Excuse me while I kiss the sky, dice la estrofa más famosa de la canción, mientras la pantalla se va poblando de los caracteres que forman palabras y frases, que se apuntan, borran, corrigen y finalmente se convierten en este texto.
Llevo unos días en los que empiezo y no termino una biografía de Jimmy Hendrix, que se apunta a la teoría de una muerte violenta, en un suceso que sin duda todavía tiene algunos cabos sueltos.
Debo confesar que me molesta el español peninsul...
Excuse me while I kiss the sky, dice la estrofa más famosa de la canción, mientras la pantalla se va poblando de los caracteres que forman palabras y frases, que se apuntan, borran, corrigen y finalmente se convierten en este texto.
Llevo unos días en los que empiezo y no termino una biografía de Jimmy Hendrix, que se apunta a la teoría de una muerte violenta, en un suceso que sin duda todavía tiene algunos cabos sueltos.
Debo confesar que me molesta el español peninsular coloquial con el que el texto ha sido traducido del original en inglés, que complican la narrativa de momentos vividos en el Harlem, Greenwich Village o Londres a finales de los años sesenta. Sin embargo, el texto refleja hambre, pobreza, pensiones de mala muerte, una guitarra permanentemente empeñada para llegar a fin de mes, y la enorme afición a Bob Dylan, poco común para un joven afroamericano en la época, a lo que se consideraba como el rock de blancos.
Al guitarrista negro de extravagante vestidura, lo descubrió en 1966 Linda Keith, una modelo de Vogue, entonces novia de Keith Richards, durante la gira de los Rolling Stones por los Estados Unidos. Ella puso al alcance de Hendrix una Fender Stratocaster de color blanco – propiedad de Keith Richards- que iniciaría la aventura que llevó ese mismo año a Hendrix a Londres. En una entrevista en 1973, Keith recreó el impacto de conocer a Hendrix, historia que volvió a ser contada a Edward Helmore para The Guardian hace unos años.
Hendrix produjo tres álbumes de estudio Entre 1967 y 1968: Are You Experienced, Axis: Bold as Love y Electric Ladyland, que como lo afirma Carlos Marcos en su crónica sobre el aniversario cincuenta de la muerte de Hendrix, cambiaron el rock para siempre. Un período relativamente corto para un hito de esta naturaleza.
Entre el Hendrix que conoció a Clapton en Regent Street Polytechnic en 1966, y el Hendrix abucheado en su último concierto por los Hell Angels en la isla alemana de Fehmarn en 1970, se teje una leyenda, que en no pocas ocasiones, se detiene exclusivamente en el extraordinario guitarrista y no cubre la totalidad de la creatividad de Hendrix, aspectos que sí son destacados en la biografía de publicada por Charles R. Cross, y cuya lectura no tiene desperdicio.
Un puente entre los dos momentos anteriores, la noche que Clapton le habría dicho a Chas Chandler «You never told me he was that fucking good», indignado por la soberbia actuación de Hendrix, que lo opacaba sobre el escenario en el momento más alto de Cream, y las peleas protagonizadas por los Hell Angels destrozando un escenario anegado por la lluvia en una isla en el Báltico, se construye a través de la versión siempre magistral de Killing Floor, canción original de Howlin' Wolf (1964), que es considerada como uno de los íconos del Chicago Blues.
Killing Floor era usada por Hendrix como la canción de apertura de sus conciertos. La interpretación del Festival de Monterrey es idolatrada por muchos melómanos como la mejor de todas. Y lo confirmo mientras Hendrix canta «Lord knows, I shoulda been gone/ And I wouldn't have been here, down on the killin' floor» envuelto en una bufanda rosa.
Termino estas líneas escuchando a las Larkin Poe –cada día más extraordinarias– con el Preachin’ Blues (2017), que mantienen vivo ese legado extraordinario del blues en el rock, justamente lo que Jimi Hendrix llevó consigo al otro lado del Atlántico.
Más de este autor