Quizá sea interesante realizar este ejercicio comenzando por comparar la forma cómo Joaquín Guzmán es presentado (ya bajo poder del Estado Federal) a las cámaras públicas y la forma cómo otros capos detenidos han sido tratados por el Ejecutivo Federal. Por ejemplo, Miguel Ángel Treviño, alias el Z40. Varios analistas hemos sugerido que esta detención también ha sido un ejercicio ´pactado´ en razón que, un capo tan importante se movía, al momento de ser detenido, con tan sólo dos guardaespaldas, uno de los cuales por cierto era además su contador. Esto es todavía más interesante cuando las investigaciones posteriores revelaron que el capo acostumbraba moverse con un séquito de más de 30 carros blindados. Otro aspecto muy revelador, la primera imagen del Z40 ya en poder del Ejecutivo Federal: Caminando sin esposas, erguido, mientras lo escoltaban solamente dos elementos de la Secretaría de Marina, los cuales no estaban cubiertos de cara dicho sea de paso.
En contraste, Joaquín Guzmán es detenido en compañía de su esposa, sus dos hijas y un solo guardaespaldas. Y cuando las cámaras de televisión lo captan por primera vez, aparece con las esposas puestas, ´escoltado´ por varios agentes del Ejército y de la DEA, todos ellos cubiertos de cara. Pero lo más revelador es el siguiente hecho: Uno de los agentes sostiene a Guzmán Loera del cuello cual perro sometido.
Éstos son los hechos, y ahora es importante articular las posibles explicaciones.
Me parece clave adentrarnos en el estudio de las caracterizaciones contemporáneas de las estructuras criminales. Las actuales redes del narcotráfico son muy particulares, increíblemente diferentes a la situación de hace tres décadas. Han adoptado una estructura de organización horizontal, conformada por pequeñas células que actúan en redes, tanto dentro como fuera de un territorio de carácter ´histórico´. Sus miembros han aprendido a reaccionar de manera eficaz y veloz a las medidas en su contra. Así, por ejemplo, cambian de un día a otro sus medios y rutas de transporte (por vía terrestre o marítima, en avión o a través de mensajeros humanos), y saben cuándo y cómo utilizar con éxito la violencia o los sobornos.
Los actores del narcotráfico en Colombia (en particular el cártel del Norte del Valle) y otros pequeños grupos que sobrevivieron al desmantelamiento de los poderosos cárteles de Medellín y Cali, no solamente debieron abrirle espacio a otras organizaciones con vocación ´criminal´ sino además, a diferencia de sus predecesores, los nuevos liderazgos no tienen interés en crear estructuras de mando verticales encabezadas por un capo conocido o un núcleo de líderes, pues saben que de esta forma resultan increíblemente vulnerables. Pero de fondo, el cambio estructural no hubiese sido posible si de hecho, a Pablo Escobar no lo hubieran sacado de la ecuación.
El planteamiento de la tesis entonces es el siguiente: La incompatibilidad de mega-estructuras delictivas con vocación de monopolio de estructura vertical frente a los retos que hoy demanda el narcotráfico transnacional.
Esta última lógica, más cercana al modelo ´Escobar´ hace difícil, muy difícil que pueda cumplirse con la máxima que expresa que las redes del narcotráfico son homólogos a empresas flexibles, ágiles y de rápido adaptamiento pero de índole ilegal. Los narcotraficantes no viven del control territorial sino que derivan sus ganancias de comercializar sus mercancías en diferentes áreas locales pero no concentran todas las rutas y deben, por razón de tolerancia ´hobessiana´ aceptar que otros puedan también poseer rutas y afectar mismos mercados, si esto evita la guerra. Para lograr dicho efecto es necesario darle un grado de horizontalidad y un grado de tercerización a los procesos delictivos que las organizaciones ´viejas´ verticales, rígidas y de concentración no pueden. ´
Bajo este mismo enfoque, puede también interpretarse la detención de Joaquín Guzmán.
Su ambición de aglutinar todas las rutas importantes del trasiego de drogas en la frontera norte de México derivó en una orgía de sangre, si bien al final pudo apoderarse de las plazas de Tijuana y Juárez. Pero, ¿cuántas otras plazas más deberían haber replicado la guerra en Tijuana y la guerra en Juárez para continuar con esta ambición acaparadora de territorios? ¿Habría que sostener también la guerra en Tamaulipas a largo plazo? ¿La guerra en Nuevo León?
Los liderazgos más viejos en el Cartel de Sinaloa, en razón de suponer que operan como agentes maximizadores, podrían haber derivado que la única situación para alcanzar la paz (o la supervivencia) es una salida que muestre el denominado ´equilibrio de Nash´; así entonces, no necesariamente es priorizada la opción más ´beneficiosa´: Hay plazas que deben perderse, hay rutas que no pueden tenerse y hay otros grupo rivales que deberán entrar al juego.
Si esta lógica es válida en perfiles delictivos que funcionan como ´agentes económicos´, entones es posible suponer un nuevo pacto Estado-Federal Priista con el Narco: Se terminan las ambiciones expansionistas de un sólo Cártel, y el único actor que jugó dicha carta, es necesario retirarlo del negocio. Bajo esta premisa, es posible suponer que los Cárteles intentarán jugar menos la carta del ´poder estructural´ y limitarse al poder de tipo relacional, afectar solamente determinados procesos en relación a la conquista de espacios de poder.
Quizá lo que hemos visto en México hace ya una semana sea un política ´anti-trust´ en materia de combate al crimen organizado.
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