los que buscan trabajo, entrevistarse con cada empresa en un mismo sitio.

-En el camino me contó que, además de no tener experiencia que piden las empresas, debe cargar el peso de vivir en un lugar indeseable para los reclutadores. Ella notaba que cada vez que escuchaban el nombre de su colonia, los entrevistadores cambiaban de actitud y daban a entender que la plaza a la que aplicaba ya no estaba disponible. «No sé por qué, como que lo discriminan por la zona en la que uno vive», dice.

Guadalupe Ramírez, una experimentada reclutadora de personal, reconoce que las empresas tienen mapas de las zonas rojas, para evitar contratar personal de esas áreas. «Por ejemplo, zona 18 es una zona de riesgo y si vas para una entidad bancaria no te reciben. Si vives en zona 12, en La Reformita, cuesta mucho que puedas ingresar a un banco. Lo mismo si vives en El Milagro, en Carolingia, en algunos sectores de Mixco que son puntos rojos, como El Limón».

Todos esos sitios mencionados al azar son focos de violencia. Aunque los candidatos a un puesto de trabajo no pertenezcan a los grupos organizados o pandillas que operan en esos lugares, deben pagar el costo de vivir en un entorno peligroso.

Ramírez lo ilustra con una anécdota. En una oportunidad le tocó rechazar a un jovencito que aplicaba a un puesto en una entidad bancaria. A él lo habían despedido de otro banco porque contó que un pandillero lo había amenazado cuando esperaba el bus para ir al trabajo.

Simone Dalmasso

«Mirá, para mañana necesito números de teléfono de las personas que trabajan con vos. Necesito los nombres completos y si no, te morís», le dijeron.

El error del joven, dice la experta, fue su honestidad. No quiso ser cómplice del criminal que lo amenazaba, le contó todo a su jefe y de inmediato lo despidieron. No quisieron trasladarlo a otra agencia, porque eso no cambiaba las circunstancias del peligro.

«Y la condición económica no te permite vivir en otro lugar, vas a tener que seguir conviviendo con la gente a tu alrededor, manejando todo ese contexto social», lamenta Ramírez.

Quienes solicitan un puesto en una entidad bancaria, deben someterse a un largo proceso de reclutamiento y selección. Para cada vacante llegan varios aspirantes, así que eligen al mejor en las entrevistas y en las evaluaciones psicométricas y pruebas técnicas.

En esa fase, dice Guadalupe Ramírez, se quedan varios. «Se evidencian las debilidades en escritura, en redacción, en habilidades numéricas. De siete que están evaluando te quedaron cuatro, y te toca hacer un estudio más profundo que son visitas domiciliares, la famosísima evaluación socioeconómica y si tienes un papá preso, no te van a dar el empleo tan fácilmente. Si las condiciones económicas son precarias tampoco te van a dar el empleo». Ser pobre también es una limitante para encontrar trabajo.

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Además de las pruebas de conocimientos, a los aspirantes les cuestionan el estado civil, la orientación sexual, la religión, o les piden como requisito realizarse pruebas de embarazo y VIH. Aunque es ilegal, las empresas piden que las personas consientan todas esa pruebas, incluso que se verifique su situación financiera.

Sandra descubrió que además de todos esos requisitos, también cuenta la apariencia física. En una oportunidad, se molestó con la entrevistadora de una entidad de bienes raíces que le dijo que ellos buscan señoritas que usaran «talla S».

En otra ocasión logró pasar el filtro para una empresa de call center en español que terceriza los servicios para una pizzería. Le ofrecieron horarios mixtos, de tres horas de trabajo por dos de descanso, pero en jornada de ocho a 10 horas efectivas, y un salario por hora y descanso un día del fin de semana. Parecía que la iban a contratar, pero su entrevista no resultó bien.

«Cuando empecé a hablar con el joven, estaba muy nerviosa. Me dijeron, la vamos a estar llamando. Y no me llamaron».

Los peligros al buscar trabajo

Así pasan las semanas y no sale nada. Mientras esperamos en la fila a que abran las instalaciones del hotel en donde se realizará la feria de empleo, Sandra me cuenta la peor experiencia que ha tenido. Una empresa de bienes raíces, que arrienda una pequeña oficina en la zona 9, buscaba una asistente y una administradora de redes sociales. En la sala de espera había varias señoritas que aspiraban al cargo. 

«Un hombre mayor me iba a entrevistar. Como de unos 45 años, yo así le calculaba. Era un hombre alto, moreno, me dijo que se llamaba Juan Carlos».

La entrevista, dice Sandra, fue interesante. Parecía que Juan Carlos estaba interesado en su vida y en cómo ella y su familia subsistían. Le preguntó por qué estudió en plan fin de semana, cuántos hermanos tenía, de qué trabajaba su mamá y si su padre se hacía responsable de ellos. «Él sonó interesado, entonces yo no miraba nada raro en él. Me empezó a platicar cuánto me iba a pagar, que me iba a dar prestaciones de ley».

Simone Dalmasso

También ofreció darle el sábado libre, para que pudiera estudiar en la universidad. Y, además del salario de tres mil quetzales, un bono de estudio de 500. Un salario de 3,500 quetzales para una jovencita sin experiencia, era demasiada suerte. Pero a Sandra le pareció todo muy extraño, «porque no cualquiera acomoda la situación solo por ti».

Ese instinto, más otras señales le hicieron ver que estaba en zona peligrosa. «Me preguntó, ¿usted usa tacones, usted carga tacones hoy?», recuerda. Ella le explicó que prefería las zapatillas, por comodidad.

—A ver, quiero ver, párese —me dijo, y me paré.

—Pero póngase de puntitas, como si tuviera tacones. Póngase de lado

—¿Por qué quiere que me ponga de lado?

—Póngase de lado para ver cómo usted se miraría.

Ella es inexperta, pero no necesitó más señales para saber que estaba en peligro. Juan Carlos, el entrevistador, se justificó al decir que solo buscaba que su futura asistente luciera presentable al usar tacones.

Cuando Sandra se mostró sorprendida, él no insinuó nada más y cambió la charla. Habló de viajes a los departamentos, de viáticos, de dormir en habitaciones separadas, y de explicar todo esto a la madre, en caso fuera necesario. Sandra salió de esa oficina después de 45 minutos de plática. Pero esto no terminó ahí.

«En la noche me mandó un mensaje y me puso: Hola. Y yo le puse, ¿quién es? Y me dice: yo soy Juan Carlos, el que la entrevistó en la tarde. ¿Sí se recuerda?, me dijo. Pero yo preferí ya no responder».

Sandra no acudió a la segunda entrevista que le pactaron y anunció que ya no seguiría con el proceso de reclutamiento. Pero las insistentes llamadas no paraban. Aunque bloqueó los números telefónicos desde donde la llamaban, la sorprendieron cuando le hablaban desde otros números que no reconocía. Y la presionaba: «Mire, usted quiere el trabajo ¿sí o no?, está interesada en trabajar, ¿sí o no?», en tono fuerte, molesto.

Una vez Juan Carlos la llamó casi a las nueve de la noche. El novio de Sandra devolvió la comunicación, pero Juan Carlos, aseguró que había marcado el número por error. Para Sandra, su mamá y su novio, esto fue otra alerta. «Tanta insistencia no me gustó, ¿quién va a estar rogando a alguien para que trabaje?».

Nadie. Esa es la respuesta. En Guatemala hay 2.7 millones de jóvenes de 15 a 29 años que conforman la Población Económicamente Activa, es decir, en capacidad y disposición de laborar. El 68.7% de esa cifra, según la Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos está ocupada en el sector informal, sin un empleo estable ni salario fijo. Nadie ruega a nadie para un empleo. Sandra no denunció el hecho, y no sabe con exactitud cuáles eran las intenciones de este hombre. Ella cree que se libró de una trampa. Ahora sigue en busca de empleo.

Waleska Sterkel de Ortíz, directora ejecutiva de Amcham cuenta que realizan ferias de empleo desde hace 23 años. Dos veces al año, una en enero y otra en julio, convocan a sus eventos en la capital. En algunas ocasiones van a los departamentos, como en 2018 que hicieron en Escuintla y Quetzaltenango.

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El problema es que en esos eventos muy pocos consiguen una plaza. «Estamos teniendo más o menos un nivel de contrataciones del 3 %», asevera Sterkel.

Pero ¿por qué contratan a tan pocas personas, si ofertan hasta 2,500 plazas y llegan tres, cinco, y hasta 10 mil personas con necesidad de trabajo? Ya dijimos que hay factores que excluyen: el lugar en donde viven, la pobreza, las referencias familiares, las deudas, a veces la orientación sexual, la inexperiencia, pero hay más.

«El tema es falta de preparación por parte de las personas y ahí vamos al tema de cuál es el currículum que de repente las universidades y los colegios están utilizando, que no hace match con lo que realmente piden las empresas», explica.

Y ¿qué piden las empresas? «En el caso de Amcham no podemos negarlo, tenemos muchas empresas multinacionales y el tema del inglés es algo muy importante. Ahora bien, yo puedo decir que hablo inglés, pero ese hablar, entender, escribirlo, ¿es el nivel que se requiere en la empresa dependiendo del puesto que están buscando? Esos ya son otros cinco pesos», responde Waleska Sterkel.

Let´s talk in English

Regresemos a la historia de Sandra. Ella me cuenta que, aunque se graduó de secretaria bilingüe, su nivel de inglés es bajo. Desde la primaria, los básicos y en el diversificado, la enseñanza en inglés era mínima. Y aunque trató de reforzarlo en un curso gratuito que dio la Municipalidad, su conocimiento no mejoró.

«En hablado tenía como un 10 %, tenía muy bajo. Y en escrito, como un 30 %. Tenía que reforzarlo en ambos», recuerda que le dijeron cuando fue al Instituto Nacional de Capacitación (Intecap) para optar a una beca de inglés para trabajar en un call center.

Esas oportunidades están dirigidas a quienes evidencien un 40 % de conocimientos del idioma. La industria de contact centers y BPO (Business Process Outsourcing) que funciona en Guatemala para prestar servicios de atención al cliente, asistencia financiera y técnica a empresas extranjeras, se ha convertido en el mayor empleador masivo en el país. Son apenas una veintena de empresas, pero entre ellas ofrecen hasta 45 mil plazas de empleo, con salarios mínimos de seis mil quetzales.

Ninoshka Linde, gerente del sector de Contact Center y BPO de la Asociación Guatemalteca de Exportadores (Agexport), asegura que en el pasado este sector hizo planes para emplear este año a 100 mil personas. Sin embargo, el plan se frustró porque «Guatemala no generó esa cantidad de personas bilingües». Así que las industrias han migrado.

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Ahora hay call centers en Honduras, Nicaragua, República Dominicana, Colombia y México, cuando antes no tenían esas operaciones, señala Ninoshka Linde.

A mediados de enero el Grupo DTI (Desarrollo Internacional de Talento) organizó una feria de empleo en los pasillos de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de San Carlos. La fila serpenteaba todo el edificio. Eran miles en un pequeño espacio, en donde se veían currículos vitae apilados en las mesas.

A esa feria fueron estudiantes universitarios, pero también recién graduados. Un grupo de dos mujeres y un hombre que terminaron en 2018 la carrera de perito contador en un instituto público de la zona 1, se veían particularmente desorientados. No sabían a dónde aplicar, buscaban una primera oportunidad, «de lo que sea». Excepto call center en inglés, porque apenas sabían decir algunas palabras en ese idioma. 

Sentado en una de las mesas de las empresas que buscaban «talentos» (así llaman a los aspirantes), estaba Josué David Rivas. De 31 años, casado, que inició a trabajar hace una década en un call center, y ha escalado posiciones hasta llegar al área de reclutamiento de personal de Nearsol. Rivas estaba ahí como el primer filtro para entrevistar a los candidatos a través de una breve conversación en inglés. Su empresa es una de las que se dedican a ofrecer el servicio de reclutamiento de personal, infraestructura y tecnología y trabajo administrativo a entidades estadounidenses.

En esa feria del empleo buscaba llenar 50 plazas. Pero a las 14:00 horas, mientras en el escritorio del Banco de los Trabajadores ya había dos mil aplicaciones y cientos de hojas de vida apiladas, porque las solicitudes de trabajo se habían agotado, Rivas solo había conseguido citar a 18 personas para una entrevista en sus oficinas.

El requisito principal para optar a un empleo en este contact center es tener 85 % de conocimiento de inglés verbal y escrito. Tener experiencia de seis meses o un año en un puesto similar, y que estén dispuestos a realizarse una prueba de consumo de drogas. Y si optan a puestos administrativos, tener tres años de estudios universitarios.

La industria requiere cada vez más personal por una razón muy sencilla: «La mano de obra es muy barata en Guatemala», dice David Rivas. Las cuentas mejor pagadas pueden llegar a 800 dólares al mes. Eso significa que el salario promedio va de los 6 mil o 6,500 quetzales, incluso más que algunos graduados universitarios.

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Eso significa que en ese tipo de empleos se puede ganar poco más del doble del salario mínimo actual. Sería el salario ideal para jóvenes como Sandra, porque les permitiría mejorar sus condiciones de vida. Pero, sin inglés, ese salario es inalcanzable.

Ninoshka Linde, recuerda que inició a trabajar en la industria de los BPO y contact center en 2009. En aquel año, empleaba al 80 % de la gente que solicitaba un trabajo, porque ese porcentaje sabía inglés. «Hoy, las empresas de contact center si mucho se quedan con el 15 % de la gente que llega», asegura.

El problema es que no hay muchas personas bilingües en el país. No hay una estadística, pero la información de Ninoshka Linde puede servir de referencia. Solo el 15 % de los que buscan empleo, tienen oportunidad de entrar a un call center. Sandra no está en ese porcentaje.

¿De quién es la responsabilidad? «Lastimosamente de nuestro sistema de educación», dice Linde. Autoridades del viceministerio de Educación Bilingüe del Ministerio de Educación confirmaron que en el nivel básico, los estudiantes reciben dos periodos de clases de inglés por semana, mientras que los graduandos deberían tener cuatro o cinco clases. Pero es insuficiente y la enseñanza no es de calidad, porque no hay suficientes maestros de inglés para impartir las clases.

Cada año se gradúan de 165 mil hasta 175 mil jóvenes de diversificado, y por seguro, una gran cantidad de ellos quedará en paro obligado. Sin trabajo. Tal como ha sucedido con Sandra.

Mientras tanto, la industria de los call centers busca solucionar su deficiencia de personal. Desde 2015 inició el programa finishing school, certification for callcenter, que consiste en becas de 10 semanas a jóvenes con un 40 % de conocimientos en inglés, «para demostrarle al gobierno la viabilidad de generación de empleo a través de la creación de estas capacidades», explica Linde.

Hasta ahora, Intecap ha capacitado a 3,800 jóvenes, y más del 75 % están trabajando en call centers. Pero esa cantidad es muy baja, en comparación con las plazas que la industria busca llenar, y la cantidad de desempleados en el país.

Sin política de empleo en Guatemala

Olga Matta, directora de Empleo, de la Dirección General de Empleo del Ministerio de Trabajo, reconoce que en el país hay deficiencia de empleos, pero más que eso, hay una brecha de talento que no logra llenar la demanda de las empresas que ofertan los pocos puestos de trabajo formales en el país.

«Obviamente la curricula educativa que está sacando el Ministerio de Educación, obedece a una necesidad de hace 100 años. Seguimos sacando maestros, sacando bachilleres, saturando el mercado cuando las demandas son obviamente otras. Ya muchas profesiones que hoy están sacando pronto no van a existir», indica.

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«Como vamos a la tendencia de la automatización, probablemente todos los sistemas contables van a ser automatizados, probablemente no va a necesitar el mercado tanto perito contador. Ya vamos a tener automatizados los servicios en un banco, entonces ya no vamos a necesitar tantos bachilleres. Entonces hoy tenemos que empezar a trabajar para lo que el mercado nos va a demandar en los próximos 10 o 20 años», remarca Matta.

El plan del Ministerio de Trabajo es hacer operativa la Política Nacional de Empleo Digno 2017--2032, que plantea el reto de eliminar los empleos precarios, la migración y la formación profesional. Y la meta de disminuir, dentro de 13 años, la informalidad, la tasa de subempleo, el desempleo y la pobreza extrema en los trabajadores. Para lograrlo, se trabaja en capacitación, programas de pasantías, programas de escuelas-talleres, convenios con empresas y repensar en las carreras de nivel medio que oferta el Ministerio de Educación. Pero todo esto, todavía no es suficiente.

De hecho, en la Política Nacional de Empleo Digno se menciona que uno de los obstáculos para cumplir las metas, es que la generación de empleo no aparece en el centro de las políticas macroeconómicas. La estructura productiva no es diversificada, y entre otras cosas, hay debilidades en el Servicio Público de Empleo y en el Sistema Nacional de Información Laboral. De hecho, no existe ese sistema.

Kelvin Aguilar, del Observatorio Laboral del Ministerio de Trabajo, explica que no cuentan con información actualizada de la situación laboral en cada departamento: «La tasa de desempleo próxima que yo le puedo dar de Huehuetenango, es de 2014. Entonces esas son las limitantes que tenemos en relación a estadísticas. De hecho, uno de los retos que tiene el Ministerio de Trabajo dentro de la Política Nacional de Empleo, es un Sistema de Información Laboral, el cual permita integrar toda la información estadística de un mercado de trabajo».

Para esto necesitan 18 millones de quetzales presupuesto, que podrían asignarse desde el Congreso o a través de una donación. Hasta que no tengan el mecanismo, el Ministerio de Trabajo va bastante a ciegas con sus planes por mejorar la situación laboral del país.

La última semana de enero, Sandra no había sido llamada por ninguna empresa. Ahora espera que se abra la convocatoria para enlistarse en el Ejército. Alguien le contó que podría obtener empleo en la Guardia de Honor. Entrará como soldado raso, si es que la admiten, y quizá ahí pueda hacer una carrera militar. Su futuro es incierto.

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