Históricamente, desde hace más de un siglo, en todos los confines del mundo esa fecha es un símbolo para los trabajadores. En los países socialistas (la ex-Unión Soviética, la República Popular China, Cuba) es el momento principal de expresión de la organización de la clase trabajadora. En los países capitalistas es una jornada de expresión de la lucha, momento de movilización, de expresión pública del descontento, del malestar por la explotación sufrida.
En Guatemala, desde 1921 el primero de mayo es igualmente un día de expresión de la lucha de la clase trabajadora. Ininterrumpidamente se viene evocando esa fecha como momento de manifestación de los trabajadores y las trabajadoras en su descontento ante su situación económica, política y social. Sin dudas es la fecha más importante para demostrar la rebeldía.
¿Por qué ahora el Gobierno nacional hace esta maniobra de pasar la fecha a un lunes y de dejar un feriado largo? Para desconectar el espíritu de lucha que anida en esta jornada en un intento de aguadar la evocación. De hecho, el propio primero de mayo, que cae en día miércoles, no es feriado, se volvió día laborable. La intención es absolutamente clara: se intenta transformar un día de protesta y de lucha en un feriado más volviéndolo muy parecido a un domingo, transformando la más relevante de las jornadas de expresión de los trabajadores organizados en un día de playa, en una fiesta. Se busca frenar así cualquier intento de protesta.
¿Qué tenemos que decir los trabajadores ante esto? ¡No aceptarlo! No aceptarlo y salir a marchar como se debe hacer en un primero de mayo, que ¡de ningún modo es un día de descanso! Es el momento máximo que expresa la unidad y la organización de la clase trabajadora.
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Lo cierto es que el sistema capitalista ha venido ganando reiteradamente muchas batallas contra los trabajadores. Esto es un fenómeno global, y Guatemala, por cierto, no escapa a la tendencia. La lucha de clases, que de ningún modo ha terminado, está más al rojo vivo que nunca, aunque se la intente desnaturalizar, aguadar, invisibilizar. El solo hecho de que se intente suprimir la celebración del primero de mayo permite ver que la lucha persiste. Pero ¿por qué habría de desaparecer?
Lucha de clases, por cierto, no significa que sistemáticamente, todos los días, choquen frontalmente, en una pelea callejera, trabajadores y capital, representado este último, para el caso, por las fuerzas del orden público (Policía y eventualmente Ejército). La lucha de clases es la dinámica que sostiene al sistema independientemente de la administración política de turno. Los dueños de los medios de producción (terratenientes, empresarios industriales, banqueros) siguen siendo clase dominante más allá de los políticos de profesión que mueven circunstancialmente la maquinaria del Estado. La protesta de la clase trabajadora no es, en definitiva, contra el presidente de turno, sino por condiciones de vida. La administración de turno (mero gerente, mero capataz de finca) conduce el barco nunca en favor de las mayorías populares (más allá de las pomposas y mentirosas declaraciones de campaña o de los discursos de ocasión). Cuando esa clase trabajadora protesta (pide mejores condiciones de vida, aumento de salarios, mejoramientos varios), choca con quien le dice que no, con quien la reprime si la protesta sube demasiado de intensidad, con quien le impide celebrar su primero de mayo.
Aunque ahora a los trabajadores nos llamen colaboradores, seguimos siendo sojuzgados (el obrero industrial, el campesino, el empleado de clase media, el ama de casa, cualquier asalariado o trabajar precarizado). De ahí que se impone seguir protestando y no correr a la playa o quedarse en la casa mirando televisión.
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