Justo terminando diciembre, en el medio 24 heures de Suiza se publicó un artículo titulado “El Niño va frapper fort en 2016” (El Niño va a pegar fuerte en el 2016). En él se mencionó que el fenómeno será la causa principal de numerosos desastres naturales y que sus efectos serán los más catastróficos vistos desde 1950. Este fenómeno es, sin lugar a dudas, una fuente de preocupación inigualable ya que causará el desplazamiento forzado de millones de personas.
El Niño ocurre cuando la temperatura del Océano Pacífico comienza a aumentar. Normalmente los vientos alisios corren de Este a Oeste por la superficie del Océano Pacífico y “empujan” el agua hacia la misma dirección, es decir, alejan las aguas calientes del Pacífico suramericano hacia el Pacífico asiático y australiano. Básicamente son los vientos alisios los que permiten la circulación del agua. En una situación normal, el aire cálido y húmedo llega a las costas australianas y de Indonesia, en donde el mismo se eleva y permite que se den lluvias en estas áreas. Simultáneamente, en el Pacífico suramericano predominan los climas secos y fríos. Ahora bien, el fenómeno de El Niño es un desbalance en el movimiento normal de las aguas oceánicas. Todo empieza cuando los vientos alisios que corren en la superficie del Pacífico disminuyen su fuerza, el sistema de circulación del aire y agua cambia radicalmente. Ahora, las aguas calientes en vez de ir hacia Australia e Indonesia, van en sentido contrario hacia el pacífico suramericano. Al llegar las aguas templadas y corrientes de aire acalorados a Perú y Ecuador, se producen fuertes lluvias. Por otro lado, en Australia e Indonesia se producen intensas sequías y climas un poco más fríos. Según algunos expertos el fenómeno se da por causas desconocidas de cada 2 a 7 años, pero para la mayoría de ellos también es evidente que el calentamiento global intensifica la frecuencia del mismo. Básicamente el fenómeno nos deja en evidencia que el movimiento de las aguas tiene efectos directos sobre el clima.
El período más catastrófico de El Niño ocurrió entre 1997 y 1998, período caracterizado por grandes tormentas, inundaciones y deslaves en América del Sur e incendios forestales y sequías en el Sureste asiático y el Norte australiano. Más de 20 000 personas perdieron la vida y aproximadamente 4.8 millones de personas tuvieron que ser relocalizadas. Lo preocupante es que desde Octubre del 2015 hasta hoy, las temperaturas registradas en las aguas del Pacífico dan cifras similares a las del período 1997-1998. Algunas previsiones indican que El Niño persistirá hasta la primavera de este año y los efectos ya comienzan a ser visibles. Mientras nosotros disfrutábamos las fiestas de fin de año, en América del Sur aproximadamente 170 000 personas fueron evacuadas justo antes de la navidad. La mayoría de casos se dieron en Paraguay, en donde 130 000 personas tuvieron que ser evacuadas por inundaciones provocadas por excesos de lluvia y la inminente subida del Río Paraguay. Otros casos similares ocurrieron en Brasil, Argentina y Uruguay. Al mismo tiempo, del otro lado del Pacífico, en Papúa Nueva Guinea el panorama es desesperanzador. Según la OXFAM, esta isla será la más afectada por El Niño debido a las largas sequías que provocarán enormes pérdidas de cultivos. Esto obviamente pone en jaque la alimentación básica de millones de personas. Al mismo tiempo, el secamiento de las fuentes de agua en las islas hace que la población busque nuevas fuentes que en la mayoría de casos están contaminadas. Esto conlleva obviamente al brote de enfermedades gastrointestinales.
A pesar de enfrentarnos a un horizonte incierto, los científicos de la NASA esperan poder reducir los efectos negativos del fenómeno con la tecnología: desde ya, la NASA se ha encargado de monitorear a detalle, vía satélite, las temperaturas y cambios en los movimientos de aire. Aseguran, que pese a que tenemos cifras similares a las de 1997-1998, ahora gozamos de una tecnología más adaptada para prevenir muertes, pues se pueden anticipar los lugares exactos donde los desastres naturales o las sequías e incendios ocurrirán.
Está claro que El Niño “va a pegar fuerte” y que incluso ya lo está haciendo. El número de refugiados climáticos seguramente aumentará: se estima que alrededor de 40 a 50 millones de personas serán afectadas por el fenómeno. Por lo tanto, es necesario no sólo pensar procedimientos integrales y humanitarios para el traslado de estas personas, sino también encontrar soluciones reales al sistema de consumo establecido: hay que ver más allá de lo que las cumbres internacionales por el medio ambiente nos dicen. Al final, sólo se firman tratados que resultan ser fachadas para la solución real de la problemática ambiental.
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