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“Que se condene a los (militares) verdaderamente responsables”

Las causas que originaron el conflicto armado interno están ahí, y más profundas que antes. Lo que nos dejó el enfrentamiento fue una experiencia de dolor, de confrontación, de odio.
Aunque lo que yo pienso no necesariamente lo piensan mis compañeros… algunos pueden pensar de forma diferente. Yo creo que lo más sano para Guatemala, para la institución armada y para los que estamos fuera de la institución, es que los casos se individualicen.
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“Que se condene a los (militares) verdaderamente responsables”

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Al ex negociador de la paz por parte del Gobierno de Guatemala, no le cuesta reconocer lo que sus antiguos compañeros militares niegan y rechazan a ultranza, y lo que las víctimas y sus familiares reivindican a diario: que sin justicia no hay paz. Tampoco se inmuta al señalar que los oficiales que cometieron violaciones a los derechos humanos durante el conflicto, deben ser procesados y condenados de manera individual por los crímenes cometidos, y no el Ejército como institución. En esta entrevista Julio Balconi Turcios habla de los 20 años de la paz, de lo que dejó la guerra y de lo que se necesita para construir el futuro.

Durante los últimos años de su carrera militar, el general de división Julio Arnoldo Balconi Turcios fue llamado de diversas formas: desde militar institucionalista, democrático, reformista o progresista; hasta vende patrias, enemigo del Ejército y aliado de delincuentes subversivos. Todo por creer e impulsar la paz. Los adjetivos le fueron colocados según el lente de quien viera su actuar: la comunidad internacional, la sociedad civil y los oficiales que igual que él creían absurdo continuar con la guerra; o los militares que preferían seguir hasta aniquilar a los insurgentes, los que consideraban que negociar con la guerrilla era declinar, o los que temían ser alcanzados por la justicia en tiempos de paz.

En el primer lustro de los 90, Balconi formó parte de las misiones de las Fuerzas Armadas que se entrevistaron con la comandancia de la guerrilla para darle forma al incipiente proceso de diálogo y negociación por la paz, para poner fin a la sangrienta guerra iniciada en 1960 que para entonces ya sumaba 200 mil muertos y 45 mil desaparecidos. En enero de 1996 el presidente Álvaro Arzú lo nombró como su Ministro de la Defensa Nacional y lo integró a la Comisión de Paz gubernamental (en representación del Ejército) que negoció los Acuerdos de Paz con la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG). Fue el responsable de cumplir con los acuerdos operativos más importantes: desmovilizar a las Patrullas de Autodefensa Civil, reducir en una tercera parte el número de plazas activas dentro del Ejército y reenfocar las funciones de las Fuerzas Armadas en una sociedad democrática y pacífica, entre otros.

Lo hizo hasta julio de 1997, cuando entregó el Ministerio de la Defensa al general Héctor Barrios Celada, y dejó las filas del Ejército. Pero su vinculación con la guerra, la paz y el posconflicto continúa vigente. Ahora, 20 años después de aquel histórico 29 de diciembre de 1996, cuando se firmó la Paz Firme y Duradera, en esta entrevista Balconi reflexiona sobre lo que fue, lo que es y lo que según él debe ser para que la paz sea como dice el nombre del acuerdo: firme y duradera.

Como protagonista de primera línea del proceso de negociación, ¿cómo evalúa el cumplimiento de los Acuerdos de Paz, 20 años después de su suscripción?

En estos 20 años han pasado muchas cosas, pero en materia de cumplimiento de esos compromisos, lamentablemente ha pasado muy poco. Los acuerdos operativos se cumplieron a cabalidad, no hubo ningún reclamo al respecto, nadie ha dicho que haya quedado pendiente algo.

Los acuerdos operativos se referían específicamente a la desmovilización de las fuerzas insurgentes y la reducción del Ejército…

Sí. A la reducción del número de efectivos del Ejército, la reducción de su presupuesto, la entrega de armas y desmovilización de la guerrilla. Eso quedó cumplido entre el primer y segundo año. Desde antes de la firma de la paz habíamos adelantado la desmovilización de los Comités Voluntarios de Defensa Civil, que se miraba un proceso difícil pero que logramos hacerlo antes de la firma de la paz. Los demás compromisos se cumplieron rápidamente.

Ahora, el cumplimiento de los acuerdos sustantivos, que tienen que ver con el desarrollo del país, no se ha logrado debido a la falta de compromiso de los gobernantes.

¿Sólo de los gobernantes, o de los gobernantes y de las élites dominantes del país?

Sin el liderazgo de los políticos que están haciendo gobierno, es muy difícil cumplir con esto. Hay sectores interesados en que los acuerdos no se cumplan, en que no se asuman los compromisos que ahí se pactaron. Sin embargo, quienes toman las decisiones son los que están haciendo gobierno; ellos son los que pueden cumplir con esos compromisos, y son los que no han asumido esa responsabilidad. No hay voluntad política para cumplir con los compromisos.

El primero en incumplir esos acuerdos fue Álvaro Arzú, el presidente que los firmó. No hizo nada para enfrentar a las élites conservadoras que se opusieron a la reforma constitucional de 1999, las cuales eran fundamentales para cumplir con los acuerdos…

Sí, pero hay que tomar en cuenta que de los Acuerdos de Paz eran 14 reformas las que se presentaron al Congreso, y en el Congreso hubo una discusión estéril como siempre ocurre, y dos años después de haberse presentado las reformas, de 14 (artículos) originales salen más de 50. Por eso es que cuando se le preguntó a la población (por medio de la consulta popular de mayo de 1999), sobre la aprobación de esas 50 reformas, la gente dijo que no. Unos porque era muy difícil diferenciar entre una cosa y otra, y otros porque vieron que habían cosas que no tenían nada que ver con los Acuerdos de Paz y con la transformación del país, sino que se trataba de intereses sectoriales y personales que se estaban queriendo incluir en la Constitución.

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La guerra interna tuvo su origen en la desigualdad y la pobreza, la intolerancia política, la falta de democracia, el irrespeto de los derechos humanos, políticos y civiles. Después de estos 56 años transcurridos entre el enfrentamiento armado, la paz y el posconflicto, ¿qué ha cambiado en Guatemala?

Algunas cosas han cambiado; no podemos decir que el país no ha avanzado en nada. Hemos avanzado en el tema del respeto al voto, del respeto a la libertad de emisión del pensamiento, de la participación política partidaria de todas las ideologías. En lo que no hemos avanzado es en disminuir la pobreza, en la discriminación; la salud está muy mal, la educación está muy mal, el trabajo está muy mal. Las causas que originaron el conflicto armado interno están ahí, y más profundas que antes. Lo que nos dejó el enfrentamiento fue una experiencia de dolor, de confrontación, de odio. Los que participamos en esto, y los que entienden de esto, no quisiéramos que volviera a ocurrir, aunque haya causas que pudieran originar otro conflicto como este.

* * *

¿Valió la pena la guerra?

Yo pienso que no, porque no logramos nada. Sólo hubo muertos, confrontación, odios, y Guatemala sigue con graves problemas que le impide caminar hacia el desarrollo, e irreconciliada, con un alto nivel de confrontación social.

¿Qué necesitamos como sociedad para reconciliarnos?

Un liderazgo agresivo, positivo. Sin eso no vamos a caminar. Hay muchas iniciativas, los jóvenes están interesados en participar, están buscando sus propias posibilidades. Pero no los orientamos porque nosotros estamos enfrentados todavía.

¿Por qué no hemos podido superar ese enfrentamiento?

Lamentablemente por cuestiones ideológicas. Cada quien sigue en sus trincheras, y si no salimos de las trincheras no vamos a avanzar. En la negociación de los Acuerdos de Paz, a pesar de las grandes diferencias ideológicas y de criterio, hubo puntos de entendimiento porque sabíamos que las propuestas eran para sacar adelante a Guatemala.

Pero la reconciliación necesariamente pasa por la verdad y la justicia, y los militares se siguen oponiendo a ello.

Es correcto: si no hay justicia, no hay paz. Pero la percepción que tenemos todos es que los jueces no son imparciales, que los jueces están sometidos a presiones internas y externas dependiendo del caso que se lleve, que no hay capacidad de investigar y aportar la información necesaria para que el juez pueda decidir si el acusado es o no responsable y sancionarlo con base en eso. Todo eso está pendiente todavía.

¿Por qué el Ejército se sigue negando a reconocer las atrocidades que cometió durante la guerra, y revelar el lugar donde se encuentran los miles de desaparecidos que secuestró y asesinó?

Esa es una pregunta que siempre se nos hace a los militares. Cuando uno responde a eso, no se da una respuesta satisfactoria, porque lo que la gente quisiera oír es eso. Yo reconozco que el Ejército, en alguna medida, en el marco de la guerra, cometió excesos que se tradujeron en violaciones a derechos humanos, muertes a personas inocentes. El esfuerzo de la justicia está en individualizar los casos, porque si no, no hay forma de saber quién es el responsable. En algunos casos se ha logrado hacer eso: llevar a personas a procesos judiciales. Lo que se espera es que los jueces sean imparciales, y que realmente sancionen al responsable, y que el que no lo sea, que el juez tenga el valor de decir que es inocente, y dejarlos en libertad.

En el caso de Creompaz, por ejemplo, donde una buena cantidad de militares están detenidos, el juez deberá establecer en qué casos los señalados son responsables y de qué cosas. La investigación tiene que ser profunda para poder establecer la responsabilidad. En este proceso se logró individualizar los casos, pero en otros aún no. Entonces, no se puede seguir señalando al Ejército, porque el Ejército de este momento es totalmente diferente al Ejército de hace 20 años.

La mayoría de las víctimas, más que ver a los militares detrás de las rejas, quieren saber dónde están sus familiares desaparecidos. ¿Por qué el Ejército se niega a decirlo?

Porque el Ejército de hoy no puede asumir la responsabilidad del Ejército de hace 20 años. La mayoría de oficiales que estaban de alta hace 20 años, ya están retirados de la institución. Y los oficiales que están de servicio en este momento, no tienen ninguna autoridad sobre los oficiales que ya están fuera. Por eso es importante individualizar los casos, para saber cuántos de esos oficiales, que ahora ya no pertenecen al Ejército, son responsables de algo, porque los de ahora no van a asumir esa responsabilidad; no tienen por qué asumirla.

Pero si no asumen la responsabilidad institucional, el Ejército seguirá cargando con ese estigma.

Yo creo que no, que la gente diferencia entre el Ejército de ayer y el de hoy. Cuando se hace la evaluación de la institución amada sale bien calificada, porque se transformó y cumple con sus obligaciones de forma eficiente. Yo dejaría fuera de todo este lio a la institución de hoy.

Entonces, ¿cada oficial, de manera individual, debe reconocer lo que hizo, decir la verdad, entregarse a la justicia para ser procesado?

Deberían de hacerlo, y si no se animan serán los tribunales los que deberán investigar de acuerdo a las denuncias que se vayan presentando. Pero también se deben incluir a otras personas fuera del Ejército que tuvieron responsabilidad.

Cuando se firmó la paz, en 1996, usted era Ministro de la Defensa Nacional, ¿analizaron esta situación?

No llegamos a visualizar estas posibilidades, porque en ese momento estábamos concluyendo el proceso de negociación, había un informe de la Comisión de Esclarecimiento Histórico que dice que (el mismo) no serviría para iniciar procesos judiciales ni para individualizar casos. Eso sería una tarea del afectado que debía presentar una denuncia al Ministerio Público y éste hacer las investigaciones correspondientes, nosotros pensamos que eso era lo que tenía que ocurrir.

Después de 20 años está ocurriendo. Yo en lo personal espero que se condene a los verdaderamente responsables, y los que no lo son que salgan libres. Aunque lo que yo pienso no necesariamente lo piensan mis compañeros… algunos pueden pensar de forma diferente. Yo creo que lo más sano para Guatemala, para la institución armada y para los que estamos fuera de la institución, es que los casos se individualicen. Si yo, Julio Balconi, soy responsable de algo, tendría que ir a los tribunales y responder por ello. De esa forma libramos a la institución de las cosas que ocurrieron hace 30 años.

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¿Faltan aún muchos procesos judiciales en contra de antiguos militares por los crímenes ocurridos durante la guerra?

Lo que algunos querían era un hecho ejemplar, que le dijeran a la sociedad guatemalteca que sí hubo violación a los derechos humanos, que se están individualizando los casos y que se está impartiendo justicia. Pero no podemos vivir así todo el tiempo. Casos puede haber, pueden irse conociendo poco a poco. El que se sienta afectado que presente su caso en los tribunales, y tenemos que cuidar porque se atiendan debidamente. Pero no nos podemos detener por eso, tenemos que seguir avanzado como país.

¿Hubo genocidio en Guatemala?

¡No!

¿Fueron necesarios tantos muertos y desaparecidos para dominar a la guerrilla?

No. No lo fueron.

* * *

¿No teme enemistarse con la Asociación de Veteranos Militares de Guatemala (Avemilgua) o la Fundación contra el Terrorismo, que tienen opiniones y posiciones extremadamente contrarias a las suyas?

Yo no tengo ninguna relación con Avemilgua, mucho menos con la Fundación contra el Terrorismo. Ese señor de la fundación (Ricardo Méndez Ruiz) me ha señalado a mí de cosas que no sabe, porque no me conoce. Sin embargo, ha hablado de mí como si hubiera convivido conmigo durante los años que yo estuve en el Ejército. Eso es una ingratitud porque mancha ni nombre y afecta a mi familia. Con Avemilgua no tengo relación porque no quiero ser parte de ese pensamiento que no evoluciona, y eso es lo que Avemilgua representa.

¿A qué le atribuye el radicalismo de Avemilgua? ¿A su posición ideológica?

Hay algunos oficiales que piensan que la negociación fue un proceso erróneo, equivocado, que le dio la espalda a la realidad del país, que llevó a gente representante del gobierno a negociar con ilegales y delincuentes. Ese es el pensamiento que priva en algunos oficiales de Avemilgua, y eso es lo que la gente percibe de ese grupo.

De parte de la izquierda también hay grupos que siguen pensando que haber negociado con el gobierno y el Ejército, fue una traición a la lucha revolucionaria. Esos pensamientos radicales de derecha e izquierda, son, afortunadamente, aislados en este momento. Está bien que se expresen, porque precisamente eso hemos logrado: la libertad de expresión. Pero no es lo que la mayoría piensa, especialmente los jóvenes. Los jóvenes no están ni en el pensamiento de la derecha ni de la izquierda; los jóvenes están en otra cosa, y nos ven a nosotros como personas que se aferran a una idea que no la cambian porque así pensaron siempre. Si nosotros no logramos superare esa confrontación, los jóvenes harán el esfuerzo de transformar a Guatemala, algo que nosotros no logramos.

¿A los oficiales de Avemilgua también los une el rechazo a las demandas judiciales por las violaciones que cometieron durante la guerra?

Yo no creo que Avemilgua pueda protegerlos de alguna acción judicial.

¿Se hizo de enemigos dentro del Ejército por sus posiciones durante su participación en el proceso de paz y como Ministro de la Defensa?

Sí, algunos. Algunos todavía me señalan de traidor, de haber vendido al Ejército. Yo nunca tome decisiones individuales; yo era parte de un colectivo, de la Comisión de Paz. Las decisiones ni siquiera las tomó la comisión; siempre se tuvo el consentimiento del Presidente. No fue un asunto mío. Cuando dicen: “El general Balconi vendió al Ejército”, yo pido que me expliquen cómo pude hacer eso.

Con sus antiguos enemigos, con los que se enfrentó en el campo de batalla, en cambió, llegó a establecer amistad.

Los guerrilleros que tenían un arma, un uniforme, que estaban a tiempo completo en el campo luchando contra el Ejército, con ellos negociamos. Ellos fueron los que decidieron firmar los Acuerdos de Paz, desmovilizarse, desaparecer como guerrilla. Con esos guerrilleros hemos tenido una buena relación, ninguno de ellos está en ninguna organización o grupo promoviendo acciones contra el Ejército o acusando al Ejército de cosas que no hizo. Las personas que están empeñadas de seguir señalando al Ejército son los que colaboraban con la guerrilla, los que estaban a medio tiempo, los que estaban en la actividad política. Pero los guerrilleros, igual que nosotros los militares, nos convencimos de que era un proceso que daría fin al enfrentamiento armado interno, y pasar a una etapa diferente, sin ningún tipo de resentimiento ni confrontación; pasamos por un verdadero proceso de reconciliación. Por eso es que nos podemos saludar, nos podemos dar la mano, nos podemos tomar un trago, porque pasamos por ese proceso. 

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