Lo primero fue suscribirme a las cuentas de Twitter de Emisoras Unidas, Prensa Libre y Sonora (en su versiones light y hardcore, esta última a cargo del Hombre Noticia). Así va uno entrando a la psicosis colectiva de los chapines.
Después de todo, un twit como el de “Van 3 Motoladrones muertos en su ley!!! El de Z9, aquel de Z4 de Mixco y este de Z5” que puso el Hombre Noticia el otro día lo vuelven a uno a la realidad de un país donde te pueden pegar un tiro para quitarte el teléfono y la gente, gasolina en mano, busca venganza más que justicia.
Es gracias a los twits que me voy enterando poco a poco de las cosas que pasan. Me entero de que el juicio histórico cómo cuesta que arranque y el mandatario piensa que es un insulto que digan que hubo genocidio.
Yo supuse que estaba listo para volver cuando el domingo me topé con una película chapina en Hulu (que es como Netflix, pero más chilero). Se llama “La bodega” y trata de un chavo de una familia acomodada que con ayuda de su guarura secuestra a un marero con la intención de que su mejor amigo, un chavo clasemediero, mate al pandillero para vengar la violación de la hermana del chavo de clase media.
No puedo decir que haya algo memorable de la película. Pero me llamó tanto la atención verme, ver a los guatemaltecos, en la pantalla. Escuchar hablar un lenguaje común y ver locaciones que conozco. Vaya si eso no lo pone a uno en escena.
Y aunque hay quienes pueden decir que la película está sobre actuada, yo puedo jurar que hay chapines que cuando están enojados o quieren enfatizar algo e-nun-ci-an ca-da una de las sí-la-bas.
Y mientras la película y los ciudadanos optan por el secuestro y el linchamiento para ajustar cuentas con el crimen, los twits que me llegan parecieran indicar que seguir el camino del sistema judicial no ofrece mucha perspectiva.
Apagué el televisor y pensé que estaba ya listo para volver a Guate. Tenía la advertencia del riesgo de terminar achicharrado si me confunden con un motocaco y había recuperado el “pues”, el “cerote” y el “puta, vos” en mi vocabulario habitual.
Hasta ese momento creí que estaba todo listo. Pero un correo de un amigo el domingo por la noche me hizo darme cuenta de que nunca está uno listo.
Este amigo vive desde hace tres años en Guatemala y está en esa etapa en que los extranjeros procuran no salir de casa si no es para lo más esencial, dejan de comunicarse con los amigos y la familia y ha comprado, con un año de antelación, el boleto de vuelta a su país.
Entiendo que ya no da más, que ha llegado al final de su cuerda cuando expresa la fecha de su retorno indicándome el mes, el día, la hora y el minuto en que su vuelo parte lejos de Guatemala.
Es allí cuando comprendo que nunca, jamás, está uno listo para volver. Puede estar uno resignado o hecho a la idea. Pero no listo. Y no me quejo de volver, después de todo, una gran cantidad de la gente que más quiero en este mundo está en Guatemala y me hace ilusión verles.
No me hace ilusión el tráfico que se va a armar con el concierto del Cantautor pero me entusiasma bañarme en el mar. No me provoca la más mínima alegría la posibilidad de que me asalten, pero quiero comer con gente a quien quiero. Tampoco me dan ganas de agarrar camino a Xela, pero me muero de las ganas de ver a los chicos. Y así podría seguir.
Conseguí quien me riegue los tulipanes y otros bulbos que sembré hace dos meses y eso era lo último que me quedaba por hacer antes de irme. Estoy todo lo listo que puedo estar antes de volver por doce días a Chapinlandia.
O eso quiero creer. En eso Facebook me informa con ese tonito jovial que suele tener que a una conocida le gusta una marca comercial. Facebook lo hace así como una buena noticia y adjunta la foto de esta mujer, que me confió un íntimo secreto hace ya un par de años. La veo y hay algo que no me cuadra, no sé por qué hay una disonancia allí, veo la foto y la vuelvo a ver y no caigo en cuenta.
Pasan unos 30 segundos y termino de entender qué pasa, no es que a ella le guste esa marca. Quizá le haya gustado antes. Es Facebook que ahora hace publicidad. Y, lógico, cómo iba a saber Facebook que a esta mi “amiga en la red social” la acribillaron hace meses.
Ahora sí, ya estoy listo. Bueno, resignado.
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