El editorial, con un tono arrogante, invita a los directores, plumas invitadas y miembros de Cacif a leer lo que ellos asumen que éstos no han leído y, necesitan leer para “afinar sus ideas”.
En lugar de brindarle al público una postura reflexiva respecto a las posibles razones del cambio en el discurso institucional de Cacif, el editorial refleja los prejuicios ideológicos polarizantes que nos tienen hundidos en la pobreza académica. El editorial parte de un prejuicio y, se ufana de o...
El editorial, con un tono arrogante, invita a los directores, plumas invitadas y miembros de Cacif a leer lo que ellos asumen que éstos no han leído y, necesitan leer para “afinar sus ideas”.
En lugar de brindarle al público una postura reflexiva respecto a las posibles razones del cambio en el discurso institucional de Cacif, el editorial refleja los prejuicios ideológicos polarizantes que nos tienen hundidos en la pobreza académica. El editorial parte de un prejuicio y, se ufana de otro que ni le conviene ni es verdadero.
Prejuicio 1: los de Cacif son unos imbéciles. Como son empresarios no tienen tiempo para educarse y entender los problemas de trasfondo de Guatemala. Prejuicio 2: Quien escribe el editorial de Plaza Pública sí es culto y sí entiende la problemática guatemalteca, tan es así que invita los miembros de Cacif a leer para afinar sus ideas.
En Guatemala tenemos que empezar a entender que ni los empresarios ni sus asesores son incultos y, que la izquierda supuestamente académica tampoco tiene la verdad absoluta. Para hacer país tenemos que empezar por respetarnos y quitarnos las etiquetas. Uno puede ser empresario creer en el libre mercado y en la no interferencia del Estado en esa materia, pero considerar que sí es necesario implementar programas de seguridad alimentaria.
El cambio en el discurso de Cacif es mucho más trascendental que un par de estudios del BID y libros de historia. El cambio en el discurso puede responder a un cambio generacional, a la necesidad o la pura hipocresía.
El cambio generacional en las juntas directivas de las cámaras y, por ende, en Cacif es un hecho. La nueva generación de empresarios ha impulsado proyectos y normativa con un enfoque diferente al de sus antecesores. Quizá influidos por valores de su generación o por movimientos extranjeros que han demostrado ser exitosos, los programas de responsabilidad social empresarial y la participación en iniciativas con un enfoque social han sido parte esencial de la agenda. Puede que este cambio también se relacione con el ingreso de nuevos grandes empresarios que quizás no responden al mismo contexto de quienes tradicionalmente ocupaban estos espacios.
La necesidad de sobrevivir como institución en un país en el que los grandes empresarios ya no tienen el mismo poder que tenían hace 50 años también es una posible explicación. Así como cualquier institución, para sobrevivir a los cambios Cacif debe ir adecuándose sin ir muy rápido ni muy despacio. Quien quita que estas luces de cambio vengan gestándose desde hace tiempo. Si el cambio se debe a pura hipocresía, ¿qué implicaciones tendrá en la credibilidad de Cacif ante la sociedad guatemalteca?
No lo sé. Todas éstas son especulaciones. Lo que tengo claro es que Plaza Pública debería de velar porque la arrogancia de sus editoriales no la haga morir en el intento.
Más de este autor