Empezó con la arremetida —al estilo de un peleador callejero— del alcalde de la ciudad capital de Guatemala contra don Mario Antonio Sandoval, a la fecha vicepresidente del matutino Prensa Libre.
Cuando leí la noticia quedé boquiabierto. Don Mario Antonio Sandoval es un letrado cuyos méritos van desde haber sido director de la Academia Guatemalteca de la Lengua hasta ostentar la Orden de Isabel La Católica en el grado de comendador otorgada por el rey Juan Carlos I de España. Difícil sería enumerar en esta columna todos sus méritos académicos y humanísticos.
En tanto, el bachiller Álvaro Arzú no pasa de ser un político a la guatemalteca. En su trayectoria destaca haber sido miembro del equipo de Romeo Lucas García e integrante del gabinete de Serrano Elías, ambos gobiernos de triste memoria.
De inmediato sufrí vergüenza ajena y expresé: «¡Qué bochornoso!».
Como si fuera poco, la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) se exhibió en toda su dimensión. No solo en el tablado político que ahora pisa (verde-naranja), sino en su calidad moral. Fue vergonzosa la manera en que exhibieron mujeres vistiendo miniprendas con las siglas UNE resaltadas por las curvas de los pechos y las nalgas.
Encima de la campaña anticipada, se vulneró la dignidad femenina. Indudablemente, para sus líderes, la mujer es solo un objeto sexual. Lo terrible del hecho es que la máxima dirigente es Sandra Torres. ¡Ay carajo! ¡Ese es el tipo de prospectos que tenemos para integrar el próximo gobierno!
De nuevo: «¡Qué bochornoso!».
Para aderezar el caldo, el día 9 de abril, la vicepresidenta de la República volvió a ser noticia. Ahora siendo partícipe de un accidente en el cual, visto el estado en que los vehículos quedaron, uno se pregunta cómo fue posible que no haya habido lesionados de gravedad. Y considerando el tamaño y el blindaje del vehículo que ella usaba cabe preguntar a qué velocidad iría, quién iba manejando y si era necesario transitar con esa prontitud.
Las respuestas se intuyen. Y otra vez: «¡Qué bochornoso!».
Indudablemente, a las personas que hacen política en Guatemala el decoro les viene guango. Porque decoro es tener clara dimensión de la propia dignidad, y ellas no la tienen; porque decoro es tener pundonor, y ellas tampoco lo tienen; porque decoro implica tener escrúpulos, y para esas personas el recato es cosa del pasado.
Por esa razón mienten. Por esa razón atentan contra la moral. Por esa razón son prepotentes e inicuas. Y por esa misma razón —la ausencia de decoro en sus vidas— son perversas, impunes, y se mueven como si fueran dueños del mundo, de los hombres y de las mujeres.
El viernes pasado releía todas esas noticias dignas de relato de cantina. Y de tanto expresar la palabra «bochornoso», un niño que estaba cerca de mí preguntó por el significado del término. Yo le manifesté: «Es algo que provoca vergüenza y azaramiento». También le expliqué el significado de «azaramiento». El niño me miró con rostro de susto y dijo: «Yo no quiero ser bochornoso cuando sea grande».
«Ojalá llegue a presidente de la República», pensé en tanto se alejaba moviendo su cabecita de un lado a otro. Inmediatamente después me pregunté: «¿Sería posible lograr un cambio en las personas de marras si leyeran la historia El muñeco de sal?». Y el eco de mis pensamientos me respondió: «Quizá. La esperanza es lo último que se pierde».
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