El anuncio de la culminación de una era larga ha provocado que incluso algunos lo conviertan en una analogía del fin del mundo. La pronosticada fecha coincide además con un juego de números simbólico en el calendario gregoriano: 21 del 12 del 2012. Pero más allá de las historias y mitos agregados, la reconocida exactitud de los calendarios mayas y de sus extraordinarios conocimientos de astronomía y ciencia da las bases para estar seguro que se cumple un ciclo y que algo más está por venir.
El fin de una era de 144 mil días, equivalente a unos 400 años, puede estar relacionada no solo con el movimiento de los astros y eventos en la naturaleza sino a un hecho antropológico para nosotros, los pueblos mesoamericanos. El cumplimiento de una era y el inicio de otra, trae implícito el cambio. Hace cuatro siglos, los pueblos originarios de nuestra tierra vivieron la conquista, el colonialismo y el poscolonialismo. ¿Qué estamos gestando para el inicio de la nueva etapa?
Observando la Guatemala urbana, la que sale en las noticias, si uno es optimista puede ver algunos “focos de esperanza” sobre todo entre jóvenes que a pesar de tener todo a su des-favor, insisten en emprender ideas nuevas. Como ejemplo, la nueva ciudad de tecnología en la zona cuatro capitalina, la Orquesta Sinfónica Juvenil y los cientos de jóvenes que participaron alrededor del país en Observación Electoral 2011 para darle sostenibilidad y energía al sistema –muy a pesar de lo desilusionadora que nuestra seudodemocracia resulta a menudo.
Pero para los más escépticos –o más realistas– no se ve mayor cambio de esos que algunos llaman estructurales y que más bien yo llamaría catalizadores para el país. Esos, como todos sabemos, pasan por las manos de las élites económicas y políticas. Ahí el país se queda siempre corto. Docenas de estudios lo dicen llamándole “recomendación técnica”, “retos de desarrollo” o “medida cautelar”. Las élites tienen que cambiar el enfoque. Lo que hacen no es sostenible ni política ni económica ni socialmente. Sin embargo, buena oportunidad tendrían para demostrar que se han dado cuenta y que quieren pasar a la historia como la élite que trajo el desarrollo y progreso al país. Las circunstancias actuales pueden ayudarles. Un nuevo gobierno con el voto de confianza –o el beneficio de la duda–, grupos agotados por diálogos ineficientes y ávidos de negociaciones reales, una sociedad civil madurando que se cansó del paternalismo y exige ser tratada como adulta, crisis económicas y sociales que exigen sentarse a pactar al menos el mínimo acuerdo para evitar el máximo desastre. Es un juego de perinola, pueden poner algo o perder todo. Los que están en medio de esas crisis –sobre todo las sociales– espero que sepan a qué me refiero.
Por último –y es este el corazón de este escrito– estamos algunos, los privilegiados que hemos tenido la oportunidad de conocer otras realidades que se están gestando en el país, más allá de la urbanidad. Gracias al trabajo de investigación e incidencia en el que nos hemos articulado la Universidad Rafael Landívar, la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de Michigan State en los últimos meses, hemos visto realidades que a veces permanecen ocultas al guatemalteco –y al mundo. Mujeres y hombres; padres, hijos y abuelos de las montañas y los campos de nuestra tierra están sembrando una semilla de cambio. Esta es una realidad que lamentablemente no se ve en la televisión, ni se enseña en las escuelas y no tiene aun hashtag en Twitter o Facebook. Es por eso que este será tema de escritos que compartiré con lectores de este blog durante estos once meses, en preparación al Baktun. Parte del cambio hacia algo mejor en nuestra diversa sociedad guatemalteca es acercarnos, conocernos y entendernos. Conocernos en la historia y también en el hoy. En un cartel a la entrada de un museo para niños una vez leí: lo que se conoce, se entiende y lo que se entiende, se respeta. Esta sería la mejor profecía que me gustaría ver para un nuevo Gran Ciclo y mi sensación es que el Baktun trae nuevos y buenos aires. Y vienen desde las montañas.
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