Ursúa enviaba cartas a Canek diciéndole que no debían resistirse al dominio español ni a la religión cristiana porque era un designo divino ya expresado en las profecías katúnicas, y había llegado el tiempo de que las mismas se cumplieran. Claro que los itzaes no se quedaron de brazos cruzados aceptando tranquilamente los presagios, demostrando con valiente resistencia por qué fueron el último territorio maya en ser sometido.[i]
Aunque tampoco los aztecas se tomaron con seriedad la manipulación que previamente los conquistadores hicieron de sus ciclos calendáricos, a los españoles sí les fue de gran utilidad como motivación y autolegitimación de su invasión. De forma similar, aunque hay diversas interpretaciones sobre el significado del 13 b’ak’tun en la cuenta larga del calendario maya, es posible utilizarlo como un punto focal para motivar el cambio positivo en nuestra sociedad. Precisamente, una de las explicaciones mejor recibidas es aquella que augura un cambio de época, hacia una de mayor conciencia ecológica, de equilibrio en las relaciones sociales, es decir, de paz y prosperidad sostenibles.
Varios comentaristas han expresado sus dudas y temores sobre la eventual convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) en Guatemala. Dicen que aún no están dadas las condiciones adecuadas para que la representación popular se garantice, o que al ser una iniciativa de la elite conservadora, lo único que se busca es bloquear la posibilidad del cambio mismo. Sin embargo, en una democracia, con todos sus defectos incluidos –como el problema de la escasa transparencia en el financiamiento a las campañas electorales–, lo definitorio es la falta de certeza sobre el resultado. Debe existir un margen de incertidumbre sobre el nuevo equilibrio de fuerzas políticas para que el régimen sea merecedor del nombre. Es decir que, una vez convocadas las elecciones para elegir representantes a una ANC, las preferencias del electorado pueden variar grandemente respecto a las últimas elecciones. Recordemos el teorema de la imposibilidad de Kenneth Arrow, según el cual la agregación de preferencias sociales resulta ser muy inestable, al punto que toda regla que intenta conciliar los intereses individuales parece arbitraria.
Si las condiciones para el cambio político que necesitamos no están dadas, entonces hay que generarlas. El cambio social positivo resulta de la movilización recursos y la organización que se alcancen a partir de una ventana de oportunidad. La ANC sería ese espacio para convocar a la población en favor de un cambio que vaya más allá del reformismo al que estamos acostumbrados. Esta movilización social es la que generalmente temen las élites que favorecen el statu quo. Así que no puede ser que ahora que ellos están dispuestos a tomar un riesgo, por muy calculado que este sea, quienes creemos en la necesidad del cambio nos hagamos para atrás. Si no es ahora, ¿cuándo?
Lo que debe preocuparnos, por el momento, es cómo generar la inercia necesaria para movilizar e involucrar a la mayoría de los ciudadanos en el debate de las propuestas que emerjan. La reforma constitucional aprobada por el Congreso en 1993, y luego ratificada por medio de una Consulta Popular en 1994, fue definida por un escaso porcentaje del electorado (menos del 16 por ciento). El resultado negativo de la segunda Consulta Popular realizada en 1999, con la intención de ratificar lo aprobado por el Congreso en 1998 –en seguimiento a los Acuerdos de Paz–, fue decidido por menos del 19 por ciento de los empadronados.[ii] Son, entonces, los dos eventos políticos con menor participación que hemos presenciado en la reciente era democrática y los que han definido nuestras máximas reglas del juego. La población capitalina es la que ha facilitado o vetado las reformas, en ambos casos beneficiando al conservadurismo económico y político.
Una amplia participación en este proceso podría contrarrestar los consabidos defectos de nuestro sistema de partidos políticos, pues si esperamos a que sean estos quienes den el primer paso en la reforma del mismo nos quedaremos inmovilizados durante varios katunes. Sólo un poderoso imaginario social, con poder cuasi-religioso, podría convocar y movilizar a todos aquellos que son más vulnerables a lo que ocurre en el dominio político, aunque no lo sepan. Por eso mismo, los que podemos contribuir a generar la masa crítica para el cambio debemos ser los primeros en creer en su posibilidad.
[i] Caso Barrera, Laura (2002). Caminos en la selva. Migración, comercio y resistencia. Mayas yucatecos e itzaes, siglos XVII-XIX. Fondo de Cultura Económica.
[ii] Boneo, Horacio y Edelberto Torres-Rivas (2001). ¿Por qué no votan los guatemaltecos? Estudio de participación y abstención electoral. Tribunal Supremo Electoral.
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