Las elecciones del próximo septiembre en Australia amenazan con ser la ruina del Labor Party, que empieza a verse como un cadáver viviente. Y este giro del timón hacia la derecha es atribuido, en parte, a las falta de un liderazgo carismático dentro de ese partido. Mientras tanto, la oferta electoral de la derecha es por demás ingeniosa y novedosa: interceptar y devolver los botes de los migrantes a alta mar, y poner a trabajar a quienes se encuentran a la espera de que se les conceda asilo, para reducir los costos que generan por su alimentación y hospedaje en centros de detención.
En cierta forma, la situación del labor party, recuerda a los republicanos en Estados Unidos, que siguen debatiendo que pasó en las elecciones, y como revertir su divorcio de un electorado que cambió sin que el partido se diera cuenta. A final de cuentas, la crisis republicana es también una crisis de liderazgos, que se ve adornada por la anecdótica aparición de la figura de un nuevo George Bush, nieto y sobrino de los ex presidentes del mismo nombre, e hijo del ex gobernador de Florida, quien representa una medida de cómo se busca ese reajuste. George P. Bush, busca su elección a un puesto de segundo orden en Texas, apoyado por la figura de su padre y por un importante esfuerzo de levantamiento de fondos para su campaña. Habla español, hizo su servicio militar en Afganistán y ha formado parte de las misiones diplomáticas de Estados Unidos en Oriente Medio durante la primavera árabe. La búsqueda de nuevas figuras –aunque tengan el mismo nombre y apellido− parecería ser el primer síntoma de la renovación de los republicanos.
Con el Océano Pacífico de por medio, es irónico comprobar que la receta de jugar con los miedos y los prejuicios del electorado no es el patrimonio de los políticos latinoamericanos. Es una vieja fórmula que sirve a los intereses del poder en cualquier lugar de mundo. Su manipulación, estirando y encogiendo los conceptos de acuerdo a la ocasión, es una técnica que seguramente vale mucho dinero para sus operadores.
Otro ejemplo se da ahora mismo en la Europa de los recortes. Con la llegada del verano al Mediterráneo, las esperanzas de iniciar la recuperación económica para españoles, griegos e italianos, pasa por el turismo. Los números sobre la creación de empleos temporales para el sector turismo en esos países van al alza. La ocasión no ha pasado desapercibida para los sectores conservadores, que apuntan sus cañones a los movimientos de indignados, para exigirles no echar a perder la imagen de esos países realizando concentraciones durante esta época. ¿Será que los negocios riñen con las demandas de justicia social?
Seguramente la respuesta es sí. Y tal vez ésta es una de las explicaciones del por qué, en medio de una crisis mundial del empleo, con los números de parados creciendo cada año en porcentajes alarmantes, también crece el exclusivo mundo de los billonarios. Sin duda los buenos negocios se hacen a un alto costo social.
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