Hace un año, desde la Ciudad de México, veía con mi familia la sentencia vía internet. A medida que se daba lectura a la sentencia que condenaba a Efraín Ríos Montt por el delito de genocidio, se me anudaban las emociones, casi sin poder creerlo. La justicia “atrapada” ese día volvió a fugarse diez días después cuando la Corte de Constitucionalidad decide anular la sentencia y retrocederla a un punto anterior del proceso.
Sin tener una formación en leyes, pero habiendo tenido alguna experiencia con el sistema de justicia a raíz del caso contra los autores material e intelectuales del asesinato político de mi madre, Myrna Mack, me atrevo a presentar algunas reflexiones (como ciudadana) sobre los procesos de búsqueda de justicia.
La noche en que mataron a mi mamá (11 de septiembre de 1990), después de recibir la noticia, logré que la camioneta de la funeraria me llevara a la morgue, pues habrían de entregar su cuerpo después de la necropsia. Al entrar al edificio, encontré a un puñado de amigos y familiares, los susurros eran escasos. Todas las personas ahí sabíamos porqué la habían matado, todas callábamos, todas teníamos miedo.
Por esto es que no termino de entender cómo es que mi tía Helen hizo un primer reclamo de justicia. Medio en broma, medio en serio, le he dicho que –quizás– fue su ingenuidad la que le hizo empezar todo, porque ninguna persona que hubiera sabido de qué se trataba esto de la represión política y la impunidad, hubiera tenido el ánimo para hacerlo. Pero la ingenuidad (si la hubo) debió terminar rápidamente para convertirse en una perseverancia y tenacidad que no puede dejarse de admirar, pero que –afortunadamente– también se dejan ver en las víctimas y familiares de otros casos como el del genocidio o en la búsqueda de los desaparecidos.
Surge entonces “el caso Mack”, que es en realidad varios procesos. El primero es el proceso judicial contra uno de los autores materiales: el sargento-mayor Noel de Jesús Beteta Álvarez (1990-1995), el caso tomó cinco años entre el asesinato y la sentencia final. El segundo es el proceso judicial contra los autores intelectuales: los coroneles Juan Valencia Osorio y Juan Guillermo Oliva Carrera, y el general Augusto Godoy Gaitán (1995-2004), siendo el primer caso en el que se procesa a militares de alto rango en el país; tuvieron que pasar más de 13 años entre el crimen y la sentencia en firme. El tercer proceso es el que se llevó ante la Comisión Interamericana y posteriormente a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (1990-2003), una demanda contra el Estado de Guatemala por la ejecución extrajudicial de mi mamá, pero también por la denegación de justicia.
Los dos casos a nivel nacional estuvieron salpicados de diversos obstáculos, amparos y retrasos diversos, pero mientras el caso contra el autor material se dio bajo el sistema penal inquisitivo, el caso contra los autores intelectuales se llevó a cabo bajo el sistema acusatorio. Vale resaltar que a partir de la reforma judicial en Guatemala, se instala el sistema acusatorio que se caracteriza porque se llevan a cabo audiencias orales y públicas, y porque implica armar un caso sólido con evidencias y pruebas científica, documental y pericial, además de la testimonial.
En un contexto de impunidad histórica como en Guatemala, llevar adelante un caso por crimen político no es cosa fácil. Quienes quieren la impunidad tienen una cantidad de mañas, cartas bajo la mesa y recursos inmensos; en la búsqueda de justicia se revela ese lado oscuro de la sociedad: el temor infundido, el cinismo, la burla, la cobardía, el encubrimiento, la saña de los perpetradores y la maldad (sí, la maldad). Es cansado, es frustrante, es tratar de empujar una roca enorme cuesta arriba, corriendo el peligro de ser aplastada en cualquier momento. Y sin embargo, el proceso tiene ese otro lado: el brillante, en donde surge la solidaridad por todos lados, el acompañamiento, la satisfacción de hacer lo correcto, y así nos indignamos juntos, lloramos juntos, reímos juntos… es esa conexión de humanidades de donde se sacan fuerzas y se sigue adelante.
* Este texto se ha basado en una presentación preparada para la mesa redonda “Genocidio e impunidad en Guatemala: a un año de la histórica sentencia al genocida Ríos-Montt”, realizada el 9 de mayo de 2014 en la Ciudad de México.
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