Visto desde otra perspectiva, sin embargo, no deja de tener razón al preocuparse por este tema. Sobre todo porque, si el trabajo de la Cicig y del Ministerio Público continúa como hasta ahora, será necesaria la ampliación de estos espacios de reclusión legal para que den cabida a los cada vez más numerosos funcionarios, jueces, empresarios y diputados, entre otros, que esperan ser enjuiciados y de quienes se espera que, una vez demostrados sus delitos, cumplan su condena.
Ello me lleva a reflexionar una vez más sobre lo que ya se ha dicho innumerable cantidad de veces en distintos medios, pero que finalmente no ha tenido eco. Al menos no el suficiente como para que tomemos conciencia de la importancia que a todo nivel tienen los últimos acontecimientos.
Es decir, hablo de la necesidad imperiosa de refundar el Estado.
No entraré aquí en cuestiones históricas, políticas o sociales de envergadura. Solo diré cómo resulta más que obvio que, si quienes laboran en las instituciones que dan forma y estructura al Estado han podido delinquir, sobre todo en cuestiones relacionadas con el manejo del dinero, la asignación de presupuestos, los contratos, el tráfico de influencias y todas las situaciones que se derivan de estos, es porque dichas instituciones y las leyes que las fundamentan simplemente están mal planteadas. No se necesita ser un especialista. Basta con aplicar un poco la lógica cotidiana para percatarse de ello.
Así pues, hacer reformas a las leyes que rigen ya sea el Congreso, el Ejecutivo o el Organismo Judicial, pero mantener en el fondo los mismos proyectos que les dieron vida, no es más que dar una pincelada de maquillaje a una estructura que a todas luces está más que resquebrajada se mire por donde se mire.
Y, repito, aunque nos neguemos a ver y aceptar las cosas como son, la realidad nos pasa encima y se nos impone a pesar de nosotros. Negar esta realidad es como pretender tapar la luz del sol con un dedo.
Si sentimos un poco de aprecio por este país, si queremos un poco a quienes en él habitamos, no podemos soslayar que las cosas están mal. Lo vemos por todos lados: pasó una guerra y aún seguimos confrontados sin querer justicia, mucho menos diálogo. Además, algunos de los que dirigen el país y las instituciones han abusado de su poder y han utilizado (y, peor aún, quieren seguir utilizando para su beneficio personal) los bienes del Estado.
Mientras estas fuerzas se están contraponiendo, resistiendo unas y atacando otras, el país se va destruyendo todavía más, y poco o casi nada puede aún rescatarse: los hospitales y los centros de salud están desabastecidos, la educación tiene nimios resultados, la inseguridad persiste… Es decir, los elementos que miden el desarrollo humano están empeorando, pues la calidad de vida se deteriora cada vez más.
Refundar el Estado tal vez sea parte de la solución a los problemas que vivimos como sociedad. Ojalá cuando lo hagamos, si algún día lo hacemos, no sea demasiado tarde.
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