La pobreza del país está en que no hay mercado interno. Con sueldos de hambre, la población escasamente tiene para subsistir. Solo un 10 % de la población considerada clase media tiene un relativo acceso al consumo, excluyendo a una mínima oligarquía que consume muy abundantemente.
Se sabe desde Adam Smith (¡que no era comunista precisamente!) que la riqueza de las naciones proviene del trabajo. No hay otra fuente. Marx, en todo caso, basándose en esa verdad del liberalismo clásico, propuso que fuera la clase trabajadora —creadora real de las cosas del mundo— la que manejara todo. Las verdades económicas son irrefutables: el único que crea riqueza es quien trabaja. Los dueños de los medios de producción (tierra, bancos, industria) se apropian de ese producto hecho por la clase trabajadora. Allí está el nudo del problema (¡no en la corrupción de una clase política aprovechada!).
¿Por qué rebajar el salario básico ahora? Porque los grados de explotación que quiere el empresariado son inauditos. Se sigue considerando a quien trabaja como un casi esclavo. Más de 30 años de democracia y 23 desde la firma de la paz no cambiaron eso. En vez de evolucionar y modernizarnos, parece que se mira para la Colonia.
En 1876, Federico Engels presentaba El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre [1]. Explicaba allí cómo el trabajo cumple la histórica misión de ir creando un ser cualitativamente nuevo a partir de una especie anterior. Es decir: el trabajo como actividad creadora comenzaba a transformar la naturaleza y abría un capítulo novedoso en la historia. Trabajando, la especie humana creó riqueza. Y al distribuirla surgieron los problemas.
[frasepzp1]
Desde hace 300 años rige el capitalismo. Con la caída del bloque soviético, el gran capital se vio triunfador. En realidad, no terminaron la historia ni las ideologías: ganaron las fuerzas del capital sobre las de los trabajadores, lo cual no es lo mismo. Ganaron y a partir de ese triunfo comenzaron a establecer las nuevas reglas de juego. Reglas, por lo demás, que significan un enorme retroceso en los avances sociales. Los ganadores del histórico y estructural conflicto imponen hoy más que nunca las condiciones, las cuales se establecen en términos de mayor explotación, de pérdidas de conquistas por parte de los trabajadores. En otros términos, a fines del siglo XX y comienzos del XXI se llegó a condiciones de vida como las del XIX. La manifestación más evidente de este retroceso es la precariedad laboral que vivimos, que se presenta disfrazada con el eufemismo de flexibilización laboral.
Aumento imparable de contratos basura (contrataciones por períodos limitados, sin beneficios sociales ni amparos legales, arbitrariedad sin límites de parte de las patronales), incremento de empresas de trabajo temporal, abaratamiento del despido, crecimiento de la siniestralidad laboral, sobrexplotación de la mano de obra y reducción real de la inversión en fuerza de trabajo son algunas de las consecuencias más visibles de la derrota sufrida en el campo popular. El fantasma de la desocupación campea continuamente. La consigna de hoy, distinta a las de las luchas obreras y campesinas de décadas pasadas, es «conservar el puesto de trabajo». A tal grado de retroceso hemos llegado que tener un trabajo, aunque sea en estas infames condiciones precarias, es vivido ya como ganancia. Y, por supuesto, ante la precariedad hay interminables filas de desocupados a la espera de la migaja que sea, dispuestos a aceptar lo que sea, en las condiciones más desventajosas.
De esa situación se aprovecha la clase empresarial, y la reducción del salario mínimo es una expresión de deshumanización absoluta.
* * *
[1] Die Rolle der Arbeit bei der Menschenwerdung des Affen. En realidad, mal traducido, pues el texto de Engels habla de la «humanización» del mono y no equipara al ser humano (Mensch) con el hombre, lo cual, como pasa con la traducción de marras, no deja de repetir el modelo de arrogancia machista: la especie humana (Mensch) está compuesta por hombres… ¡y mujeres!
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