También se planteó la inútil pregunta: ¿qué edad tiene la Tierra? Y vimos cómo las respuestas sin fundamento deben ser desechadas cuando se aplica el método científico y los razonamientos se basan en evidencia. De nuevo, la ciencia inútil produjo “beneficios colaterales”. Entre otras cosas, reveló los niveles de contaminación por plomo al que estábamos expuestos. Esa historia se repite decenas de veces, en decenas de casos. El científico: Patterson. Sus armas: evidencia y ética. Tras más de 20 años de lucha contra grandes intereses económicos y científicos con menos ética, logró mostrar el daño que el plomo producía y obligó a erradicarlo de los productos que consumimos comúnmente.
Pienso en cómo determinar la edad de la Tierra no podría haberse concretado sin el desarrollo de muchos campos de la física y sin la tenacidad de los científicos a cargo. Recuerdo también cómo leemos nuestro planeta y sus cicatrices, por ejemplo, la capa de ceniza de la erupción que formó el lago de Atitlán hace más de 80,000 años, que va desde Florida a Colombia. Recuerdo la letanía en el episodio: “gracias a todos los científicos que me precedieron, gracias geólogos, gracias Charles Lyell, gracias Michael Faraday, gracias…”. La oración del científico, su mantra, no está hecho de peticiones, sino de agradecimientos. Tanto qué estudiar, tanto qué aprender en casa y afuera. Necesitamos tantas mentes, necesitamos más científicos. ¿Cuántos de ellos se quedan en el camino? ¿Cuántos no conocerán jamás la larga letanía que nos trajo hasta aquí y quedarán fuera de sus versos?
Pienso en Guatemala, donde seguimos a la espera del presupuesto para una Escuela de Ciencias Físicas y Matemáticas en la universidad pública, y dicha universidad condona el plagio; las estudiantes mueren baleadas cerca de sus escuelas; los universitarios son extorsionados por supuestos “compañeros” cuya dignidad no alcanza ni para dar la cara. ¿Dónde están nuestros Franhoffer, nuestros Newton, nuestros Einstein, nuestros Patterson? Los que pensarán a la Guatemala verde, a la Guatemala próspera, a la Guatemala saludable. Algunos están aquí, otros están repartidos por el mundo. ¿Y el resto? ¿Cuántos de ellos nacen y mueren en la miseria, son asesinados en una manifestación, terminan como miembros de una mara? ¿Cuántos cerebros no se desarrollan por desnutrición? ¿Cuántos murieron durante nuestros 36 años de guerra? ¿Cuántos viven como ilegales sin formación alguna, subempleados enviando remesas, en lugar de estar becados en las mejores universidades? Es un sabotaje con demasiados cómplices.
Chiquillos inquietos haciendo preguntas. ¿Cuántos encuentran en casa, en la escuela, en la iglesia, en la comunidad, no una bofetada sino alguien que los estimule y les ayude desarrollar su potencial? ¿Cuántos son reducidos al orden porque se van a morir de hambre, porque hay cosas que no se cuestionan o porque tienen que administrar la empresa de la familia?
Nuestras pequeñas científicas criadas para que se las lleve un tipo y las embarace al instante, antes de que dejen de ser niñas. Esclavas de los padres, luego del marido y, como si fuera poco, esclavas de su prole. Otras simplemente abusadas, habitando cuerpos que sólo cambian de manos. Una campaña donde las niñas exigen protección contra el embarazo ¡antes de los 14 años! –recordándonos que es un delito– dice mucho de lo que hacemos con ellas.
Otras van a la escuela y crecen escuchando cosas como que los hombres son buenos para matemática y ellas no. Si no sucumben al estereotipo y demuestran lo contrario, entonces son raras. Estas niñas inteligentes que hablan, preguntan, se informan, discuten y luego les responden que calladitas se miran más bonitas, les plantan en el cerebro que “mujer inteligente” es sinónimo de “mujer fea”.
Fea la ignorancia, fea la estupidez. Feas e inútiles. Tanto, que invierten grandes esfuerzos para que las cosas realmente bellas como el brillo de la inteligencia permanezcan ocultas, confinadas, reducidas.
Las grandes mentes del país no son pocas, no se equivoque. Sólo son sistemáticamente mutiladas, apagadas, embrutecidas, saboteadas. Y junto con ellas la oportunidad, el futuro y la esperanza.
* Sabotage, canción de la banda Beastie Boys, del álbum Ill Communication (1994).
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