Al inicio del texto, titulado El hábito de lectura y el estilo de vida, los autores citan a Jorge Luis Borges con su aforismo «Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca». Sin duda, leer promueve conocimientos y estimula variedad de habilidades. En la actualidad se habla de un descenso en el interés de la gente por leer, pero, como con cualquier acción humana, no se debe generalizar.
Según el Consejo de Lectura de Guatemala, uno de cada 100 guatemaltecos lee por placer, lo cual no implica que la mayoría no lea, como alguien podría interpretarlo. Y es que seguir las líneas de un escrito puede tener motivación laboral o escolar, por ejemplo. Por supuesto, siempre es mejor afrontar las responsabilidades sin la presión de un resultado obligado, como ocurre en el ámbito educativo, donde en cada página debe verse la probable pregunta de la inminente evaluación.
Hace un par de décadas, Roberto Morales Escallón presentó un artículo en el diario colombiano El Tiempo en el cual expuso: «En un salón del colegio, de cuyo número no quiero acordarme, muchos días después, frente al tablero de fusilamiento, el estudiante Aureliano habría de recordar aquella tarde remota en que su profesor le exigía leer a la musa que cantaba la ira de Aquiles». Su planteamiento esboza una crítica sobre la rigidez del sistema escolar.
«Son pocas las oportunidades que tienen los estudiantes que les ayudan a fomentar el gusto por la lectura, y los resultados tan bajos lo demuestran en Guatemala», señaló la maestra María José del Valle, quien en 2012 divulgó, con el respaldo del Ministerio de Educación, una investigación acerca de las variables que inciden en la adquisición de hábitos de lectura. Esto, en cuatro departamentos.
[frasepzp1]
Dadas las particularidades de 2020, no se cuenta con datos de ese lapso, pero los informes oficiales de la educación nacional de 2019 indican que se pasó de 34.6 % a 37 % en lectura, aunque únicamente tres de cada diez estudiantes lograron competencias lectoras plenas al cierre de la formación en diversificado. A dichas pruebas se sometieron los 157,318 graduandos de ese año.
Más allá de las aulas, sería importante saber qué y cuánto leemos en nuestro país. Una referencia interesante la brindan las principales ventas de libros de la capital: Artemis, De Museo, Fondo de Cultura Económica, F&G Editores, Marquense, Piedra Santa, Sophos e incluso establecimientos no dedicados exclusivamente a ese giro comercial, pero que incluyen ofertas de lectura en sus estanterías. En general se les ve movimiento, igual que cuando se monta la bien recibida Filgua.
También es importante subrayar que la era digital propicia otro espacio, marco en el que un estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura manifiesta: «El mundo se enfrenta a un desafío fundamental: cómo llevar textos a los millones de personas que no tienen. Afortunadamente, Internet está contribuyendo a allanar el camino. Ha acelerado la difusión de información y, en muchos casos, democratizado el acceso a ella. Hoy en día, gracias a Internet, incluso los teléfonos celulares menos costosos permiten leer libros. En todos los países en desarrollo hay indicios de que mujeres y hombres, niñas y niños leen libros en teléfonos de bajo costo. La lectura móvil no es un fenómeno del futuro, sino una realidad del aquí y el ahora».
Guatemala ha dejado atrás sus bajos índices de analfabetismo, pues la tasa de alfabetización llega a 81.29 %. En otras palabras, se han mejorado los indicadores y, a la vez, ampliado las opciones de lectura: libros, redes sociales, medios periodísticos, revistas y demás. La pregunta es si la calidad de contenidos coadyuva a la expresión atribuida a Miguel de Cervantes Saavedra «Quien lee mucho y anda mucho ve mucho y sabe mucho».
Más de este autor