El sistema de partidos políticos y sus conocidas taras (su financiamiento, su falta de transparencia y democracia interna, la falta de programas y el clientelismo) conspiran contra la democracia, que bien que mal es el menos malo de los sistemas políticos, como diría Churchill. Es solo hasta hace casi un año, en el momento en que los ciudadanos finalmente demostraron su hartazgo contra la corrupción y la impunidad a raíz del caso La Línea, cuando la apatía ciudadana empieza a revertirse, las distintas expresiones sociales a politizarse y las propuestas de reformas institucionales a querer oxigenar un sistema en cuidados intensivos.
Pero cualquiera mínimamente curioso por la política en general y entusiasmado por la carrera presidencialista en los Estados Unidos podría advertir que similares síntomas se observan en la democracia más antigua del mundo. Y si no, basta observar el desempeño del Partido Republicano desde el punto de vista de su falta de propuestas programáticas, sus ambiciosos pero pueriles candidatos y los ochos debates incoherentes que han sostenido en los últimos meses de cara a las primarias del partido, claves para obtener este verano la nominación como candidato presidencial.
¿Cómo es posible que después de dos derrotas presidenciales sucesivas no encuentren un digno sucesor que represente las ideas conservadoras del partido sin llegar al extremismo, el sensacionalismo y la banalización de la política? ¿Por qué se roba el escenario un bufón racista como el magnate Donald Trump? ¿O por qué dos candidatos de origen cubano, Marco Rubio y Ted Cruz —cuyos padres inmigraron a Estados Unidos—, se pelean por aparecer como el más antiinmigrante cuando la población hispana va en decisivo ascenso poblacional y electoral? Cruz pareciera avergonzarse de hablar español y Rubio lo usa solo cuando le conviene, mientras que un anticarismático Jeb Bush se muestra más orgulloso de su bilingüismo y biculturalismo. Mitt Romney y John McCain parecerían hoy más liberales comparados con esta nueva cohorte que aspira a gobernar la superpotencia.
Ciertamente el corrimiento del Partido Demócrata hacia la derecha para ganar más adeptos en las clases medias menos entusiastas con el papel de un gobierno fuerte e interventor no ha favorecido esta situación. La tercera vía, inaugurada a mediados de los años 1990 por Bill Clinton y compañía, luego con adeptos como Tony Blair, efectivamente inauguró el camino para una agenda conservadora a fin de ganar más electores. Frente a las derrotas presidenciales de candidatos más progresistas como Walter Mondale (1984) o George McGovern (1972), el Consejo del Liderazgo Democrático estimó apartarse de posiciones de centroizquierda. De ahí que básicamente se apropiaran de buena parte de la agenda republicana y se arroparan con sus fundamentos clásicos.
No sé si en sus cálculos los llamados nuevos demócratas presagiaron que la oposición iría adoptando posiciones cada vez más extremistas, que hoy tocan los instintos primarios de una buena parte del electorado frustrado e insatisfecho con un sistema que no ha hecho mucho por su prosperidad y susceptible ahora de ser manipulado con ofertas sin sustento. Hay que recordar que actualmente los republicanos controlan las dos cámaras del Congreso y más de la mitad de las legislaturas y gobernaciones estatales. Las elecciones de noviembre podrían presentar el triunfo de lo que en las pasadas elecciones se pronosticaba como la agenda republicana del futuro: socialmente conservadora y económicamente más concentradora de la riqueza, con lo cual minaría los avances de una sociedad más igualitaria.
No extraña, pues, que el mensaje de cambio radical del veterano independiente Bernie Sanders resuene como una alternativa al sistema de financiamiento privado y gremial ilimitado, que ha exacerbado el conservadurismo, alentado la moderación centrista de los herederos de la tercera vía y puesto en aprietos a las clases medias y trabajadoras. La pregunta es, independientemente de quién gane la presidencia, ¿se apropiarán realmente los ciudadanos estadounidenses de una revolución política que con el tiempo revierta la disfuncionalidad del sistema político?
Más de este autor