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Salud Pública, el enfermo crónico al que la Ministra intenta rescatar

La estrategia descansa ahora en frenar cualquier intento de privatizar los servicios y encaminarlo todo a la lógica del servicio público; el campo de especialización de la nueva ministra.
“Hasta el pensamiento en salud lo tenemos privatizado, creyendo que lo público no sirve y que lo privado es la solución mágica a todos los problemas”.
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Salud Pública, el enfermo crónico al que la Ministra intenta rescatar

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Desde hace un mes, la médica Lucrecia Hernández Mack cuida de un enfermo crónico: el Sistema de Salud de Guatemala, que presenta un cuadro clínico desfavorable. Así llegó a sus manos; en esas condiciones aceptó el compromiso de volverlo a la vida y hacerlo eficiente. En esta entrevista, la nueva Ministra de Salud Pública y Asistencia Social, especialista en análisis y políticas de sistemas de salud pública, explica sus planes. Un tratamiento que incluye una reforma a mediano plazo enfocada en la pertinencia cultural.

El Sistema de Salud de Guatemala está enfermo. No tuvo la oportunidad de ser atendido cuando presentó los primeros síntomas de su enfermedad a mediados de los 90, tras una reforma a la lógica de la Salud Pública: mercado y no servicio. Ahora convalece en cuidados intensivos, moribundo. Y cuando se creía que ya nada se podía hacer por él, la médica y cirujana Lucrecia Hernández Mack asume el reto: salvarlo. Es así como ha cambiado su rol de activista y ha aceptado la invitación del presidente Jimmy Morales para hacerse cargo del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS), quizá la cartera más complicada del Gobierno. A 30 días de haber asumido, Hernández Mack perfila una estrategia política y técnica que contempla cambios profundos, estructurales, de corto, mediano y largo plazo. “Cada uno de los plazos empiezan a correr desde hoy”, señala.

—El Ministerio es como un desnutrido crónico que no tiene recursos ni financiamiento. Encima los casos de corrupción lo mantienen con una diarrea constante. Y por si fuera poco, la conflictividad laboral interna le ha contagiado una neumonía nosocomial, una neumonía que sólo puede ser adquirida dentro del propio hospital—, dice Hernández Mack al describir el cuadro clínico que presenta la institución que acaba de recibir bajo su cargo.

—¿Se puede salvar el Sistema de Salud en las condiciones en las que lo recibió?

La Ministra, optimista, dice “sí”. Pero aclara:

—Se puede revertir su enfermedad. Pero necesita tiempo.

Aparte de tiempo, señala Hernández Mack, para detener el colapso de todo el Ministerio de Salud, también se necesita de una fuerza muy potente para lograr un momento de respiro: “Es (el colapso) como una bola con demasiada inercia. Para detenerla se necesita una fuerza igual. Sólo para detener el colapso y llegar a un equilibrio. Luego, llegados a ese punto, para revertir la inercia se necesitará de otra fuerza todavía más grande, que empezará a empujar cuesta arriba, hacia el lado contrario”, explica.   

Simone Dalmasso

Médica y cirujana, con una maestría en Salud Pública, y un doctorado sin concluir en Medicina Social y Salud Colectiva, Lucrecia Hernández Mack —pequeña, sonriente, de complexión ligera, rápida— habla de todas las fuerzas necesarias para cambiar el Sistema de Salud de Guatemala. Habla con propiedad, convencida. La doctora Hernández Mack también es atleta, es una corredora de fondo, aunque ahora corre por los pasillos del Ministerio de Salud, corre para llegar a una reunión con el Presidente, corre de una reunión a otra hasta altas horas de la noche, y corre tanto como para hacer una analogía al libro de Haruki MurakamiDe qué hablo cuando hablo de correr: "Porque es vaciar la mente, despejar las ideas para retomar la carrera". Necesita movimiento, agitar las ideas, despejar la mente, pensar…

Ahora la doctora Hernández piensa que el cuadro clínico que presenta el enfermo crónico que tiene a su cargo se debe tratar en orden: primero atender la deshidratación (financiamiento), luego la neumonía nosocomial (ordenar la institución desde dentro), y por último la diarrea (la corrupción).  “El muchachito aún puede salvarse”, insiste. “Aún no está como para amputarle algo, o como para ya no luchar por él”.

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—Primero debemos ordenar la casa. Necesitamos, a como están las cosas, tres años para hacerlo. Una vez estable, el propósito será construir una política de salud integral, en coordinación con lo comunitario, la pertinencia cultural y la relación con el medio ambiente que se haga desde el Estado— dice Hernández Mack.

La estrategia descansa ahora en frenar cualquier intento de privatizar los servicios y encaminarlo todo a la lógica del servicio público; el campo de especialización de la nueva ministra.

El servicio de lo público

Los tiempos que corren resultan interesantes para quien se preocupe de la recuperación del Sistema de Salud, señala la Ministra. “Estar al frente del Ministerio de Salud es parte del top cinco de los trabajos que en Guatemala nadie quiere”, ríe. Pero al mismo tiempo dice que ve una oportunidad: El Sistema de Salud de Guatemala está en un punto de inflexión, de cambios estructurales donde el tiempo para varios proyectos —nacidos de una reforma de salud de mediados de los años 90— han llegado a su fin: “La idea es que la salud se trate desde la perspectiva de servicio público y no desde la lógica del mercado”.

Dice “mercado” e inclina un poco la cabeza, mira al suelo, medita, guarda silencio y…  “¡Es un monstruo! !Es un monstruo gigantesco!”, exclama. Pero luego sonríe –casi iluminada– y se corrige así misma: “Será bonita la tarea”.

—El desafío más grande es crear institucionalidad. No hay institucionalidad. El Ministerio, por años, se ha enfocado en prestar servicios y nunca se ha querido convertir en el conductor de todo el sistema de Salud. Una buena parte del Ministerio dice: “Es que así es como se ha hecho siempre…”. Ajá, pero hay que revisar lo que dice la normativa. Es lo que vale. Lo que en verdad se debe hacer.

En medio del caluroso marzo de 2015, Lucrecia Hernández Mack maneja un enorme picop 4X4 esquivando cientos de baches en una carretera casi destruida. Salta de un lado a otro, esquiva, frena, acelera, rebasa, ríe. Cuando la doctora sonríe sus ojos se vuelven minúsculos en tanto desaparecen de su rostro y lo que resalta en su lugar son sus rasgos asiáticos (China es un mote que le ha acompañado a lo largo de su vida). Ahora –justo un año antes de ser nombrada Ministra– maneja intentando mantener su posición en el centro de una caravana integrada por cuatro camionetas conducidas por la economista Alejandra Contreras, el académico Gustavo Estrada, y el médico Juan Carlos Verdugo. Todos ellos forman parte del Instituto de Salud Incluyente (ISIS) y avanzan por la bocacosta de Guatemala, en la planicie del municipio de Santa Catarina Ixtahuacán, en Sololá, en busca de la aldea Guineales, donde han puesto en marcha su proyecto conocido como Modelo Incluyente de Salud (MIS) desde hace varios años. Plaza Pública era parte de la caravana interesada en entender el funcionamiento del MIS en la boca costa de Guatemala.

Y así mientras conducía, la doctora Hernández Mack ya repetía frases que aún hoy mantiene claras:

—Hay alternativas. Hay alternativas. Hay cosas que funcionan. Que se pueden implementar…

Las decía a inicios de 2015, justo en un momento difícil para toda la red hospitalaria del país: las medicinas se habían acabado, no había guantes ni gasas para operar, los alimentos escaseaban, y lo peor, la capacidad de reacción ante una posible emergencia sería ineficiente.

Guineales, un distrito de salud conformado por cinco aldeas y 46 caseríos, parecía un paréntesis extraño en medio de toda la crisis de salud de 2015. Todos los niños ya pesados. Todos vacunados. Todas las mujeres a punto de dar a luz con un control personalizado de su embarazo desde los puestos de salud. Y en cada una de las unidades, dos auxiliares de enfermería haciendo el inventario de enfermedades recurrentes desde las comunidades del lugar: quién está enfermo de gripe, quién tiene diarrea, quién tiene un embarazo de tres o cuatro o incluso ocho meses; la calidad del agua también completamente monitoreada. Mapas en las paredes de los puestos de Salud, como el de Patzité, que detallaban estadísticas de familias, por caserío, por aldea.

—Son lugares donde incluso la enfermedad más recurrente puede ser el empacho o el mal de ojo. Son epidemia— resaltaba entonces Hernández Mack, para presentar un modelo distinto de atención en el primer nivel de Salud, con pertinencia cultural, coordinado entre el sistema estatal y el sistema de salud tradicional de las comunidades.

Simone Dalmasso

Para la doctora Hernández Mack y el equipo de ISIS –algunos forman parte ahora de su equipo de trabajo en el Ministerio– la clave para empezar a revertir el actual colapso del sistema debe suceder en el primer nivel de atención. El MIS es una de las apuestas fundamentales para recuperar terreno perdido, reformar, restituir.

El Sistema de Salud de Guatemala se parece al diseño de una especie de muralla constituida por tres enormes bloques: prevención (puestos de salud o primer nivel de atención), contención (centros de salud o segundo nivel de atención) y acción (hospitales). El MIS está enfocado en los puestos de salud, como ocurre en Guineales, y que también ya ha sido implementado en los  distritos de salud de Cuilco (Huehuetenango), Rabinal (Baja Verapaz), La Unión (Zacapa) y Cubulco (Baja Verapaz). Se aplica en total en 141 puestos de salud, en nueve distritos del país, con una cobertura que supera las 350 mil personas. En los lugares de implementación del MIS se identifican terapeutas mayas y terapeutas populares, que incluye a las abuelas comadronas de las comunidades y se establece una coordinación en paralelo con los puestos y centros de Salud. Perú y Bolivia lo han implementado como modelo nacional desde hace décadas.

“Como el primer nivel ha sido casi inexistente y el segundo nivel tampoco ha sido eficiente, el tercer nivel (hospitales) se ha sobrecargado con enfermedades que no fueron atendidas preventivamente en los últimos años. El plan, ahora (2016), es intentar un MIS en el área metropolitana. No significa que los puestos o centros de salud y mucho menos los hospitales dejen de atender enfermedades concebidas desde la medicina occidental. Habrá, en cambio, coordinación entre lo comunitario y lo institucional en lugares donde será necesario. Y poco a poco intentar que el modelo suceda a nivel nacional con una lógica familiar y comunitaria”, dice la Ministra. En otras palabras: empezar a revertir la caída.

Desde las entrañas

La relación de la nueva Ministra con el Sistema de Salud es más profunda. Incluso familiar, social y también política. Lucrecia se recuerda a sí misma —a veces como estudiante y otras como investigadora— en distintos momentos importantes en los cuales el Sistema de Salud empezó a mutar, cambiar de forma, con prioridad en lo privado y poco interés en el servicio público. A mediados de los años 90, como practicante universitaria, Hernández Mack fue testigo de los primeros cobros de servicios dentro de los hospitales: “Antes un servicio, como el laboratorio para evaluar gases arteriales, no era cobrado a las familias dentro de las entidades de salud pública. A mediados de los 90 se empezaron a cobrar este tipo de servicios”, dice.

En efecto, a inicios de los años 90, el Sistema de Salud de Guatemala cambió radicalmente en menos de cinco años. Entre 1992 y 1993, se creó el Programa Sectorial de Salud (PSS); entre 1994 y 1995, la Política de Salud y sus reglamentos; en 1997 se introdujo el Código de Salud, y cada una de estas etapas dieron vida a una reforma del sistema, que en síntesis se trató de una imposición de parte del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), a cambio de autorizar créditos monetarios para procurar la subsistencia del Estado de guatemalteco. La reforma del Estado fue estructural, Educación y Salud fueron los rubros más afectados. “Durante toda la década de los 90 los cambios fueron fuertes para Guatemala. Se vivía incertidumbre. Los amigos de la familia desaparecían o los asesinaban. Mi padre se tuvo que exiliar, huir de Guatemala. En 1990, cuando yo tenía 16 años, asesinaron a mi madre (Myrna Mack Chang). Se llevó a cabo también el golpe de Estado de Jorge Serrano Elías. Se empezaba a hablar de los inicios de un acuerdo para la paz. Ramiro de León Carpio asumía la Presidencia e iniciaba la reforma de salud que heredaría el gobierno de Álvaro Arzú para terminar de implementar la terciarización de los servicios. El Sistema de Salud, algo que no se notaba demasiado, sufrió cambios estructurales que pudieron ser buenos si se hubiera fortalecido de manera paralela el servicio de lo público. Pero no se hizo. Para entonces yo ya sabía que me dedicaría a la Salud Pública”, recuerda Hernández Mack, y critica: “Hasta el pensamiento en salud lo tenemos privatizado, creyendo que lo público no sirve y que lo privado es la solución mágica a todos los problemas”.

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Antes del MIS, antes de la pertinencia cultural, Hernández Mack explica que durante el gobierno de Arzú, se crearon los Programas de Extensión de Cobertura (PEC), con intención de que el área rural tuviera cobertura del primer nivel de atención. Serían proyectos dirigidos por organizaciones no gubernamentales (ONG’s),  subsidiadas por el BID. “Se trataba de un modelo neoliberal para la Salud Pública”, dice la Ministra, que estudió de cerca, para su tesis, los PEC de San Mateo Ixtahuacán, en Huehuetenango; en el puerto de San  José, en Escuintla; en La Libertad, Petén; y Rabinal, en Baja Verapaz.

Simone Dalmasso

Los PEC funcionaron a nivel nacional hasta 2015. Y hubo intentos de anteriores administraciones para revivirlos. Habían intereses de por medio: diputados dueños de oenegés, malversaciones, falta de fiscalización por parte de la Contraloría General de Cuentas (CGC). “Nunca hubo datos reales sobre los efectos que tuvieron. Nunca se comprobaron reducciones de mortalidad infantil o algún indicador”, dice la Ministra.

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Ahora la información  y la regularización serán ejes centrales en la operatividad del Ministerio de Salud: “No es posible que como conductores del Sistema no tengamos datos de los puestos o centros de Salud. Tampoco es posible que no tengamos datos del sector privado. Para tomar decisiones, para reaccionar ante emergencias, necesitamos información a nivel nacional”, añade. La regularización, dice, se enfocará en monitorear abastecimientos, en que haya un adecuado uso de recursos, autonomía eficiente para las unidades ejecutoras.

Salud social

—¿Cómo se concibe la salud desde lo social?

 —Mi mamá estudió trabajo social. Luego antropología. Mi papá, que es médico (Víctor Hugo Hernández Anzuelo), fue parte del movimiento estudiantil de la Universidad de San Carlos. También de la Asociación de Estudiantes de Medicina y presidente de la Asociación de Estudiantes Universitario (AEU). Entonces todo ese compromiso social que tuvieron mis padres ha sido una de las mayores influencias sobre mí.

Mucho antes —antes de ser Ministra, antes de cualquier cosa en realidad— la política, lo social, la salud, formaron una especie de bloque unido en la biografía temprana de Lucrecia Hernández Mack. Tres ejes que han entretejido sus intereses personales más profundos. Todos y cada uno articulados desde la familia. No en vano, Hernández Mack recuerda sus primeras lecturas que realizaba con apenas cuatro años: libros de medicina, los libros de su padre, que a ella le interesaban porque hablaban, fundamentalmente, de un antes y un después: de enfermos que en la página siguiente sonreían completamente sanos. Un cambio que ella recuerda como “una mejora, un vuelco, algo para ilusionarse”, como ahora piensa que podría suceder con el Sistema de Salud.

Tras el asesinato de su madre, dos años más tarde, decidió estudiar medicina en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Al igual que sus padres, se involucró en el movimiento estudiantil de la época. Se integró al Bloque Organizado de Medicina (BOM), el cual dirigió durante casi una década la Asociación de Estudiantes de Medicina. Ahí, recuerda, “el análisis era más político. Hacíamos teatro, parodias, crítica social. Buscábamos entender Guatemala. Como médicos, algo que me resulta fundamental”. De hecho, los dos Viceministros que hoy la acompañan al frente del MSPAS, Édgar González y Adrián Chávez, fueron parte del BOM.  “Édgar y Adrián siempre han acompañado los procesos del Ministerio, algunas veces desde dentro, o bien desde la academia. Desde lo administrativo como lo técnico. Si analizamos políticamente el asunto, para mí que no tengo respaldo político, entrar a dirigir el Ministerio sin aliados sería un suicidio. Ellos han sido mi equipo. Son mi equipo”, dice Hernández Mack.

—¿Es la oportunidad de pasar de la teoría a la práctica?

 —Lo que hicimos durante años fue analizar al Estado y la forma en que ha llevado el tema de Salud Pública: los recursos, la ruptura del sistema. Estamos a tiempo de curarlo. Tenemos tres años para marcar el inicio de algo importante. Nuestro único compromiso político era este: aprovechar el primer año porque después sería demasiado tarde.

El repliegue de una red rota

Desde su llegada el pasado 27 de julio,  Hernández Mack ha empezado a ordenar el Ministerio. Con ese fin, el cambio más temprano fue reducir su Gabinete, de cinco viceministerios a un equipo que incluye solo dos. “Hay que entender algo: la red de servicios, cuando recién asumimos, se encontraba descoordinada; los hospitales nacionales no sabían lo que ocurría en los centros y puestos de salud. Los primeros niveles de atención habían sido desconectados del tercer nivel de atención, a causa de que en 2003, durante el gobierno de Óscar Berger, se creó el Viceministerio de Hospitales. Lo que hicimos fue reconstruir esta red y dejamos vacante el puesto de este último Viceministerio”, explica la Ministra.

Simone Dalmasso

El Ministerio de Salud está compuesto por cuatro Direcciones Generales: la General de Regulación, Vigilancia y Control de la Salud (DGRVCS), la Dirección General de Recursos Humanos en Salud (DGRHS), la Gerencia Administrativo-Financiera, y la Dirección del Sistema Integral de Atención en Salud (SIAS). Esta última, responsable de la prestación de servicios a través de la red organizada en tres niveles de atención.

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La Ministra insiste no una ni dos, sino más de ocho veces, en que ni de ella ni de su equipo más cercano, han asumido compromisos políticos con el Gobierno. No hay tampoco respaldo político –“más allá del Presidente, Jimmy Morales, nadie”– para que todo lo que pretende se mantenga a flote, salga adelante. “Al principio no tomé en serio que mi nombre fuera cotejado para Ministra. No en un Gobierno dirigido por un partido político, como FCN-Nación, que en parte fue creado por militares. ¿Qué haría una Mack en tales circunstancias? No fue fácil.  El Presidente sabía de la historia política de mi apellido, de la muerte de mi madre. Pero la confianza ha sido depositada en nuestros conocimientos. Si no le entramos ahora el Sistema de Salud nunca se va a curar”, refiere Hernández Mack, antes crítica del gobierno pero que ahora, como dice, tiene otra perspectiva, otra forma de pensar por “la libertad con la que estamos trabajando”. Myrna Mack Chang, la madre de Lucrecia, fue asesinada a puñaladas a pocas cuadras de Casa Presidencial, el 11 de septiembre de 1990, por agentes del desaparecido Estado Mayor Presidencial; su asesinato fue ordenado por el alto mando del Ejército, por considerarla “enemiga del Estado”.

Quizás lo más difícil de momento –y ella se coloca de nuevo las manos sobre la cabeza– sea la parte de la enfermedad que el Sistema de Salud ha adquirido desde dentro, profundamente desde las entrañas: los sindicatos. “Ni el Ministerio tiene cifras exactas de cuántos sindicatos existen. La propuesta actual es entrar a revisar y analizar los pactos colectivos pero con criterios técnicos, pensando en nuestro presupuesto”, explica. Muchos de los compromisos asumidos por administraciones anteriores no contemplaron los gastos que implicaría firmar adeudos y obligaciones con los empleados públicos sindicalizados. En cierto momento, el presupuesto del Sistema de Salud estaría dedicado en un alto porcentaje al pago de salarios. Sueldos para empleados cuyas plazas fueron creadas en momentos coyunturales, y que ahora se han vuelto permanentes. “Muchos creen que podemos hacer despidos. Pero no es tan sencillo rescindir un contrato laboral. A diario, en el Ministerio, tenemos diversas reinserciones bajo orden judicial. Es un tema que aún estamos evaluando. Es la neumonía nosocomial que también hay que tratar de alguna forma”, explica la Ministra.

Y parte de este tratamiento incluye abordar el tema de las plazas fantasmas, el robo de insumos y medicamentos, sobre lo cual, de momento, hay pláticas para instalar una oficina de investigación del Ministerio Público (MP) y de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), dentro de los múltiples niveles de atención del Sistema de Salud. “La disponibilidad de información, lo que intentamos hacer, es que sea de manera transparente. A cualquiera que la requiera”, agrega.

El Sistema de Salud, como insiste la Ministra, está en un punto en el que todavía puede ser atendido. “Estas son las bases que queremos construir para crear una política de salud desde el Estado. Cambiar y proponer alternativas. Basta algo de tiempo, pero también hace falta cariño”.

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