Lejos de asimilarlo, respondió al mejor estilo de Romeo Lucas García: “Tanto la Iglesia católica como la evangélica han descuidado su responsabilidad, no están para meterse en el trabajo del Estado, sino para evangelizar y cumplir su misión” (Prensa Libre, 26 de enero 2013, pág. 3).
Presuntamente, alborotó al diputado Soto el señalamiento que hicieron los obispos en cuanto que “el Organismo Legislativo debe tomar con seriedad y responsabilidad su auténtica misión de ser representantes del pueblo. Sin desarrollo rural no hay desarrollo posible en el país”. Se refieren los prelados en su mensaje Bienaventurados los que trabajan por la paz a la crisis alimentaria de miles de guatemaltecos y a la negativa a la discusión y aprobación de la iniciativa de la Ley de Desarrollo Rural. Ese día lo noticiaron por varios medios de prensa.
Tal despotricada del congresista trajo a mi memoria el 1 de julio de 1978 cuando, mientras muchos guatemaltecos avalaban —con su presencia o su silencio— la fraudulenta transmisión presidencial de Kjell Eugenio Laugerud García a Fernando Romeo Lucas García, un sencillo sacerdote era inhumado en la finca El Pirú, entre la Antigua Guatemala y Ciudad Vieja. Veinticuatro horas antes había sido asesinado en la carretera que conduce de San José Pinula a Palencia. Se trataba del P. Hermógenes López Coarchita.
La posibilidad más racional de su asesinato pudo haber sido la defensa de la gente pobre en su Parroquia de San José Pinula. Él no era político, era el clásico pastor bondadoso que sentía en carne propia las amarguras de su gente. Pero, para la época, según sus biógrafos: “Ciertos sectores eclesiales y sociales se escandalizaban al ver a un sacerdote embarrado y empolvado por las veredas y caminos de su pueblo” y aullaban si reclamaba los derechos de sus feligreses como sucedió en el caso de la defensa del agua de las aldeas de Pinula, que el Padre Hermógenes defendió hasta el día de su muerte porque quisieron usurpar las fuentes para surtir con ellas a la ciudad capital.
No digamos de aquellos políticos para quienes el P. Hermógenes era una espina clavada en el lomo. ¿Por intromisión del sacerdote en los asuntos del Estado? No, absolutamente no. Simple y llanamente por su misión evangelizadora.
Poco tiempo después, teniendo ya el mando absoluto, Lucas García vociferó en un acto público: “A los señores curas les decimos que, o se dedican a la tarea de salvar las almas (sic) o los vamos a echar del país”. Se refería con “la salvación de las almas” a solamente celebrar actos litúrgicos. ¡Qué pobre concepto de la tarea de un ministro religioso!
Y, a tenor de lo expresado por el cuarto secretario del Congreso, esa pobre noción de evangelización sigue teniendo vigencia en algunos políticos de Guatemala.
La exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi del papa Paulo VI (1978), en su numeral 17 explica: “Ninguna definición parcial y fragmentaria refleja la realidad rica, compleja y dinámica que comporta la evangelización, si no es con el riesgo de empobrecerla e incluso mutilarla”. Y en el siguiente numeral, refiriéndose a la renovación de la humanidad dice: “Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad”.
La finalidad de la evangelización es por consiguiente un cambio interior. Trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y la conciencia colectiva de los seres humanos.
¿Implica entonces intromisión en los asuntos del Estado el hecho de que las iglesias católica y evangélica llamen la atención acerca de la realidad de Guatemala?
¿Implica intromisión en los asuntos del Estado pedir un modelo económico diferente, que permita un desarrollo integral, solidario y sostenible?
¿Implica intromisión en los asuntos del Estado denunciar las agresiones contra la vida y la profunda crisis de humanismo que nos agobia?
Decenas de cuerpos desmembrados y repartidos a lo ancho y largo del país dicen que no; el allanamiento a las oficinas de AVANCSO dice que no; los miles de connacionales que parten mojados hacia Estados Unidos buscando un mejor futuro con todos los riesgos que ello significa, dicen que no.
Comprender el anterior contexto es cuestión de buen seso y sensatez.
Cierro con la alocución pronunciada en 1994 por Dom Elder Cámara, Arzobispo de Olinda y Recife, Brasil, durante sus Lecciones en el Catholic Club, en Lidcombe, Sydney: “Cuando yo doy pan a los pobres ellos me llaman santo; pero cuando yo pregunto ¿por qué la gente es pobre?, ellos me llaman comunista”. Aludía a cierta clase política.
El que tenga oídos que oiga (Mateo 13:9).
Por cierto, ¿cuál será el avance de la Causa del P. Hermógenes López?
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