Basta recordar la diferencia tan marcada en las reacciones europeas y las estadounidenses nacionalistas luego de Septiembre 11. Recuerdo al periodista español Bruno Cardeñosa, quien en el 2001 afirmó: “Bin Laden no existe, Al Quaeda no existe, jamás apresarán a Bin Laden y cuando nos digan que está muerto, jamás veremos su cadáver”.
Debo confesar que, al momento de oír a Cardeñosa me atreví a considerarle descabellado. Y sin embargo, parece que le atinó muy bien a la forma cómo el episodio Bin Laden terminó.
El día de ayer, en una conferencia de prensa, el director del Buró de Investigaciones Federales (FBI por sus siglas en inglés), la DEA y la Fiscalía General de EEUU hicieron referencia al frustrado atentado contra el Embajador de Arabia Saudita en Estados Unidos, la Embajada de Israel en Washington y otros lugares. El sospechoso, un iraní naturalizado estadounidense, habría recibido instrucciones directas de altos oficiales iraníes. Dentro de estas instrucciones, según el reporte oficial, se sugería contactar a miembros de cárteles mexicanos para que llevaran a cabo los hechos de terror, a cambio de ventas privilegiadas de opio desde Irán.
Lo interesante de esta historia resulta ser, de nuevo, el caso de un ciudadano originario de un país musulmán y naturalizado estadounidense que se involucra en hechos de este tipo. Hay que recordar al ciudadano palestino-estadounidense que asesinó a 13 compañeros militares en la base de Fort Hood y al pakistaní naturalizado estadounidense que manejó un automóvil cargado con explosivos dejándolo abandonado en Port Authority en pleno Manhattan. Casos aislados sí, pero ¿por qué razón Estados Unidos genera tantos anticuerpos en aquellos a quienes entrega la ciudadanía?
Aún más interesante es el involucramiento –repito, según el reporte oficial del Buró Federal de Investigaciones– de miembros de un violento cártel del narcotráfico mexicano en esta operación.
Cuando se estudian a fondo las relaciones México-Estados Unidos no sorprende que EEUU haga de México su tablero personal de ajedrez: baste con recordar que el embajador estadounidense en México, Lane Wilson, complotaba en su plena sede diplomática contra Francisco Madero. Esto, en plena etapa posrevolucionaria.
Desde hace algunos años, Estados Unidos ha querido tipificar a los cárteles de la droga mexicanos como grupos terroristas. No quiero jugar a ser Cardeñosa, pero simplemente hago una aritmética de hechos: nadie en su sano juicio hubiera pensado que enviar armas desde EEUU a los Cárteles Mexicanos era algo inteligente y ético. Sin embargo, la operación ¨Rápido y Furioso¨ puso arsenal de guerra estadounidense en manos del narco mexicano. Los discursos republicanos nacionalistas piden a gritos la invasión militar en México para controlar la violencia en la frontera de Estados Unidos. Dos días atrás, en el condado de Zapata en Texas, se encontró un arsenal de guerra – atribuido a los Zetas– que contenía lanzagranadas y cohetes (material de guerra de EEUU).
Que los iraníes hayan querido contactar a los Zetas (según CNN reportó, era este el Cartel involucrado) puede ser posible. Pero posteriormente, un agente infiltrado jugando a ser miembro de los Zetas hizo creer al iraní-estadounidense que había logrado hacer contacto y que los atentados serían posibles. Las agencias en EEUU, en lugar de hacerse pasar por grupos étnicos criminales en su propio terreno (rusos, napolitanos, Cosa Nostra, Yakuza) voltean a México y hacen creer a los iraníes que los Zetas le entrarían al negocio de terrorismo pagado contra EEUU.
Ya les dieron las armas, ya les dan un mercado fiel, oficiales corruptos y a nosotros los muertos. Gracias también por darles ideas ¨creativas¨, de verdad, muchas gracias…
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