Además, realizó una comparación –no poco polémica– entre la ocupación israelí en los territorios ocupados y los campos de concentración nazi.
Augstein fue declarado por el Centro Wiesenthal como el autor antisemita número 1 (por encima de Gunter Grass, lo cual ya es mucho decir). Las declaraciones de Augstein, en realidad, podrían ser tildadas más de anti-sionistas que de anti-semitas. Sin embargo, la reciente cinta israelí, titulada Gatekeepers, ha sido un balde de agua fría contra la irracionalidad de la derecha neo-evangélica en Estados Unidos y del lobby judío de extrema derecha. Cuando seis exdirectores de seguridad interna israelíes critican la ocupación, y además, comparan el efecto de la misma al efecto de control territorial que las Wehrmacht alemanas tuvieron en la Europa de la ocupación nazi, pues entonces algo hay de cierto al respecto.
Y es que lo hay. Una democracia-parlamentaria-multipartidista tan “a la occidental” como la israelí, no puede seguir controlando el destino de un poco más de dos millones de palestinos. ¿Son los exdirectores del Shin-Bet israelí anti-semitas o “self hating jews”? No. Como lo dice el director de la cinta, Dror Moreh: “son hombres honestos y pragmáticos”.
Ahora bien, si el tema relacionado con el problema de la ocupación no fuera de por sí polémico e incapaz de encontrar el punto medio entre fanáticos de Jehová, Mahoma o Jesulín, abordemos otro tema por demás picante.
Durante la semana pasada se realizaron los actos de conmemoración del día del Holocausto en varios países de la región. No hicieron falta tampoco las columnas de opinión en casi todos los diarios y centros de noticias (desde Fox News hasta el diario La Nación de Costa Rica), en las cuales se recordaba (y con razón) el horror de los campos de exterminio nazi. Es bueno no olvidar la historia, y es mejor nunca negarla. Pero tampoco es bueno privatizarla.
Porque en el campo de concentración nazi, no solamente murieron judíos alemanes, polacos, franceses, húngaros, rumanos… también fueron aniquilados gitanos, opositores políticos, miembros de las “razas mixtas”, masones y homosexuales.
Claro, la gran mayoría de columnistas, de predicadores pentecostales y creyentes evangélicos, que con mayor o menor seriedad recuerdan las atrocidades nazis para con la judería europea, rara vez hacen énfasis en que ésta no fue una historia “sólo de judíos”. Lo cual hace interesante que se encuentren voces de opinión, que aunque defienden la causa judía (que no es lo mismo a oponerse al anti-semitismo), son al mismo tiempo voces homofóbicas, islamofóbicas o enemigas del pluralismo religioso. Baste con ver 15 minutos de Fox News.
Siempre me he preguntado si entonces en este contexto, no solamente es una cuestión del fanatismo religioso, del estamento neo-pentecostal pregonando la idea de “Dios dio la Tierra”, sino que también la causa judía es generalmente percibida como una causa en defensa de un Estado occidental producto de “judíos europeos blancos” (aunque el Estado de Israel tiene hoy una pluralidad amplia de colores y formas entre sus ciudadanos). Hay en Guatemala columnistas con apellidos europeos que simpatizan con la causa judía-israelí, pero jamás regalan su pluma a escribir sobre la causa indígena en su propio país. Me pregunto si tiene algo que ver con el color de piel.
Durante esta misma semana, la Asamblea Nacional Francesa legalizó el matrimonio homosexual, lo cual constituye un triunfo a los ideales de la V República. Pero pocos de estos “mismos columnistas” que se indignan de las brutalidades cometidas en los campos concentración nazi, mencionaron la noticia. Supongo que tiene que ver con el “miedo al diferente” o con “esa minoría que en realidad no me gusta y mejor si no aparece”.
Y allí la clave de la honestidad en el uso de la pluma. No hay que ser judío para defender la causa de un estado judío democrático, no hay que ser palestino para reconocer el derecho de la soberanía palestina, no hay que ser indígena para reconocer que la causa indígena es justa; tampoco hay que ser homosexual para aplaudir la decisión de la Asamblea Nacional Francesa.
Defender las causas justas no es una cuestión de menú servido al gusto del cliente, donde tomo esto o dejo esto. Es una cuestión de principios coherentes, de profunda racionalidad, de dejar los prejuicios y el fanatismo religioso de lado para reconocer que lo opuesto al campo de concentración como maquinaria que “apresa, humilla, separa y aniquila” es una república de iguales que emancipa, repara, empodera y otorga los mismos derechos sin distinción alguna.
Ésta es la causa del progreso.
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