El asunto principal de la visita era establecer un plan de acción para aprovechar cuanto antes la millonada de dólares que, supuestamente, estará a disposición de la región para impulsar programas que limiten y hasta impidan la masiva migración de adultos, jóvenes, adolescentes y niños desacompañados a los Estados Unidos. Sin embargo, la necedad del mandatario guatemalteco de cerrar todas las puertas a la persecución del crimen, insistiendo en no solicitar la prórroga del mandato de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), hizo que el vicepresidente estadounidense, cual pretor de la región, con dedo en ristre lo increpara públicamente diciéndole que, si quiere la ayuda, tendrá que prorrogar el funcionamiento de la comisión.
Vergonzosa la actitud del presidente guatemalteco. Inaceptables las palabras y amenazas del vicemandatario norteamericano.
La diplomacia tiene sus estilos y sus formas, y eso lo saben más que bien los estadounidenses. Amenazar, apuntar con el índice al niño malo para exigirle públicamente un buen comportamiento solo trae como consecuencia el rechazo a sus propuestas. Más aún si, como sus agentes de información tendrían que haberle comunicado claramente, las élites económicas y todos los usufructuarios de la impunidad quieren ver fuera del país a la citada comisión cuanto antes.
Las presiones diplomáticas, las que efectivamente funcionan, se hacen en privado, en diálogos cerrados, y le permiten al otro salir a decir que quiere hacer lo que sin testigos le han exigido que haga si quiere llevarse algún premio. Esto lo saben hasta los aprendices de diplomáticos, pues de todos es sabido que los desplantes públicos y autoritarios tienen siempre efectos contrarios. El interlocutor, avergonzado, tratará de encontrar la forma de salir lo mejor librado posible del bochorno.
Si recordamos, Otto Pérez, con su astuta forma de actuar, supo hábilmente librarse de las presiones para nombrar para un período más a Claudia Paz y Paz. Simplemente puso a actuar a sus articuladores para que ella no le apareciera en el grupo de candidatos. Cierto, en este caso no tiene una comisión de postulación a la cual echar las culpas, pero se ha inventado una supuesta comisión evaluadora —de la que no se conocen ni los miembros, mucho menos la metodología y los criterios de evaluación— a la que seguramente ha pedido que le recomienden no pedir la renovación del funcionamiento de la Cicig.
La Corte Suprema de Justicia (CSJ) ya comenzó a dar la pauta de lo que será su comportamiento a favor de la impunidad durante su período. Obedeciendo a patriotas y líderes en el amordazamiento de jueces y magistrados, ha comenzado a castigar a todos aquellos jueces que, en defensa de la independencia de poderes y de la carrera judicial, apoyaron a la magistrada Claudia Escobar en sus demandas. La impunidad ya tiene nombres y apellidos, y los nuevos miembros de la CSJ han comenzado a demostrar a quiénes obedecen y atienden.
Las presiones, demandas y movilizaciones para que la Cicig continúe deben hacerlas los ciudadanos guatemaltecos, los integrantes de la sociedad civil que aún creemos que este país es salvable y que tenemos la gorda obligación de hacer todo lo posible por heredar a nuestros hijos uno más decente y vivible. A los diplomáticos y gobernantes de otros países solo les resta apoyarnos, con cuidado y buenas maneras, evitando mostrarse prepotentes y autoritarios, como si ellos fueran los dueños de la finca.
Cierto es que el militar educado para tomar decisiones solo sabe obedecer y mandar, pero, por la investidura que hasta el 14 de enero de 2016 ostenta, debe tratársele con diplomacia y buen criterio, aunque personalmente no se lo merezca. La reedición de la sesentera Alianza para el Progreso, ahora llamada Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte, exige que se piense en programas y proyectos concretos que vengan a arraigar en los suelos nacionales a todos esos migrantes que nuestros países expulsan día a día por no tener bases económicas efectivas para impulsar el empleo digno. La cuestión de la Cicig corre en otra banda y en otro nivel, y, al vincular mecánicamente una con otra, ambas podrán resultar ineficientes.
El vicepresidente estadounidense, en su prisa y autoritarismo, no solo vino a enredar más las cosas, sino, lo más probable, a trabajar contra la Cicig, pues al provocar falsos nacionalismos la impunidad no será superada, como tampoco será eficiente su supuesta alianza para la prosperidad.
¿O será que en el fondo míster Biden, como Pérez Molina, no quiere que prospere la Cicig?
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