La violencia también es fácilmente asociada con la pobreza, entonces, abundan las lógicas de que si es pobre, es potencialmente violento, “caco”, marero. Y entonces, que la violencia del país es culpa de mareros que vienen de familias pobres, desintegradas y sin valores. Otras explicaciones hablan del nacimiento de mareros a raíz de problemas en la infancia o bien, el uso de drogas y alcohol para soslayar estas situaciones. Y claro que todas éstas son decisiones personales y tienen su responsabilidad individual, y también sería muy fácil echarles la culpa de nuestra decadencia como sociedad a estas personas que consideramos menos que nosotros y nunca iguales. Pero la violencia que nos envuelve como país y región, va más allá de estas lógicas simplistas.
La violencia actual es continuidad y transformación de la violencia desde la formación del Estado, de las injusticias y abusos que supone para las mayorías vivir en este país y los privilegios para un pequeño grupo que busca mantener el orden establecido al precio que sea.
“En esta sociedad criamos personas a quienes después les tenemos miedo”, decía ayer una persona en una discusión respecto a las maras. Y es que las estructuras de esta sociedad están fundadas sobre sólidas bases de discriminación, racismo, clasismo y machismo que fundamentan y legitiman prácticas para mantener aplastados y al margen a todos los “indeseables” de la sociedad.
La mencionada marcha dice convocar a quienes quieren una Guatemala en paz, próspera y sin violencia. Yo también quiero un país así, y ¿quién no?, pero no por eso apoyo esta marcha. Y es que el problema está en que esa paz y prosperidad no significa lo mismo para todos. También dicen que es porque defienden la vida, y ¿quién no quiere defender la vida? El problema está en qué vidas son las que se defienden o cuáles son dignas de valorar y respetar.
La consigna de abogar por esa construcción tradicional de la familia y satanizar familias desintegradas es condenar a muchas parejas, especialmente a mujeres, a soportar infelicidad, maltratos y calvarios de violencia, sólo por salvar el ‘qué dirán’ y posar bien para las fotos familiares.
La consigna de condenar la homosexualidad me parece de lo más retrógrado e intolerante (aunque también tengo mis reservas con el término “tolerancia”) en la actualidad. La homosexualidad no es sólo “sexo impuro”, como muchos pensarán. También hay amor. Y esa preferencia no hace a alguien mejor o peor persona. Como tampoco profesar una religión hace a alguien mejor o peor persona. A cada quien le definen sus actos y la huella que deja en este mundo para hacer de éste, uno un poco más habitable.
Me llama la atención otra consigna y es “la fobia a la maternidad” como uno de los horrores que esta marcha denuncia, junto a otros como el disfrute de la sexualidad, la educación sexual, el uso de los métodos anticonceptivos, etc. ¿Acaso quieren decir que porque somos mujeres y tenemos vagina, es obligación nuestra casarnos, tener hijos y ser amas de casa? ¿Qué más autoritario que eso? Ésta también es una construcción social que se impone como regla sin dar lugar a formular criterios ni a tomar decisiones respecto a la vida propia. Ésta es la trampa del género, querer encerrar obligadamente a una persona en un rol social, en función de su sexo por naturaleza.
Este tipo de ideas y marchas, como bien lo han mencionado ya varias personas, es una muestra de lo conservadora, cerrada y autoritaria de nuestra sociedad que con sus consignas siguen promoviendo el odio y la marginalización a quienes no encajan dentro de su “normalidad” permitida. Entonces ¿qué vidas y qué familias se defienden?
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