Jerusalén es la conceptualización del pensamiento semita anclado en el reconocimiento de la santidad de la vida humana, en el imperativo moral de reconocer ´la otredad´ y además, en denunciar la injusticia a la cual son sometidos los débiles. Es un grado de ´tribalidad´ muy particular en donde la relación ´cara a cara´ es el patrón de cooperación. En grado limitado, hay un énfasis en la construcción de marcos sociales mayoritariamente horizontales.
Una segunda pregunta –vuelvo a suponer– se me podría hacer. ¿Estoy planteando entonces, un tipo de oposición (dialéctica) entre dos categorías (líneas) discursivas ´Jerusalén y Roma´?
De ninguna forma.
Algunos han planteado esta oposición desde visiones de derecha, con énfasis en cuanto a que Roma no hace otra cosa que universalizar las promesas dadas al mundo judío. Por lo tanto Roma es símbolo de lo urbano, lo extendido, eso que rompe ´la ciudad-estado´ y ‘el gueto´. Roma sería, desde esa visión, el símbolo de la sociedad impersonal y de bases meramente contractuales. Esa lectura teológica neoliberal no es mi posición.
Roma, desde el enfoque que pretendo articular es también un componente profundamente igualador y de claro rechazo hacia las diferencias. Presento tres referencias puntuales tomadas del genial texto de Tito Livio, Historia de Roma.
En el Libro II, afirma Tito Livio que, …´a casi 500 años de la fundación de la República, se permitió al Senado ocupar un lugar separado de la plebs en el Foro al momento de asistir a los juegos´. Semejante actitud de desprecio frente a las grandes mayorías hizo estallar la furia popular, al punto que, Publio Cornelio Escipión Africano propulsor de esta propuesta se arrepintió profundamente. Refiere también Tito Livio a la llamada Lex Oppia: ´ Ninguna mujer podía poseer más de media onza de oro, ni vestir con indumentaria de varios colores, ni andar en carrozas en Roma u otras ciudades (sólo en festividades religiosas)´.
Pero en el Libro IV, Tito Livio le pega al punto fundamental que prueba que, en esencia, el espíritu Romano buscó ante todo evitar la (inevitable) construcción de una sociedad estamental.
Recuenta el historiador que… ´los cónsules empezaron a apremiar al Senado para tomar medidas contra los tribunos´,[1] …´Los cónsules declararon que los procedimientos revolucionarios de los tribunos ya no serían tolerados, los asuntos habían llegado al punto de crisis y había una guerra en casa aún más amarga que la del extranjero.´…´ Cayo Canuleyo, preguntaba ¿Qué otro resultado tendrían los matrimonios mixtos, excepto hacer que las uniones
entre patricios y plebeyos fuesen casi como la asociación promiscua de los animales?[2] Los hijos de esos matrimonios no sabrían qué sangre corría por sus venas, qué ritos sagrados deberían oficiar; mitad patricios, mitad plebeyos, ni siquiera estaría en armonía consigo mismos…’.
No se trataba solamente de darle la puntilla al Tribuno de la Plebe, sino también de justificar las diferencias, construyendo la idea de ciudadanos de primera, segunda y tercera entre los mismos romanos. Pero el problema de fondo era suponer que esa mixtura de sangre produciría sujetos incapaces de ejecutar el poder. Tito Livio tiene a bien reproducir el humor patricio ante esta situación, y escribe: ´Y no había sombra de duda de que elegirían (para gobernar) a los más peligrosos revolucionarios de la plebe; Canuleyos e Icilios serían cónsules. ¡Ojalá que Júpiter Óptimo Máximo nunca permita que un poder tan verdaderamente real por su majestad caiga tan bajo! Preferirían morir mil muertes antes que sufrir la perpetración de tal ignominia…´.[3]
La solución política resultó mejor entendiendo presente aún el espíritu igualador tan característico de Roma al menos durante sus primeros 500 años de existencia. Se permitió la elección de los tribunos militares con poderes consulares electos tanto entre los patricios como entre los plebeyos.
Entonces, ¿Qué son Roma y Jerusalén?
Son dos líneas discursivas centradas en la sociedad horizontal, en la idea de la igualdad pero no limitada a la formalidad vacía de la Ley. Son dos corrientes que, en esencia, nos retraen a la posibilidad de construir la sociedad sin clases o, la sociedad con las menores diferencias posibles.
Habrá una entrega más.
[1] Recordemos que el Tribuno de la Plebe, institución romana plebeya ordinaria, de carácter inviolable, permitía limitar el poder de los Cónsules y el Senado para impedir los abusos de éstos hacia la plebs. En la lógica de Tsebelis, el Tribuno de la plebe sería un claro ´jugador con veto´.
[2] Si el tono de la argumentación le parece conocido, no diga nada que luego nos acusan de revolucionarios, progres, sediciosos, cangrejos…
[3] Mismo argumento de la nota de pie de página número 2.
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