En materia de comunicación con la prensa, el gobierno del presidente Alejandro Giammattei ha caminado entre tropezones y resbalones como consecuencia de seleccionar interlocutores, escogencia desaconsejable porque la exclusión genera antipatías. Con esa postura ha sido incapaz de disminuir las voces críticas. Por el contrario, de un conflicto salta a otro, el más reciente la carambola a dos bandas derivada de informaciones aparecidas en Plaza Pública y Vox Populi.
Plaza Pública reúne todas las características de un perfil periodístico y, como tal, es un referente mediático, marco en el cual presentó el artículo Una empresa que une a Giammattei con Miguel Martínez, en tanto que Vox Populi no es un medio, pero sí un portal alimentado por la producción de dos periodistas que suscribieron el artículo Los rostros y perfiles del Centro de Gobierno.
Ambas publicaciones son sólidas, se inscriben en el periodismo de investigación, describen hechos y aportan datos. Las dos indican que buscaron sin éxito la versión de Miguel Martínez, director ejecutivo del Centro de Gobierno, una estructura creada en la aún incipiente gestión de Giammattei. En la primera de las notas citadas se incluye una débil e intrascendente declaración atribuida a Francis Masek, secretaria de Comunicación Social de la Presidencia. Lo recomendable habría sido que Martínez tuviera espacio para sus apreciaciones, pero los textos muestran una realidad, no la alteran.
Martínez, por su parte, emitió un comunicado muy mal escrito y peor argumentado, lo cual hace suponer que ninguno de su equipo o círculo cercano lo apoyó o no prestó atención a obvias sugerencias que tendría que haber recibido para evitar el desaguisado. Se equivocó al tratar de descalificar el proceder de los periodistas de Plaza Pública y de Vox Populi, ya que termina patentizando que ellos se movieron para recopilar y validar lo hallado en fuentes documentales.
[frasepzp1]
Vale resaltar que, desde que asumió una atribución pública, Martínez entró en la esfera del interés periodístico, máxime por sus apariciones en actos oficiales y por las continuas alusiones que desde el mismo Gobierno recibe la instancia a su cargo. Él, como el mandatario, el vicegobernante y los ministros, diputados, alcaldes y magistrados de las instituciones del Estado, entre otros y otras, deben saber, entender y comprender que en cualquier momento van a ser consultados por la prensa.
Uno de los grandes problemas que padecen los funcionarios públicos es que no se preparan, son mal asesorados o se decantan por actitudes tercas. Respecto del Organismo Ejecutivo, parece que los asesores foráneos se limitan a decir lo que su contratante quiere escuchar y que los locales repiten la receta, situación que ha perjudicado a Giammattei, quien ha olvidado que antes del 14 a las 14 solía desenvolverse con habilidad en los encuentros con periodistas. Incluso, su mandato empezó con buena prensa.
«Quien se enoja pierde», reza un refrán popular. En México, con Andrés Manuel López Obrador, y en Estados Unidos, con Donald Trump, la frase resuena a diario. Sin duda, a los políticos les cuesta explicar sus decisiones de Estado. También es oportuno mencionar que en torno del quehacer periodístico se mueven variedad de intereses, no solo los informativos. En nuestro país, hasta un par de años atrás se identificaba a 28 medios de incidencia nacional. Hoy la cuenta es imposible porque el mundo virtual es elástico y da cabida a publicaciones con etiqueta de prensa que no llenan calidades. Sin embargo, frente a los que tocan la puerta, los que reportean, el Gobierno no puede hacer oídos sordos, sino escucharlos y recordar que no hay pregunta imprudente. La respuesta, en cambio, sí puede serlo.
Tropezón no. Resbalón tampoco. Con la estrepitosa caída de estos días, el Gobierno debe reconocer que la evasiva, la queja y la denuncia fueron errores que pudo haber evitado. El saldo es evidente: la credibilidad oficial baja como la espuma y la prensa crítica potencia sus respaldos. Y todavía falta armar el rompecabezas de lo suscitado a inmediaciones del Palacio Nacional de la Cultura.
Más de este autor