Gobernar Guatemala es complicado a pesar de que la fórmula parece sencilla. Y es que las pláticas informales, los grandes foros de análisis y las encuestas, entre otros espacios, convergen en que la mayoría de la población reclama empleo, seguridad, servicios esenciales y el cese de la corrupción.
Un repaso al lapso 1986-2019 muestra que la política y la sociedad han mantenido un noviazgo con altas y bajas antes de llegar al matrimonio electoral, cuando la relación se ha tornado tormentosa.
Vinicio Cerezo vivió entre Jerez y la frontera debido a continuas marchas de protesta y a dos intentos de golpe de Estado. Jorge Serrano paró fugado en Panamá. El emergente Ramiro de León Carpio no quedó bien con nadie. Álvaro Arzú apenas se salvó porque firmó la paz. Alfonso Portillo sufrió la humillación de captura, juicio, cárcel y retorno sin gloria.
Óscar Berger estuvo sin estar. Álvaro Colom por poco termina como Serrano o Portillo. Otto Pérez Molina no pudo completar su gestión. El también relevista Alejandro Maldonado Aguirre se dedicó a emular a un torero haciendo verónicas. Y Jimmy Morales concluirá su período gracias a que en sus traspiés se topó con puntos de apoyo que evitaron su desplome.
Después del 16 de junio se abre una nueva etapa en la historia política y gubernamental, pues 2 de los 19 aspirantes a la presidencia de la república entran en la fase decisiva de un proceso que, por cierto, no augura un mandato miel sobre hojuelas. Las 5 candidaturas excluidas, de las que 2 apuntaban a estar en la pelea, más una serie de quejas, denuncias, reclamos y acciones legales, todo ello aunado a un mediocre desempeño del Tribunal (no) Supremo Electoral, pronostican tempestades.
¿Qué hace que, sabiendo por dónde caminar, los gobernantes se extravíen? Les ha ocurrido a quienes han gozado del respaldo de una bancada mayoritaria en el Congreso de la República: Cerezo, Arzú y Portillo. A los que como Berger y Colom afrontaron una oposición no tan atomizada. Peor los casos de los debilitados Serrano, De León, Maldonado y Morales.
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La respuesta se halla en que los males del país (los cuales enfoco: falta de empleo y salarios disminuidos, inseguridad general, deficiencia en servicios esenciales y progresiva corrupción) son llevados y traídos por poderes fácticos, cada uno blandiendo en una mano su agenda de solución y en la otra un azadón, pues marcan los tiempos para llevar agua a su molino.
¿Cuáles son esos poderes? Empecemos con el sector privado, cuya diversidad de áreas persigue un propósito común, pero de tal modo que cada una quiere ser más influyente que las otras. El vecino grande, muy grande, Estados Unidos, y su obsesión por atacar el narcotráfico y ahora frenar la migración. La variopinta sociedad civil, desde la que cada una de sus manifestaciones exige imponer su receta.
Siguen los gremios. Los burócratas ocupados en bonos y más bonos, así como en movilizaciones por encargo, los campesinos pidiendo tierras y los agroexportadores concentrándolas. En los coros se integran universidades tomadas de la mano con algunos partidos para tomar instituciones. La cooperación internacional, los medios periodísticos y las Iglesias hacen uso de derecho de picaporte. Y, por supuesto, a la sombra actúan los poderes ilícitos con tentáculos de alcance transversal.
Tal cantidad de actores protagónicos permite entender por qué hubo 19 aspirantes a la primera magistratura (iban a ser 24), por qué transitamos de conflicto en conflicto y por qué somos una virtual Torre de Babel. En ese marco, como somos expertos en lecciones aprendidas, quienes van al balotaje del 11 de agosto deberían trazar rutas para no repetir la dinámica de los recientes 33 años. Más que endulzar oídos, deben establecer coherencia entre discurso y práctica.
Nos encaminamos a elegir al presidente número 51 desde la instauración de la república y al número 11 desde la apertura democrática. No sabemos si tendrá bloque dominante en el Parlamento y en un número significativo de alcaldías, pero es oportuno que quienes van a segunda vuelta reflexionen sobre si maquillarán, oscurecerán o verdaderamente buscarán atender lo que la gente echa de menos: trabajo, salud, educación, techo, seguridad y golpear a la causante de todos los males, es decir, la corrupción.
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