Dicho riesgo se fue materializando silenciosamente mientras en los siguientes meses y años se sucedían los Jueves de Cicig, los acercamientos y rompimientos institucionales, la subida y caída de los altares de diversos personajes y el torbellino desatado de pasiones y de manipulaciones de escenarios que tienen el país en crisis política, institucional y económica.
Pero, aunque lo anterior es historia conocida, pocos se refieren a la crisis social. Desde hace más de un año se caracteriz...
Dicho riesgo se fue materializando silenciosamente mientras en los siguientes meses y años se sucedían los Jueves de Cicig, los acercamientos y rompimientos institucionales, la subida y caída de los altares de diversos personajes y el torbellino desatado de pasiones y de manipulaciones de escenarios que tienen el país en crisis política, institucional y económica.
Pero, aunque lo anterior es historia conocida, pocos se refieren a la crisis social. Desde hace más de un año se caracteriza la situación económica y se dice que estamos en una desaceleración que corresponde a un ciclo económico y que se ve acentuada por la situación política y por sus efectos sobre la inversión y el empleo. Se hace énfasis en cómo la disminución del gasto público impacta la economía y afecta aspectos como el mejor estado de la infraestructura, con sus consecuencias sobre la competitividad, pero extraño es que alguien se refiera al estancamiento y retroceso de los indicadores sociales.
Desde 2012 se han tenido tres administraciones gubernamentales que, de cierta manera, han planteado ejes de política pública alrededor de la competitividad, la seguridad y la justicia, así como del combate de la desnutrición crónica. Sobre este último tema nunca se tienen buenas noticias. No hay forma de desarmar ese monstruo, que se encarga de dejar baldadas de por vida a las futuras generaciones de guatemaltecos. Los dos primeros temas pueden enderezarse en menos tiempo, pero el tercero no. Este es humano y estructural, así que su solución pasa temporalmente por más de una generación.
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De la solución de la desnutrición crónica depende también la capacidad de aprovechar un soñado sistema educativo que también tardará en ser construido. Y luego hay que poner atención a cómo los niveles de pobreza manifiestos en las condiciones de vida de la población, aunados a la degradación ambiental, llevan a una espiral descendente en materia de bienestar social.
No hay fenómenos monocausales. Sin duda, la corrupción ha sido uno de los factores determinantes para encontrarnos como nos encontramos, pero no es el único. Que la lucha contra la corrupción, sin perder su importancia, no desvíe la atención de las causas estructurales que tienen condenada a esta sociedad a no levantar cabeza en las siguientes generaciones.
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