La juventud no permite siempre hacerla evidente, pero para nuestra generación será uno de los temas más relevantes en unos años. Hablamos de “la salud” casi siempre como algo abstracto, como un servicio o una estadística. Yo creo que va más allá. La Organización Mundial de la Salud, en el Preámbulo de la Constitución en 1946, la define como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. La salud es vida, es la posibilidad de seguir disfrutando de lo que se tiene en este mundo. O bien, de hacerlo de la mejor manera, con aquello que se debe sobrellevar, de una manera digna, siendo atendido, sin escatimar gastos, porque la vida lo vale.
Pienso en una fotografía que vi hace un par de días: eran estudiantes de medicina en un hospital público, ventilando a dos pacientes al mismo tiempo. Me los imagino toda la noche así, como me lo ha contado una amiga médico que hace su especialidad en un hospital del centro de la ciudad. Escucharla es como atender a historias ficticias, a invenciones que no pueden ser ciertas. Pero una rápida visita a cualquier de estos hospitales confirma el estado deplorable de la salud en Guatemala. Las continuas huelgas de los doctores no son más que un gesto ahogado frente a un Estado que poca atención da a uno de los derechos más fundamentales de cualquier persona.
La iniciativa que el Consejo de Comunidades por la Salud de Guatemala –una organización que representa a 35 municipios de varios departamentos del país– es una iniciativa en defensa de todos. La defensa del derecho a la salud se realiza en nombre de estos municipios, pero se hace también por muchos otros guatemaltecos y guatemaltecas. Este Consejo, con una base social integrada por líderes y lideresas en cada municipio, se ha dado a la tarea de hacer el ejercicio que ellos mismos denominan como “vigilancia ciudadana”. Esta vigilancia se ha convertido también en un proceso de toma de poder ciudadano, de conocimiento de sus derechos y de su propia dignidad, y por último de vencer el miedo a denunciar.
Los problemas de maltrato y racismo en el ámbito de la salud se reproducen en el sistema de público, la falta de medicamentos, y los cobros por gasolina para transportar mujeres embarazadas o bien casos urgentes a hospitales que se encuentran en cabeceras departamentales, se han convertido en demandas concretas a las que el Estado debe dar respuesta de manera contundente. Es una relación interesante, por un lado es de señalar las deficiencias del Estado, pero por el otro, el compromiso de construir un Estado más atento a las necesidades de su población.
En estos próximos días, se tendrá una campaña por la salud, a la que todos deberíamos ser sensibles, porque al final de cuentas es un derecho a la vida misma que se nos niega constantemente.
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