Pero como suele suceder, luego de la fiesta vienen los dolores de cabeza del desvelo y la resaca. Sin embargo, esta no será una “goma” alcohólica, sino fiscal.
El primer dolor de cabeza de la resaca fiscal es el presupuesto para 2012. Los pronósticos sombríos para el nuevo gobierno pudieran calificarse de elucubraciones o especulación, pero el proyecto de presupuesto que el Ejecutivo presentó al Congreso no deja dudas.
Para empezar, estancamiento en la carga tributaria en torno al 11%, y con ello, es inevitable que el endeudamiento público para 2012 sea altísimo, con un monto increíble de Q7,500 millones de Bonos del Tesoro y Q4,700 millones de préstamos. Endeudamiento que debe aprobar el Congreso, apruebe o no el proyecto de presupuesto.
Pero este endeudamiento exorbitante no es para inversión, sino para pagar salarios y deuda con más deuda. La inversión caerá 55% al pasar de Q6,300 millones asignados en 2011 a Q2,700 millones recomendados para 2012, de los cuales Q1,000 millones son para pagar deuda flotante. Es decir, la asignación recomendada para inversión física real en 2012 es de sólo Q1,700 millones. Un desplome en la inversión pública que supera por mucho la caída de 33% que registró en 1982, la peor de la historia reciente y en plena guerra civil.
La solución seria y responsable para esta debacle fiscal es una reforma fiscal integral, que empiece priorizando el gasto público, contenga una agenda de transparencia fiscal seria y medidas tributarias justas. Esta solución la tenemos desde 2008 en la propuesta de modernización fiscal del Grupo Promotor del Diálogo Fiscal, cuya aprobación en el Congreso ha resultado políticamente inviable.
Estos no son solo “problemas técnicos”. Luego que el PP ejerció un bloqueo parlamentario a través de interpelaciones y otras maniobras, con la victoria electoral corre el riesgo de recibir su misma medicina. En mal momento, tomando en cuenta la urgencia apremiante de recursos con la que la nueva administración arrancará su gestión en enero.
Pero el desafío político va más allá de aspirar a acuerdos en un congreso fragmentado y hostil. Las presiones de los financistas de la onerosa campaña del PP se hacen sentir desde ya. ¿Qué tanto poder realmente tendrá el presidente Pérez sobre su gabinete? Al frente del Ministerio de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda, ¿Acatará Alejandro Sinibaldi sus instrucciones para actuar con transparencia y probidad y no pretender pagar favores y financiamiento de campaña con contratos de obras? ¿Se ceñirá el futuro ministro Sinibaldi a la magra asignación presupuestaria para la inversión física, o continuará expandiendo la suscripción de contratos sin crédito presupuestario (la denominada “deuda flotante”)?
Aun superando estos desafíos, el gobierno de Pérez Molina lograría solamente estabilizar las finanzas públicas. Si además ambiciona cumplir alguna de sus promesas electorales, necesita recursos adicionales a los del presupuesto 2012. El Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales estimó que para que el nuevo gobierno cumpla sus promesas de duplicar el presupuesto del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación, proveer seguridad, empleo, educación, salud, etc., se requieren alrededor de Q13 mil millones adicionales a los Q59 mil millones del proyecto de presupuesto para 2012.
El tiempo de hablar bonito y andar ofreciendo milagros a diestra y siniestra concluyó. Es tiempo de hablar seriamente y con responsabilidad. Antes del empleo y la seguridad, va la viabilidad financiera de cumplir esas promesas.
Es tiempo de aprobar la reforma fiscal integral, un dolor de cabeza de resaca poselectoral políticamente complejo.
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