Contextualicemos. El presidente estadounidense, Donald Trump, días antes también había anunciado algo similar: Washington, contrariando la posición de la mayor parte de la comunidad internacional, traslada su sede diplomática a Jerusalén. ¿Por qué lo hace? Efectiviza así lo que ningún presidente se había atrevido a concretar desde 1995, año en que una medida legislativa del Congreso de Estados Unidos ya fijaba ese traslado. Todos los mandatarios habían evitado efectivizar la medida. ¿Por qué lo hace ahora Trump? Hay varias explicaciones, interactuantes entre sí. De ningún modo es la extravagancia de un loco excéntrico, una bravuconada descontextualizada.
Se ha dicho que, ante la caída de su popularidad y ante la posible investigación del supuesto espionaje ruso en las elecciones, la actual medida tendría un efecto distractor. Puede ser cierto, pero no lo explica todo. También se ha dicho que Trump responde a las presiones del lobby judío. Esto, indemostrable por otro lado, evita considerar la historia como lucha de clases, lucha de poderes, poniendo en el malo de la película —para el caso, los judíos— la explicación de las penurias del mundo. El lobby judío existe, pero quien efectivamente manda en la política exterior de Washington es el complejo militar-industrial, independientemente de filiaciones religiosas.
El reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel traerá más conflictos a la región, ya muy convulsionada. Esto indica al mundo que Estados Unidos ya no considera la ocupación israelí en Jerusalén Oriental como un acto ilegal, con lo cual avala los asentamientos judíos posteriores a 1967, que vulneran el derecho internacional. Obviamente esto traerá la reacción palestina, lo que se verá reflejado en más represión por parte del Estado de Israel. La posibilidad de creación de un Estado palestino queda así relegada sin fecha. ¿Más guerra para toda el área? (¿más negocio para el complejo militar-industrial?).
Sintetizando: la medida de Trump es la escenificación sin anestesia de una histórica política estadounidense respecto a Israel más allá de las presiones de un pretendido todopoderoso lobby judío. ¿Por qué Washington, en solitario, sigue apoyando a Israel, independientemente de todas las condenas que pueda haber hecho la comunidad internacional? ¿Por qué Israel es el país que más ayuda recibe como cooperación internacional de parte del país americano: 3 000 millones de dólares anuales? ¿Por qué su poderío nuclear ni se menciona cuando a Washington lo enfurece el desarrollo atómico de Irán o de Corea del Norte? ¿Por qué tolera la continua violación de derechos humanos contra palestinos, una de las más monstruosas aberraciones humanas, comparable a las atrocidades que décadas atrás cometieron los nazis contra los judíos en los campos de concentración? Porque la clase dominante de Estados Unidos hace lo que quiere.
El Estado de Israel es una avanzada de la política exterior estadounidense en Medio Oriente. Está allí, superarmado (se sabe que dispone de hasta 400 armas atómicas, nunca declaradas oficialmente) para cuidar los intereses estadounidenses: intereses que ¡no son religiosos precisamente! Está allí —la medida de Trump envía el mensaje claro— para:
- Disciplinar a todo aquel que intente tomar alguna medida popular con tinte socialista que ponga en entredicho los intereses estadounidenses, extendiendo la lógica de la guerra fría.
- Cuidar las reservas petroleras de las que se aprovecha la economía estadounidense (Kuwait, Catar, Omán, Arabia Saudita, Bahréin y Emiratos Árabes Unidos, proveedores de petróleo e importantes compradores de equipo militar estadounidense, son aliados de Israel, lo que evidencia que no todo el mundo árabe o musulmán está enfrentado con ese país).
- Contener el avance geoestratégico de Rusia, China e Irán.
Es evidente por qué la medida de Trump. ¿Por qué la de Jimmy Morales entonces? Por pura vocación de servilismo.
No está claro si recibió presiones directas de Washington. Quizá no. Es una forma —servil— de buscar la simpatía del amo. La especulación probable es que con esta genuflexión Estados Unidos deje de apoyar a la Cicig. Como sea, la medida guatemalteca evidencia que el país funciona más como protectorado que como nación independiente.
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