Conclusión interesante, por cierto, para alguien cuyo padre había escrito (en el conglomerado de Salmos atribuido al Rey David) que “nueva es la misericordia del Señor todas las mañanas”. O sea, que padre e hijo no siempre viven por los mismos principios.
El reconocimiento fatalista, pesimista y realista de Scholomo Ha-Melech (El Rey Salomón) me parece la forma más adecuada de sopesar la experiencia electoral que concluye en Guatemala el 11 de septiembre.
Como teórico social, la preocupación sobre el caso guatemalteco (es decir, una nación en proceso de post-conflicto y en vías de una reconstrucción institucional) es la capacidad que el proceso democrático tenga para lograr la transición de hegemonías cerradas-representativas hacia una dinámica plena de poliarquía. Aunque la metodología del Prof. Robert Dahl no fue diseñada para contemplar países en vías de postconflicto y mucho menos contemplar actores al margen de la ley (dentro del proceso político), mi inocente pregunta teórica es la siguiente: ¿Es posible la transformación hacia una poliarquía en Guatemala? O, acaso, ¿la realidad estructural es solo un prototipo de procesos políticos bajo la nomenclatura de tradicionales hegemonías representativas?
Creo pensar que mi cuestionamiento es inocente y limitado. Que el profesor Dahl no nos provee de herramientas apropiadas para desarrollar una taxonomía legítima de los actores políticos guatemaltecos. De tal suerte, recurro entonces a la clásica tabla clasificatoria de Gabriel Almond (clásica para todo politólogo decente) en la cual se presentan las distinciones entre “sectas” y “escuelas”. Esta metodología de Almond también se encuentra en la formativa francesa de la Ciencia Política con Maurice Duverger y su tabla clasificatoria de “derechas duras”, “derechas blandas”, “izquierdas duras” e “izquierdas blandas”. Dicho sea de paso, la forma clasificatoria original se encuentra en el alemán Eysenck y es citada por Piaget. Pero esto es otra historia.
Haré, entonces, un juicio que espero no sea de carácter normativo sobre la radiografía política (refiérase el lector la dicotomía positivo-normativo en la tradición del Tylor o al clásico ensayo de Friedman sobre La economía positiva). Si los actores políticos guatemaltecos expresan una línea de comportamiento más cercana “a la tipología de lo duro”, ¿entonces su comportamiento político asemeja a la “secta”? (incapacidad de conceder tonalidades de grises en el debate, aceptación de verdades dogmáticas que funciona cual rito de pasaje, violencia contra el “otro”, incapacidad de generar revisionismos…)
Ante tal reconocimiento, ¿qué escenarios se pueden plantear en la coyuntura electoral del domingo 11? Cito algunos, reconociendo que puedo dejar por fuera muchos:
1) Ante un margen muy escaso de diferencia de votos entre el primer lugar (según las encuestas, y según quien las ha hecho… digo…) y el segundo, aparecería la tentación de la impugnación o la tentación absolutista tan típica del PP por defender (otra vez) el “ya ganamos en primera vuelta”. Sin embargo, los datos parecen mostrar que es natural en Otto Pérez Molina crecer de golpe y estancarse. Por lo cual habrá una segunda vuelta.
2) Un empate técnico entre (otra vez, según las encuestas y quien la hizo) el segundo y tercer lugar. Ello con los reclamos, desconocimientos y llamados a “defender” el voto expresado.
3) Seguramente, Eduardo Suger protestará vía email, conjuntamente con sus seguidores en FB diciendo: I ultra dislike.
4) Al escenario número 2 le agrego la lentitud en la dosificación de los resultados y fallos en el sistema similares a los sucedidos durante el simulacro electoral.
5) La consigna del Tribunal Supremo Electoral (TSE) es clara: bajo ninguna circunstancia habrá recuento total de votos.
(Para cualquier de los casos 1 y 2). Lo que sí habrá es la posibilidad de discutir, hasta el absurdo, el voto impugnado. Por lo cual los actores políticos más importantes (sumados a los operadores que acarrean y sacan al votante) serán los fiscales de mesas. Allí están las trincheras.
6) El escenario de inestabilidad aparecería ante una posible situación de lentitud en el debate de los votos impugnados. Uno o dos días de discusión en lo que este proceso termina puede ser utilizado por cualquier grupo político para llamar al desorden.
7) Bloqueos de carreteras y comportamiento violentos por parte simpatizantes.
8) El crimen organizado, cual ha sido su tradición, será un espectador más, probablemente sufragando y ayudando en la movilización del voto en área de las rutas pesadas del narco en Guatemala. Pero su comportamiento se mantendrá “en lo esperado”.
Nótese que no me atrevo a profetizar al ganador de la contienda, ni quién será, luego de segunda vuelta, el próximo presidente. Chismes van y chismes vienen en cuanto al comportamiento y actitudes de los candidatos políticos. A Suger se le pinta como cualquier ricachón blanco guatemalteco, amante de Ubico, militar frustrado, más orgulloso de su parte europea y lleno de anécdotas estúpidas; a Otto Pérez Molina se le restriega su pasado en el conflicto armado, la situación relacionada con la desaparición de Bámaca y el hecho de que, como casi todo militar, solo saber reaccionar en base a patrones muy predecibles. A Manuel Baldizón se le acusa de todo, de ser el capo grosso, del mal tiempo que azota a la región así como prácticamente de sentarse a negociar con cuanto narcotraficante hay en el país.
En la poliarquía original que plantea Dahl, podemos introducir a los actores no tradicionales como el crimen organizado: tienen cuotas de poder. Por lo tanto, en mi opinión, como etnógrafo del crimen organizado, tengo tres conclusiones:
1) Este proceso electoral y la democracia en Guatemala no es más que una sustitución de élites. Algunas de espada y otras de capa. Esas élites se componen de financistas.
2) En dicha lógica, donde los grupos tradicionales y no tradicionales que dan el financiamiento a todos los caballos que pueden ganar, la elección la ganará quien pueda mejor convencer en los pactos bajo la mesa a los peces gordos.
3) De tal suerte que si hoy el crimen organizado en Guatemala financia campañas políticas y como ninguno de los tres partidos con preferencia electoral mayoritaria ha querido revelar públicamente a sus financistas, mi juicio valorativo me dice que hay dinero sucio en todas las campañas. Ganará, entonces, quien simplemente sepa pensar, negociar y actuar cómo malandro, como mañoso, como mafioso, como narco y como empresario (que son lo mismo a fin de cuentas, pero en giro de negocio diferente).
4) La clave será la capacidad negociadora con los poderes ocultos y quien mejor hable el mismo idioma.
5) Putain…
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