El miedo y la desesperación se han apoderado de Giammattei, a quien por su conocido temperamento le resulta cada vez más difícil actuar con la prudencia y la sensatez que exige la presidencia de la república. Ha demostrado incapacidad para entender que disolver la Comisión Presidencial de Centro de Gobierno, con la consecuente destitución de su amigo Miguel Martínez, y destituir al criminal Gendri Reyes como ministro de Gobernación serían disipadores efectivos de la crisis, ya que atendería por lo menos esas dos exigencias ciudadanas que han sonado claro y fuerte en la plaza y en todos lados.
Obnubilado y con sus capacidades para gobernar reducidas por su estado mental y emocional, Giammattei está demostrando ser vulnerable a las acciones oportunistas de sus ministros y allegados. Un ejemplo claro de esta situación es la ya mal afamada misión de la OEA que vino a intentar materializar un apoyo internacional a un presidente que se tambalea y que ya no tiene ni credibilidad ni legitimidad ante la ciudadanía y su electorado.
Sin duda una ocurrencia peculiar del ministro de Relaciones Exteriores, Pedro Brolo Vila, el objetivo de esta misión de la OEA es recabar información luego de que el Gobierno invocara la Carta Democrática Interamericana de la OEA. Sin embargo, inmediatamente después de que se anunció que el argentino Fulvio Valerio Pompeo encabezaría la misión, surgieron las dudas y los cuestionamientos sobre la objetividad, la neutralidad, la confiabilidad y la legitimidad de la misión.
Resulta que Pompeo es una pésima elección para encabezar una misión a Guatemala toda ve que él, en 2019, participó y tuvo intereses en el fraude fallido de la compra de los aviones militares argentinos Pampa III mientras se desempeñaba como secretario de Asuntos Estratégicos del gobierno de Mauricio Macri, quien, por cierto, está implicado en escándalos de corrupción como los Panama Papers, entre otros. Es evidente que Pompeo, además de ser una persona muy cuestionada en su país, no puede tener una postura neutral y objetiva hacia Guatemala, y menos con una sociedad civil que denunció el fraude de la compra de los aviones y que ahora protesta en contra de Giammattei.
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Por otro lado, es muy dudoso que la oficina de la OEA en Guatemala tenga una posición objetiva y neutral en la crisis actual. Esto, porque existe una relación añeja entre Pedro Brolo Vila, el actual canciller guatemalteco, y Diego Paz Bustamante, representante de la Secretaría General de la OEA en Guatemala durante el período 2005-2011 y que en marzo de 2020 asumió de nuevo esa posición. Y es que el canciller Brolo trabajó durante varios años bajo las órdenes de Paz Bustamante en la oficina de la OEA en Guatemala, donde ocupó varios cargos con responsabilidades administrativas y políticas. De esta relación surgen riesgos de subordinación o connivencia entre la Cancillería guatemalteca y la oficina de la OEA en Guatemala, lo que en buena medida explica la respuesta de apoyo de ese organismo al gobierno de Giammattei.
Está por verse el informe que rinda la misión de la OEA encabezada por Pompeo, pero, con estos antecedentes, dicha misión no es confiable, por lo cual con justa razón el vicepresidente y un número creciente de entidades han declinado prestarse a la pantomima. Lo que parecía una estrategia emanada de la Cancillería guatemalteca está resultando estrepitosamente contraproducente, ya que una vez más el gobierno de Giammattei subestima e insulta la inteligencia de la ciudadanía. Era fácil anticipar que los vínculos entre la OEA y el Gobierno saldrían a luz rápidamente.
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