Por el rol potencialmente crítico que jugará en el proceso electoral de 2023, la juventud no es sólo la esperanza para el futuro, sino principalmente para el presente de Guatemala.
Me angustia mucho pensar en esos más de tres millones de chicas y chicos que tienen entre 20 y 30 años, que recién empiezan su adultez y necesitan de oportunidades de estudio y empleo. Que tienen el deseo natural de mejorar la calidad de sus vidas, por lo que debiesen figurar en las prioridades de los planes de desarrollo económico y social.
Sin embargo, la realidad de la Guatemala de hoy se aleja brutalmente de esos anhelos. Para la gran mayoría de nuestra juventud, y en promedio de manera mucho más severa para las chicas, su país en vez de ofrecer oportunidades de estudio o trabajo, desborda pobreza y precariedad. Una realidad trágica y vergonzosamente evidenciada en la migración forzada. Guatemala les ofrece tan poco, o nada, que sus opciones se reducen a integrar la delincuencia organizada, engrosando las filas de narcotraficantes y pandillas, o arriesgarse a morir huyendo como migrantes. Eso cuando quieren seguir viviendo, porque las cifras trágicas de suicidios, o de intentos de suicidio, muestran que una parte creciente de nuestra juventud, al no poder huir migrando, o al no poder o querer entregarse a las pandillas o a los narcos, deciden quitarse la vida.
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Me dan congoja esas chicas y chicos que ven con indignación cómo personajes nefastos como Luis Miguel Martínez Morales, con apenas 30 años de edad, se enriquecen ilícitamente y acumulan cuotas de poder espurio y criminal. Juventud que es honesta y repudia la forma en que la clase política, los funcionarios y dignatarios actuales se sirven de sus cargos, que debiesen ser para servir, abusan y roban los escasos recursos públicos que tanto necesita la mayoría de la gente. Juventud que día a día se esfuerza por hacer las cosas bien, y por ello sienten asco de Giammattei y Consuelo Porras, porque simbolizan y confirman que en Guatemala el corrupto y ladrón gana, mientras que el honesto y trabajador pierde.
¿Cómo nuestra juventud no va a querer largarse si esa es la imagen con la que han crecido y con la que han alcanzado la mayoría de edad? Reflexionemos en que quienes en 2023 tendrán 18 años y con ello la oportunidad de votar por primera vez: tenían 7 años cuando Otto Pérez y Baldetti asumieron el poder, 10 años cuando renunciaron, 11 cuando Jimmy Morales asumió el poder, 14 cuando se expulsó a la Cicig y 15 cuando Giammattei y Martínez asumieron el poder. Lo único que conocen del Estado guatemalteco y sus instituciones es que son usadas para robar y no me sorprende que estén convencidos que no puede ser de otra forma.
Cómo o quién les explica, o más desafiante aún, les convence que la ciudadanía unida sí puede lograr un cambio por la vía pacífica y democrática. ¿Quién puede lograr que se empadronen y voten en 2023 por una opción, que seguramente no será perfecta ni mucho menos, pero que marque un cambio a esta sucesión de ladrones y mafiosos por lo que la mayoría del electorado ha votado?
Queridas patojas y patojos, crean y quieran a Guatemala, su país, y crean que sí se puede rescatar. Sepan y crean que depende de ustedes. Que, con su participación, empadronándose y votando el próximo año pueden, ustedes, abrirse oportunidades. Que quedarse en Guatemala, y ganar siendo honestos, sí es posible. Otros países y pueblos sí lo han logrado, ¿por qué no también nosotros, pero principalmente ustedes juventud?
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