Siempre se dijo que, desde su época de candidato a la presidencia en la pasada elección, López Obrador fue muy vago en términos de su estrategia respecto al problema del narcotráfico. En esencia, puede que la vaguedad esté relacionada con que el problema del narcotráfico en México no tiene una ruta clara de solución. Me explico.
La estrategia de contención y eliminación de los objetivos de alto valor tiene un efecto al corto plazo, pero no puede evitar el reclutamiento en razón de las condiciones de pobreza que se viven en México. Ingresar al negocio es una forma de sobrevivir para muchos jóvenes mexicanos. Anclarse solamente en la política social tiene un efecto al largo plazo en la medida en que los condicionantes de pobreza se reducen. Pero al corto plazo queda la contingencia de cómo enfrentar la violencia homicida de los carteles. Liberalizar el consumo es una medida que no debe plantearse en términos de la estrategia de seguridad, sino por razones de política de salud. Volviendo al primer eje, plantearse continuar la estrategia de guerra requiere considerar que el aparato de seguridad se ha coludido con el narcotráfico, razón por la cual en México dicha estrategia empezó con el Ejército y luego se trasladó a los infantes de Marina. Los cuerpos de seguridad que han sido captados totalmente por el narcotráfico han tenido que renacer: el caso de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI). La Policía Federal ha entrado en este proceso —debido a las denuncias de colusión—, y se ha diseñado la creación de la Guardia Nacional complementada con efectivos militares y un mando civil. Dicho cuerpo aún debe continuar un proceso de reclutamiento. Si se piensa en atacar las finanzas del narcotráfico, resulta que jueces de la Suprema Corte de Justicia son cómplices en descongelar activos asegurados a este. Así lo mostró la reciente denuncia contra el magistrado de la Corte Suprema Eduardo Medina Mora. Dos mil millones de pesos de recursos de personas que enfrentan procesos por tráfico de personas, narcotráfico y corrupción fueron desbloqueados en los pasados cuatro meses y devueltos a los acusados a partir de una decisión jurídica de Medina Mora, quien era, repito, ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. La situación termina de pintarse cuando se hizo público que el hermano de Medina Mora era el vicepresidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana.
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México le prueba por arriba, por abajo, por en medio y por los lados, pero el problema es muy complejo. Ahora bien, lo sucedido el jueves en Culiacán muestra claramente que el Estado mexicano ha capitulado frente al narcotráfico. Y no es algo nuevo. No es responsabilidad directa del presidente López Obrador. Digo que ha capitulado no solamente en razón de que el brazo armado del Cartel de Sinaloa fue capaz de doblegar militarmente a los 35 efectivos del Ejército mostrando una asimetría de fuerza.
La asimetría en cuestión quedó muy clara en las primeras fotografías del enfrentamiento. Los brazos armados del cartel portaban un Ma Deuce, un arma muy popular durante la Segunda Guerra Mundial que no se compra en tiendas de armas para ciudadanos privados en Texas. Debe de proceder de las fuerzas armadas en una forma u otra. Algunos sitios donde se puede adquirir tal armamento son este y este otro, y su precio ronda por los 25,000 dólares estadounidenses. Con esta arma se pueden penetrar vehículos blindados. También es muy efectiva contra helicópteros si el operador es experimentado. Error de inteligencia, gravísimo, no suponer que la reacción de los comandos sería inmediata, masiva y, además, con tácticas kamikazes amenazando con detonar infraestructura petrolera si no se liberaba al hijo del capo. Por último, que este tipo de arsenal esté en manos de un grupo criminal demuestra que las denominadas guerras de cuarta generación han evolucionado al punto en que estas estructuras no formales operan cómo Estados formales. Por ende, sí. Desde esta perspectiva, la decisión del presidente López Obrador fue correcta en términos de liberar a Ovidio Guzmán. Pero, por último, sí. Resultó un chiste intentar detener a Ovidio Guzmán en su propio ambiente con tan solo 35 efectivos militares y luego pretender rescatar a los militares secuestrados y no predecir la reacción de los comandos de sicarios.
Sin embargo, esto no es lo peor. Lo peor son las tomas que revelan cómo los sicarios del Cartel de Sinaloa saludan con total naturalidad a los militares desplegados. Y allí, en ese momento, todo tiene sentido. México está perdido ante la capitulación frente al verdadero poder: el narco. Las imágenes de la prensa hablan por sí solas. Parece que en México todos tienen precio.
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