En Chile, durante las movilizaciones realizadas desde octubre, ha habido una primera línea, de jóvenes principalmente, quienes reciben las agresiones iniciales de los carabineros. Es la primera línea la que soporta la embestida y le permite al resto, que viene detrás, avanzar. Ahora que el mundo se enfrenta a la pandemia del covid-19, también hay una primera línea en varios de los frentes que toca movilizar.
En el caso de Guatemala, como en muchos otros países, la lista la encabeza el personal sanitario (profesionales de la medicina y la enfermería), así como quienes en los servicios de intendencia, nutrición, administración y logística garantizan el funcionamiento de hospitales y clínicas. También forman parte de este contingente el personal de los cuerpos de bomberos (voluntarios, municipales, departamentales, ASEI), el de la Cruz Roja y el de ambulancias públicas y privadas. Ellas y ellos, en jornadas que han llegado a ser extenuantes, con limitados recursos o casi sin ellos, incluso para resguardar su propia salud, atienden la emergencia.
Pero ese no es el único frente. Para que los centros de salud y asistenciales puedan funcionar, también hay servicio de farmacias. Para que los vehículos puedan transitar hay disponibilidad de combustible y de servicio mecánico. Y, para que todas y todos podamos saber de primera mano cómo se encuentra la situación, también está la prensa, la independiente, que se la rifa en todos los espacios posibles. Un grupo de personas sin cuya labor, pese a la globalización con las redes sociales, no estaríamos al tanto de lo que sucede, pues caeríamos en manos del sensacionalismo, del amarillismo y del tremendismo tan dañino en estos casos.
[frasepzp1]
Luego vienen las primeras líneas no tan visibles. Entre estas se encuentran quienes forman parte de la cadena de abastecimiento: grandes y pequeños comercios de venta al público, mercados municipales y cantonales; transporte pesado y contenedores, cargadores y bodegueros, personal de aduana que gestiona procesos; agricultores que salen de madrugada a trabajar la tierra para cultivo de vegetales, granos y legumbres; el personal de servicios de alimentación, de entregas a domicilio, de panaderías, de tortillerías.
Un enjambre que normalmente le da vida a la maquinaria que llamamos vida social, pero que en condiciones como la de esta pandemia es el núcleo de respuesta. Sin esos servicios no habría posibilidades de que todo lo que debe estar funcionando cumpla su papel. Sin esos servicios no habría disposición sanitaria posible.
Esa primera línea, que se mueve casi invisible, muchas veces sin respaldo. La suspensión del transporte público ha recargado las casi generales condiciones difíciles de vida de estos sectores. A las angustias que suma el riesgo de contagio personal o familiar se añade la carencia de condiciones básicas de desplazamiento. A lo anterior se suma la declaratoria de un toque de queda a una hora de la tarde tan temprana que a muchas personas se les imposibilita volver a menos que suspendan sus labores antes de tiempo.
En las primeras dos semanas de restricción de movilidad social, las decenas de miles de personas que integran estas primeras líneas han sido el motor de Guatemala. Es de esperar que lo sigan siendo porque, más allá de lo que digan las autoridades, cuya credibilidad es cada vez más limitada, la crisis está muy lejos de amainar. De hecho, apenas estamos en el inicio y requerirá de mayor tiempo y de mayores energías asegurar que al menos se estabilice y eventualmente se desvanezca.
De ahí que en esta ocasión quiera rendir homenaje, desde este humilde espacio, a todas las primeras líneas que nos permiten llevar estos tiempos. Un agradecimiento por su entrega, su aporte y su sacrificio.
Más de este autor