¿Por qué algunas de nuestras jóvenes siguen pensando así, pese a todos los avances por los que hemos transitado las mujeres? Porque simplemente el camino no es fácil, sobre todo en una sociedad en la que todavía el machismo es una actitud importante, que se manifiesta en doble vía: son machistas ellos, y somos machistas nosotras. La familia, las instituciones educativas (pese a la Reforma Curricular y el eje transversal de género), las iglesias y el Estado en general, aun cuando las corrientes externas y algunas internas se mueven y quieren modificar visiones, cambiar estereotipos, transformar mentes, continúan con su tradicionalismo y su pensamiento conservador.
Aunque cueste creerlo, muchos y muchas siguen creyendo allá en el fondo y no tan en el fondo de sus mentes y corazones, que las mujeres son para la casa, los hijos y las labores domésticas (es el imaginario colectivo subyacente en la mayoría): Y que ellos deben continuar con sus privilegios de total libertad sexual, para el trabajo, para mantener económicamente a la familia y ser la “cabeza” del hogar. Mujeres que deciden estudiar y trabajar en sus profesiones aun cuando son bien vistas e incluso admiradas por algunos, son también muy criticadas si, por ejemplo, expresan que no quieren tener hijos. Si son deportistas que destacan y ganan medallas a nivel internacional, no deja de haber comentarios tales como que ganó porque “parece hombre”. Peor aún, si las mujeres deciden dedicarse a la política u ocupan altos cargos públicos, en muchas ocasiones son tachadas de prostitutas, locas, tontas y cuando estos insultos ya no surten efecto, las tachan de feas y cuanto atributo físico sirva para menospreciar la labor que realizan.
En todo este laberinto de pasiones hay que destacar también que algunas mujeres, sobre todo si alcanzaron puestos públicos por sus filiaciones políticas, siguen pensando y actuando de manera tradicional a lo que se espera de su rol femenino. Algunas se aprovechan de la coyuntura que viven para llevar agua a su molino y solo satisfacer sus intereses personales. De todo hay, es cierto, pero ello no significa que la actuación de unas pocas (también la propaganda, la información mediática y la de boca en boca), sirva como estandarte para realizar falsas generalizaciones y seguir así, minimizando y haciendo invisible el trabajo que millones de mujeres realizan bien con su esfuerzo y trabajo diarios.
¿Se tienen más ventajas siendo hombre en una sociedad como la nuestra? Lamentablemente sí. Sin embargo, gracias a la valiente y persistente lucha de las mujeres en el mundo y en nuestro país, cada día esta brecha se acorta un poco más. Las mujeres que no formamos parte de estas luchas protagónicas, con nuestro quehacer cotidiano, con nuestro trabajo en la casa y en el campo, en las oficinas, las escuelas o los bancos, también aportamos nuestro granito de arena para que el mundo sea un lugar donde finalmente mujeres y hombres convivamos armoniosamente, siendo compañeros y compañeras en la construcción de un presente y un futuro que esperamos no sea tan lejano, en el que no haya desigualdades ni privilegios entre unos y otras.
Más de este autor