He comentado el punto en varios foros, y la reacción es parecida. Varias personas me han dado referencias de agentes o corredores de seguros tradicionales para que me ilustren.
Así que quien esto lee tendrá la misma pregunta: ¿cuál es la novedad?, ¿qué es lo que no entiende? Le aseguro que sí hay diferencia con lo que la mayoría de las personas conocen. Regáleme tres minutos.
Queramos o no, lo sepamos o no, los seguros son parte de nuestra vida. Al menos en teoría, cualquier medio de transporte que sea pagado está asegurado. Así lo mandan las leyes. Esos son seguros obligatorios.
Si compramos casa nueva, habremos de pagar cuota de seguro. Eso es para protección de la parte que financia y para salvaguardar derechos de propiedad de la parte deudora. Es obligatorio.
En algunos lugares, los seguros son parte de las prestaciones laborales. Puede que pague la parte patronal, la laboral o ambas. Aquí la obligatoriedad es variable.
También hay seguros voluntarios, como los llamados seguros de vida. Nadie nos obliga a adquirirlos. Si tenemos uno, es porque queremos y podemos pagarlo. Si compramos un boleto de avión, nos presentan la posibilidad de comprar un seguro de viaje que cubra incidentes de salud, retrasos de viaje y otras cosas.
En cuanto al seguro agrícola, no hay diferencia. Los hay obligatorios (ligados a créditos y, según testimonio de algunos beneficiarios, que cubren sobre todo el pago del préstamo) y voluntarios. Se han diversificado bastante, y ahora los hay para las partes agrícola, pecuaria y forestal. Si tiene el dinero o puede trasladar a su consumidor el valor de la póliza de seguro, se puede asegurar.
Y he aquí la novedad: hemos estado hablando de un tipo de seguro que proteja a quien no puede pagar una prima. Hablamos de un seguro multicapas. Proponemos el seguro para la agricultura familiar como parte de la protección social. ¿Dónde están los expertos en esto?
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Partamos de una cosa: la agricultura familiar (es decir, aquellos que producen para su propia alimentación o que lo combinan con excedentes para colocar en el mercado o intercambiar con otros productores) no cuenta con recursos para pagar seguro alguno. Punto.
Cuando ocurre algún siniestro en el sector de la agricultura familiar (daños a los medios de producción o a la producción misma), se hace necesaria una respuesta del Gobierno. Ahí tenemos todos los programas que han dado mucho de qué hablar: repartición de fertilizantes y de otros insumos, de semillas, de alimentos de emergencia, de bonos de emergencia, etcétera. El enfoque es asistencialista, y muchos programas no superan una prueba de eficiencia. Los famosos listados de beneficiarios sufren casi borrón y cuenta nueva en cada etapa, desde las evaluaciones de los técnicos de terreno, pasando por las alcaldías, los diputados, los gobernadores, los ministerios. Este modelo ha sido una fuente de corrupción y de clientelismo político.
Imagine que el enfoque no sea de listado, sino territorial. Todos los agricultores familiares que vivan en un territorio definido, automáticamente y por intervención de tecnología espacial, serían beneficiarios de un seguro pagado con los fondos de los programas de asistencia, particularmente de aquellos destinados a la respuesta frente a catástrofes naturales o causadas por el ser humano.
Ahora suponga que se unen fuerzas y recursos y que sobre un seguro del tipo de protección social se agregan otras capas con financiamiento propio, desde los municipios hasta los agricultores mismos, pasando por cooperativas, ONG, proyectos de cooperación y demás actores. Cada capa agrega recursos, lo que permite una mejor cobertura de riesgos y mayores pagos por siniestro.
De eso queremos hablar. Esto interesa al Gobierno, a los bancos, a las aseguradoras y reaseguradoras, a los productores organizados y a la agricultura familiar. Esto no es utópico, y se demostrará que ya hay buenos ejemplos en práctica.
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